Rosario Ibarra de Piedra: La madre que luchó por los desaparecidos de México
Decidida a encontrar a su hijo desaparecido, Ibarra inspiró a cientos de madres a buscar a sus propios hijos desaparecidos sin dejar rastro
Ninguna mujer ha ganado el puesto más alto en México, pero en los 40 años desde que Rosario Ibarra de Piedra rompió el dominio masculino sobre la política y se convirtió en la primera mujer mexicana en postularse para presidente, varias han seguido sus pasos.
En la arena política conservadora y machista de México, fue un escándalo cuando, en 1982, una ex ama de casa convertida en activista, originaria de la conservadora ciudad de Monterrey, al norte del país, presumió competir contra los políticos establecidos, como el candidato del izquierdista Partido de los Trabajadores.
Su candidatura fue polémica incluso entre la izquierda, sin embargo, justo como lo hizo una década antes cuando su hijo de 19 años, Jesús, fue “desaparecido” (secuestrado) por el estado, movilizó a los grupos dispares.
Ibarra de Piedra mostró una determinación que había unido antes a docenas, luego a cientos, de otras madres cuyos hijos habían sido víctimas de un gobierno paranoico que intentaba llevar a cabo una “guerra sucia” contra cualquier sospechoso de ser disidente o albergar opiniones opositoras.
Aunque el gobierno y el ejército negaron tener a Jesús en su poder, era bien sabido que cualquier sospechoso de tener vínculos con la organización guerrillera Liga 23 de Septiembre solía ser llevado a una centro secreto de detención o directamente al campamento militar más cercano para ser interrogados y torturados.
A medida que la activista hacía un viaje digno y decidido entre estaciones de policía, oficinas de gobierno y cuarteles militares, entró cada vez más en contacto con altos funcionarios que no pudieron evitar quedar impresionados por la diminuta mujer, quien siempre llevaba un camafeo en el pecho (un retrato de su hijo desaparecido), insistiendo en ver al mismísimo presidente, lo que finalmente consiguió hacer.
Pero nadie pudo, ni quiso, decirle a ella ni a ninguna de las otras madres, la verdad: que más de 20.000 personas, en su mayoría jóvenes, habían sido sacados de las calles durante los setenta y los ochenta, muchas veces a las afueras de sus escuelas o universidades, y asesinados..
Doña Rosario, como llegó a ser conocida por admiradores y detractores, advirtió que hasta que no tuviera a su hijo en casa o le devolvieran su cuerpo, no se sentaría en casa a llorar.
Reunió a otras madres y familiares, y en 1977 formó lo que se convertiría en el Comité Eureka, la primera organización a nivel nacional formada por y para los familiares de los desaparecidos para cabildear tanto en el país como internacionalmente.
Gracias a sus esfuerzos, más de 100 personas “desaparecidas y presuntamente muertas” regresaron con vida con sus familias. El ejército nunca aceptó su responsabilidad y continuó difamando a sus víctimas, incluso a aquellas que no tenían nada que ver con el activismo.
María del Rosario Ibarra de la Garza nació en el estado de Coahuila en 1927. Su abuela era anarquista, y su padre luchó en la Revolución Mexicana.
Ibarra no era consciente de la lucha en su interior hasta el secuestro de Jesús. Alguna vez dijo que la Rosario que la gente conocía había nacido de su propio hijo. De hecho, hasta que la tragedia golpeó a su familia, era conocida a través del prisma de su relación con los hombres de su vida: como la hija de su padre, y luego como la esposa de un médico.
Fue nominada tres veces al Premio Nobel de la Paz y se volvió a postular a la presidencia en 1988. Sin embargo, los 80.000 votos que obtuvo la dejaron muy por detrás del candidato de izquierda principal.
En general, se creía que el resultado (una victoria más para el Partido Revolucionario Institucional, que para entonces había estado en el poder bajo una variedad de formas durante más de 60 años) había sido obtenido de manera fraudulenta. Rosario volvió a enfocarse en Eureka, además de cumplir dos mandatos como senadora.
El escritor Emilio Ruiz Parra señaló que encontró una especie de hijo sustituto en Rafael Sebastián Guillén Vicente, vocero del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, antes conocido como Subcomandante Marcos. De hecho, su pasión por la justicia para los pueblos indígenas más pobres y abandonados de Chiapas fue evidente cuando los observó juntos durante la reunión histórica en la selva Lacandona en 1994, después de que la primera ola de enfrentamientos disminuyera.
En sus últimos años apoyó la candidatura del actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, quien quiso otorgarle uno de los más altos honores del país, la Medalla Belisario Domínguez.
Aunque le agradeció, Ibarra de Piedra le dijo que no podía aceptarlo hasta que ella y las familias de los ahora 350.000 desaparecidos del país, incluidas aquellas cuyos hijos estaban entre los 43 estudiantes desaparecidos de la escuela rural normal de Ayotzinapa del estado de Guerrero, supieran la verdad sobre lo que les había pasado a sus hijos.
Rosario Ibarra de Piedra, activista por los derechos humanos, nacida en Saltillo, Coahuila, en 1927, murió en Monterrey, Nuevo León, el 16 de abril de 2022.