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¿Tienes pesadillas? El queso podría ser el culpable, asegura un estudio

La mayoría de las personas que reportaron pesadillas y un mal descanso eran mujeres

Julia Musto
en Nueva York
Martes, 01 de julio de 2025 11:56 EDT
Comer queso antes de dormir causa pesadillas, afirman científicos
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¿Tienes pesadillas? Científicos afirman que consumir queso puede estar relacionado con los malos sueños.

Se ha descubierto una estrecha relación entre las pesadillas y la intolerancia a la lactosa. Asimismo, el dolor de estómago o los gases durante la noche pueden afectar el descanso.

Comprender esa relación (y, posiblemente, eliminar el queso de la alimentación) podría ayudar a mejorar la calidad del sueño, que puede ya sufrir alteraciones por la contaminación acústica y lumínica u otros problemas de salud. Dormir bien es fundamental para el buen funcionamiento del organismo.

“La gravedad de las pesadillas guarda una fuerte relación con la intolerancia a la lactosa y otras alergias alimentarias”, explicó en un comunicado el doctor Tore Nielsen, investigador principal de la Universidad de Montreal. “Estos nuevos hallazgos implican que cambiar los hábitos de alimentación de las personas con ciertas intolerancias alimentarias podría aliviar las pesadillas. También podrían explicar por qué la gente suele culpar a los lácteos cuando tiene malos sueños”.

¿Podría ser el queso la razón por la que tienes pesadillas? Científicos aseguran haber encontrado una conexión
¿Podría ser el queso la razón por la que tienes pesadillas? Científicos aseguran haber encontrado una conexión (Getty Images)

Para llegar a estas conclusiones, los investigadores interrogaron a más de 1000 estudiantes de la Universidad MacEwan de Canadá sobre su descanso, sus hábitos de alimentación y cualquier relación percibida entre ambos.

Alrededor de un tercio de los participantes informaron tener pesadillas con regularidad. La mayoría de quienes aseguraron dormir mal y tener pesadillas eran mujeres, quienes también eran más propensas a recordar sus sueños y casi dos veces más propensas que los hombres a declarar una alergia o intolerancia alimentaria.

Cerca del 40 % de los estudiantes manifestó que pensaban que comer tarde por la noche o ingerir determinados alimentos afectaba a su descanso, y aproximadamente una cuarta parte creía que el consumo de ciertos alimentos podía empeorar su calidad de sueño. Muchos atribuían un mal descanso a las comidas picantes, los dulces y los lácteos. Sin embargo, sólo el 5,5 % consideraba que lo que come influye en el carácter de sus sueños.

Las personas con dietas poco saludables tenían más probabilidades de tener pesadillas y menos probabilidades de recordar sus sueños.

Los autores compararon los reportes de intolerancias alimentarias con reportes de pesadillas y mal descanso, y descubrieron que la intolerancia a la lactosa estaba asociada a síntomas gastrointestinales, pesadillas y una calidad deficiente del sueño.

“Las pesadillas son peores para las personas intolerantes a la lactosa que sufren síntomas gastrointestinales graves y cuyo descanso se ve alterado”, afirma Nielsen. “Tiene sentido, porque sabemos que los sueños pueden verse afectados por otras sensaciones corporales”.

Hace falta más investigación sobre el consumo de queso, la intolerancia alimentaria y el mal descanso
Hace falta más investigación sobre el consumo de queso, la intolerancia alimentaria y el mal descanso (Getty Images for NYCWFF)

Los expertos notaron que una mayor conciencia sobre la intolerancia alimentaria podría suponer que los estudiantes del estudio ingirieran menos alimentos propensos a provocar consecuencias negativas. Un estudio anterior, realizado por Nielsen hace más de una década, mostró que un número aún mayor de participantes informó una relación entre su alimentación y sus sueños. Investigaciones previas a las de Nielsen también han señalado esta relación, y se ha informado que el queso azul en particular provoca sueños vívidos. Sin embargo, también hay estudios que demuestran que los lácteos contribuyen a una mejor calidad del sueño.

Aún no está claro cómo se influyen mutuamente el descanso y la alimentación. Los autores señalaron que hace falta más investigación para confirmar estos vínculos e identificar los mecanismos subyacentes.

“Tenemos que estudiar a más personas de diferentes edades, diferentes condiciones sociales y con hábitos alimentarios diferentes para determinar si nuestros resultados pueden generalizarse a una población más amplia”, afirma Nielsen.

El artículo se publicó el martes en la revista Frontiers in Psychology.

Traducción de Martina Telo

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