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¿Cómo era la relación de la princesa Diana con la Reina Isabel II?

A pesar de haber sido “aprobada” para ser la esposa de Carlos, Lady Di tuvo una muy complicada relación con la familia real en la que nunca llegó a encajar del todo

Soledad Villa
Martes, 20 de septiembre de 2022 13:29 EDT
Seis datos que no conocías de la Reina Isabel II

Durante muchos años la historia que vivió Diana de Gales al interior de la familia real fue un misterio, sin embargo, las diferentes producciones que se han hecho alrededor de esa época y sus personajes revelan que no sólo fue un periodo de gran exigencia, sino de gran presión, estrés, angustia y depresión para quien alguna vez fuera su vecina.

Diana Spencer, hija de un aristócrata con vínculos genealógicos con la realeza fue elegida para ser esposa del príncipe Carlos, primero en la línea para heredar el trono, a pesar de qué este tenía varios años de relación con Camila Parker, una mujer divorciada que no era vista con buenos ojos por la reina Isabel II.

Cuando se dio el anuncio del compromiso entre Carlos y Diana, la reina Isabel II estaba “radiante”, según publicó la revista Time.

Pero lo que en julio de 1981 parecía ser la pareja de ensueño, pronto se convirtió en una fuente inagotable de rumores, inestabilidad y mala prensa para la familia real que no se sentía cómoda con la forma en que la princesa opacaba a Carlos, un hombre más bien gris, incómodo y de comunicación escueta.

Hay poca información “oficial” sobre lo que sucedía detrás de las puertas del palacio, sin embargo, se sabe que Isabel II conocía a Diana desde que era una niña, pues su padre era asistente personal del padre de la reina, el rey Jorge VI y lo fue también de la propia reina en un inicio; mientras que la abuela Spencer, fue dama de compañía de la madre de la reina Isabel II.

Aunque al inicio todo transcurrió sin problemas entre la monarca y la princesa de 20 años, la relación de toda una vida no fue suficiente para que el espíritu libre, moderno y franco de Lady Di se acoplara a las formas rígidas, discretas y recelosas de la monarquía británica.

“Diana trabajó muy, muy duro para congraciarse con la reina (Isabel II) y ser la princesa que ella deseaba para su hijo, y lo hizo con mucho éxito”, dijo a Reader’s Digest London Arianne Chernock, profesora asociada de historia en la Universidad de Boston.

Sin embargo, fue su gran esfuerzo por “encajar” lo que al final fue contraproducente, según lo que dicen los analistas e historiadores.

“Ella estaba trabajando muy duro para encajar. Era una chica de ciudad y fingía amar el campo. Hizo todas las cosas que se suponía que debía de hacer, pero en realidad no lo disfrutó”, asegura Chernock.

Según la docente, la decepción de Lady Di llegó desde el momento en que se mudó al palacio de Buckingham durante los preparativos de la boda, pues esperaba que Su Majestad le ofreciera más orientación o una comunicación más fluida que nunca se dio.

“Diana describió su experiencia como profundamente solitaria y deseó que, especialmente las mujeres de la familia real hubieran sido más accesibles, más disponibles para ella”, declaró Chernock.

Por su parte, inmediatamente después de la boda, lo que Diana recibió de su suegra fueron responsabilidades reales, como representar a la familia real en el funeral de la princesa Grace de Mónaco sin la compañía o si quiera el beneplácito de su esposo.

La personalidad y brillo de Lady Di no sólo afectó al príncipe, sino a la reina misma, que no debía por ningún motivo ser opacada por una figura más natural y cercana a los británicos como era la de Diana.

La relación entre ambas mujeres declinó al mismo tiempo que la de Carlos y Diana, mientras que la sensibilidad de la princesa también se convirtió en una barrera entre ambas.

“La princesa lloró tres veces en media hora mientras esperaba para verte”, cita The Queen & Di a un asistente al que Isabel II respondió: “la tuve durante una hora y lloró sin parar”.

Diana jamás pudo reducir su brillo para no opacar al resto de la realeza

Al ver que la familia real le daba la espalda, Diana terminó de erosionar su relación con la reina al recurrir a la prensa por cuenta propia, dejando de lado el protocolo real y dejando en la monarquía la sensación de que “hablaba demasiado”.

El divorcio fue siempre un enemigo para la monarquía, y el del heredero al trono no significó menos. La separación de Lady Di y Carlos tomó varios años y alimentó los escándalos de la prensa hasta que en 1995 el palacio de Buckingham emitió el comunicado de prensa que antecedió el rompimiento oficial de 1996.

“Después de considerar la situación actual, la reina escribió tanto al príncipe como a la princesa a principios de esta semana y les dio su opinión apoyada por el duque de Edimburgo, de que es deseable un divorcio temprano. El príncipe de Gales también comparte este punto de vista y se lo ha hecho saber a la princesa de Gales. La reina y el duque de Edimburgo continuarán haciendo todo lo posible para ayudar y apoyar al príncipe y la princesa de Gales, y más particularmente a sus hijos, en este periodo difícil”, se leía.

La muerte de Diana Spencer, un año después del divorcio hizo caer sobre la reina Isabel II un peso inesperado, pues mientras los británicos la esperaban en Londres, ella decidió acompañar a sus nietos en Escocia, generando una airada respuesta de la opinión pública y alimentando teorías de conspiración sobre la muerte de la princesa.

Una semana después de su muerte, la noche anterior al funeral de Diana, Isabel II regresó a Buckingham para dar un discurso televisado sobre la muerte de la madre de sus nietos.

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