Así viven los que tuvieron que quedarse en Kyiv
En la huída intempestiva muchas familias, se han visto obligadas a dejar atrás sus hogares, sus recuerdos, sus tesoros personales más preciados, escribe Sofia Zermoglio
Mientras organismos internacionales estiman que cerca de un millón de personas ya han abandonado Ucrania, otros se han quedado en sus hogares resguardados, escondidos o preparándose para la lucha.
La desesperante realidad de los ciudadanos ucranianos de ver cómo el ejército ruso avanza destruyendo sus hogares, sus edificios, sus ciudades los moviliza a cada uno de diferente manera.
En los cientos de vídeos que se comparten gracias al acceso a internet, el mundo tiene los ojos puestos en las urbes que están siendo bombardeadas, y somos testigos de la desolación, las lágrimas, pero también de la valentía del pueblo ucraniano.
Gracias a la tecnología, hemos podido conversar con Nadia y su familia. Ellos tenían vidas normales, con trabajos como el de cualquiera de nosotros, pero la simpleza de su día a día también ha sido truncada. Nadia es relacionista pública, genera ideas y presentaciones de proyectos de diseño a los medios de comunicación. Andriy es guionista, y está trabajando en un proyecto de animación para adultos.
“Lo que veo afuera de la ventana no es una película ,no es un guión, es nuestra vida ahora. Toda Ucrania esta viviendo en una película de terror. En las películas siempre hay un superhéroe que salva el mundo, pero la vida es muy difícil” asegura Andriy.
Son una pareja de creativos que hoy por hoy esperan en un departamento de Kyiv el fin de esta guerra. Lo hacen junto a su madre recién operada y su gato Marcy.
“Mi gata Marcy es buena. Incluso no se despierta cuando hay explosiones de bombas fuera. Solía ser una gata callejera, la adoptamos el verano pasado. Así que es valiente y tranquila”, comentaba Nadia.
Ellos no pudieron irse, no pudieron escapar como lo hicieron otros. La madre de Nadia tuvo una intervención en la rodilla por lo que no puede caminar. El ascensor de su edificio está fuera de servicio para evitar que alguien se quede encerrado durante un bombardeo.
A modo de resguardo, se encuentran en un pasillo del departamento, lejos de las ventanas, y de las bombas.
Nadia dijo que su barrio todavía está tranquilo, que escuchan los estruendos a lo lejos. Por supuesto, ellos saben dónde se encuentran los invasores; escuchan las noticias, hablan con sus vecinos. Nadia se encontró con una vecina anciana, que juntaba botellas de vidrio para que su yerno fabrique bombas Molotov. Por suerte para ellos, todavía reina una cierta calma: no están siendo asediados, pero estarán preparados si el enemigo se acerca.
En la huída intempestiva muchas familias, se han visto obligadas a dejar atrás sus hogares, sus recuerdos, sus tesoros personales más preciados. Pero en la guerra, lo único que vale es la vida, por eso algunos han dejado atrás a sus mascotas.
“Alguien dejó un gato en las escaleras. Le dejaron con su comida y caja de arena. La gente salió corriendo de su apartamento y lo dejó. El gato estaba llorando. Pero nuestro otro vecino se lo llevó. Ahora está bien’”.
Detrás de una guerra hay mucho más que pérdidas económicas, que cifras de muertes, porque detrás de cada número, hay una familia destruída, hay corazones destrozados, hay sobrevivientes devastados. En los ocho días que lleva esta guerra, hay miedo, hay incertidumbre, los ucranianos sienten como la cotidianidad de la rutina que se les escapa de los dedos.
Así como Nadia y su familia que esperan; esperan que su madre se recupere de su rodilla, que esta guerra termine, que les devuelvan sus vidas normales y sencillas, esperan volver a la simpleza de lo cotidiano con la esperanza puesta en un mundo que se está quedando corto de empatía. Esperan escondidos: sobrevivir.