¿A quién le importa el apellido de los hijos de Harry y Meghan?
Parece que la expareja real les dio a sus hijos, Archie y Lilibet, un nuevo apellido. ¿Por qué estamos tan escandalizados?, se pregunta Sean O'Grady
Hay una especie de locura que se apodera de las personas que se obsesionan, y no de una forma precisamente sana, con los asuntos de Harry y Meghan, el duque y la duquesa de Sussex. Se analiza minuciosamente cada uno de sus movimientos, se desacredita cada triunfo, y se exagera y se publicita cada desgracia.
Este fervor por los duques nace desde unos pocos grupos que forman parte de la prensa sensacionalista, que tienen intereses personales, y se extendió hacia una gran y preocupante proporción de la “comunidad” de las redes sociales. Asimismo, constituye una de los pocas causas importantes del crecimiento de la economía mundial. Incluso, si tuvieran otro hijo, podrían sacar a Inglaterra de la crisis económica.
Por lo visto, van a utilizar un nuevo apellido para ellos y sus hijos, que hasta ahora llevaban la actual denominación real Mountbatten-Windsor; es decir, la de Carlos, Camilla y la de los Gales, York y Wessex (sí, todo esto parece un cuento medieval).
De esta forma, Harry, Meghan, Archie y Lilibet preferirían llamarse “Sussex”. ¡Indignación por todas partes!, ¡un desprecio hacia su noble sangre!, ¡una nueva ruptura!, ¡una condena al Reino Unido!, ¡renuncia a mil años de historia! (abunda ese tipo de reacciones).
El hecho se dio a conocer luego de una pequeña oleada de publicidad causada por su nuevo sitio web y una sesión de fotos para los Juegos Invictus en la que Harry aparecía esquiando con un esquí adaptado para quienes perdieron la movilidad de las piernas (ni siquiera los críticos más acérrimos de Harry pudieron sacarle mucho partido a esto).
La cuestión con Archie, en particular, ha sido fuente de polémica. En la entrevista que hicieron con Oprah se planteó la pregunta de si el niño tenía derecho a ser llamado “príncipe”. En la misma línea, Harry contó que rechazó en nombre de su hijo el título de Conde de Dumbarton, que, de hecho, sonaba bastante bien, ya que contenía la palabra “tonto” (”dumb” en inglés), lo que podría haber resultado problemático en la escuela.
En fin, da igual qué nombre tengan, y los fanáticos deberían calmarse y estudiar un poco de historia. El hecho es que la mayoría de las denominaciones de la realeza británica son poco genuinas. Sin ánimos de ser grosero, diría que son completamente falsas.
Por ejemplo, “Mountbatten-Windsor” deriva de los “apellidos” del príncipe Felipe y de Isabel II, los cuales son, en realidad, arbitrarios. Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, el apellido “Windsor” fue adoptado por Jorge V en 1917 porque el que existía, Saxe-Coburg und Gotha, tenía un incómodo tono alemán. Al fin y al cabo, era una época en la que las personas atacaban a los perros salchicha en la calle por sus orígenes.
En cuanto a “Mountbatten”, este apellido fue adoptado por la otra rama de la familia cuando Jorge V ordenó que se eliminaran todos los nombres con orígenes germánicos de la aristocracia, incluido el suyo, y, entonces, se reescribió y se anglicizó el verdadero apellido de Battenberg.
De hecho, Felipe tomó ese apellido en 1947, durante los preparativos de su matrimonio con la entonces princesa Isabel. Originalmente, él era miembro de la Casa de Glucksburg. Sin embargo, la Reina Madre, poco impresionada, siguió refiriéndose a él de forma irónica como “el huno”.
Así pues, Harry, o príncipe Harry de Gales, como era hasta hace poco, y Meghan pueden usar el apellido que quieran. En efecto, cuando él y su hermano estaban en el ejército, se llamaban Harry y William de Gales.
La pareja quiere que su familia se “una” bajo un mismo apellido y que ese nombre se use de forma natural. También es posible que hayan tenido que poner su mejor cara ante su rechazo a las funciones reales tradicionales y a la intrusión mediática que eso conlleva (de forma injusta, en su opinión).
No han podido escapar del todo de su fama y reconocimiento, pero tampoco lo desean, e intentan dedicarse a trabajos benéficos y ganarse la vida de forma independiente. Sin embargo, no hay nada de malo en ello, y no podrán evitarse los compromisos y las acusaciones de hipocresía a lo largo del camino. Algunos enemigos están motivados por los instintos más primitivos.
De todas formas, lo más personal que tenemos es nuestro apellido, y tenemos derecho a usarlo o modificarlo como queramos.
En conclusión, Harry y Meghan son criticados por utilizar el apellido ducal Sussex, otorgado por la difunta reina, así como también ridiculizados por abandonar la denominación real Mountbatten-Windsor. Como siempre, la familia Sussex (o como sea que se llamen) nunca puede salir ganando.
Traducción de María Luz Ávila