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Reseña de The Ocean at the End of the Lane: Una adaptación estruendosa y a veces aterradora

Este traslado al West End, adaptado de la exitosa novela fantástica de Neil Gaiman, es algo mágico y amenazante

Anya Ryan
Viernes, 05 de noviembre de 2021 16:01 EDT
(Manuel Harlan)
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La belleza de la novela fantástica bestseller de 2013 de Neil Gaiman, The Ocean at the End of the Lane, es su inmensidad. Con poco más de 200 páginas, es a la vez realista y fantástica, cuestionando la posición de los adultos y recordándonos que nuestras experiencias infantiles dan forma a lo que llegamos a ser. Su historia cobra vida en la estruendosa adaptación de Joel Horwood, que encuentra la maravilla incluso en los momentos más anodinos.

Conocemos a nuestro protagonista anónimo como adulto en el funeral de su padre. Acompañado por un paisaje sonoro coral diseñado por Ian Dickinson, se dirige a visitar un estanque de patos cercano que reconoce de su juventud. Allí se encuentra con la mística señora Hempstock, que es lo suficientemente vieja como para recordar “cuando se hizo la luna”. De este modo, nos acompaña en un viaje de redescubrimiento infantil, que le lleva a una época crucial de su infancia.

Mientras que el libro destaca por transmitir el encanto del reino sobrenatural, la dirección de Katy Rudd lo lleva aún más lejos. La escenografía de Fly Davis es un fenómeno en constante movimiento y con mucha chispa. Con la ayuda de un conjunto vestido completamente de negro, nos hace saltar de una escena a otra de forma rítmica e impecable. Los electrodomésticos surgen de los bordes y vuelven a desaparecer con la misma rapidez, mientras que el bosque de ramitas iluminado que decora los bordes del escenario es un recordatorio constante e inquietante de la oscuridad que está por llegar.

Y, a veces, es realmente aterrador. Las marionetas de tela oscura de gran tamaño se mueven por encima de la cabeza y se desvían de forma amenazadora hacia el público; un gusano sangriento y realista se desprende, con violencia, de la piel del niño. Pero el horror cotidiano es igual de aterrador. La Úrsula de Laura Rogers es una imagen perfecta del mal enmascarado. Se cuela de manera seductora en la familia del niño, camuflada con rizos rubios y tacones altos. Ayudada por la dirección de movimientos de Steven Hoggett, está en todas partes y en ninguna; una escena en la que parece estar detrás de varias puertas a la vez es en particular inquietante.

Pero es la entrañable interpretación de James Bamford del héroe de 12 años la que prevalece. Solitario y torpe, es mayor que el niño del libro de Gaiman, pero mantiene la misma sensación de ingenuidad. Amante de la ciencia y de las novelas de fantasía favoritas, como la serie Narnia de CS Lewis, nos seduce con sus desgarradoras historias de fiestas de cumpleaños desatendidas y el dolor tácito por su madre muerta. Cuando entabla amistad con la encantadora Lettie Hempstock (Nia Towle), su encanto es palpable.

Representada por primera vez en el Dorfman Theatre del National Theatre en 2019, este traslado al West End consigue mantener la magia del íntimo original y transformarlo para adaptarlo a un espacio más grande. Inquietantemente memorable, esta producción impactante es teatro en su máxima expresión.

En el Duke of Yor’’s Theatre, Londres, hasta el 14 de mayo

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