¿Seguiría viva la princesa Diana si se hubiera mudado a Estados Unidos?
Si no hubiera muerto hace 25 años este mes, Diana podría haber forjado un camino que su segundo hijo y su familia eventualmente siguieron al mudarse permanentemente a los EE.UU., escribe Andrew Buncombe.
Karen Brooks Hopkins estuvo allí cuando la princesa Diana deslumbró a la ciudad de Nueva York.
En febrero de 1989 (para entonces su matrimonio con el príncipe Carlos estaba irrevocablemente roto), voló a los Estados Unidos para lo que sería su primer viaje en solitario, aparentemente para promover las industrias británicas.
Asistió a un evento organizado por Dawson International, una firma de ropa de Escocia, visitó una famosa tienda en el Rockefeller Plaza y se adueñó de los titulares internacionales cuando visitó un centro para familias pobres en el Lower East Side y un hospital en Harlem donde abrazó a un niño que tenía sida.
Sin embargo, quizás el momento más singular y llamativo ocurrió cuando asistió a una producción itinerante de Falstaff de la Ópera Nacional de Gales, en la Academia de Música de Brooklyn (BAM).
En medio de un mar de trajes negros bien confeccionados, recuerda Hopkins, entonces presidenta y principal recaudadora de fondos de BAM, la princesa británica brillaba con un vestido blanco.
“Hubo un grito ahogado”, le dice a The Independent . Incluso Donald Trump quedó impresionado.
A medida que se acerca el 25 aniversario de su muerte en un accidente automovilístico en París, la próxima semana, Hopkins y otros recuerdan la visita de la princesa a Nueva York como el momento en que saltó al escenario mundial, sin su esposo, y en lo que pronto sería visto como un momento de independencia, si no un desafío absoluto, de la familia real.
Tres años más tarde, la pareja se separaría. Diana declaró en una entrevista que eran “tres en ese matrimonio”, una referencia a Camilla Parker Bowles, la exnovia de Carlos con quien seguía teniendo una aventura. (En realidad, había cuatro en el matrimonio, dado que Diana estaba saliendo con el Capitán James Hewitt).
La vertiginosa visita de tres días, para la cual voló en un Concorde, ha recibido nueva atención dado que aparece en la cuarta temporada de The Crown. También ha vuelto a encender la especulación sobre su supuesto deseo de mudarse a los Estados Unidos con sus hijos, librarse del control de la familia real y tratar de reducir su exposición a los paparazzi.
Ese curso de acción, por supuesto, sería seguido más tarde por su hijo menor, Harry, y su esposa, Meghan Markle, quienes han tratado de establecer una vida lejos de una institución supuestamente asolada por la crueldad y la desconsideración, encontrando oídos comprensivos en gente como Oprah Winfrey.
“En realidad, están siguiendo los pasos de la princesa Diana”, observó el antiguo mayordomo de la princesa, Paul Burrell, a CBS News hace dos años, cuando Harry y Meghan abandonaron Gran Bretaña y se mudaron, primero a Canadá y luego a California.
“Recuerdo que en su sala de estar dispuso los planos de una casa en Malibú, California, la antigua casa de Julie Andrews, y me dijo: ‘Voy a comprar esta casa para darles a William y Harry una nueva perspectiva de la vida’”.
Burrell comentó que creía que Diana habría aprobado la decisión, aunque le entristecería ver que sus hijos se pelearon.
“Ella acogería a Megan y Harry y les diría ‘Hagan lo que quieran. Hagan lo que les haga felices’”.
Tal como estaban las cosas, esa propiedad, una villa de estilo toscano en el área de Paradise Cove de Malibu en la que alguna vez vivieron Andrews y su esposo, Blake Edwards, fue comprada en junio de 1997 por el novio de Diana, Dodi Al-Fayed, por US$7,5 millones. La propiedad, ubicada en una finca de cinco acres (dos hectáreas), era donde supuestamente planeaban establecerse después de casarse.
Ese verano, luego de que los periódicos publicaran una imagen de Diana y Dodi besándose en un yate en San Tropez, la modelo estadounidense Kelly Fisher, entonces de 30 años, demandó a Fayed, alegando que ya le había propuesto matrimonio, sollozando en una conferencia de prensa organizada por la célebre abogada Gloria Allred.
“La hija de nadie merece ser tratada como mi hija”, señaló la madre de Fisher, Judith Dunaway.
Cualesquiera que fueran los planes que Diana y Fayed hayan tenido para esa casa, todos se desvanecieron en un instante.
En la madrugada del 31 de agosto de 1997, la pareja resultó fatalmente herida cuando un Mercedes Clase S, conducido imprudentemente rápido por el chofer de Fayed, se estrelló en el túnel Pont de l'Alma en París. Fayed y su conductor, Henri Paul, fueron declarados muertos en el lugar, mientras que el guardaespaldas Trevor Rees-Jones resultó herido pero sobrevivió. Diana fue llevada al hospital y murió varias horas después. Tenía 36 años.
La muerte de la princesa Diana marcó el comienzo de una sorprendente semana de duelo público en Gran Bretaña y en todo el mundo, así como acusaciones abiertas de crueldad contra el palacio.
En una elegía pronunciada durante su funeral en la Abadía de Westminster, y ampliamente vista como un cruel ataque contra el palacio, su hermano, el conde Charles Spencer, prometió proteger a sus hijos, que entonces tenían 12 y 15 años, de las restricciones de la realeza, y juró “nosotros , tu familia de sangre, haremos todo lo posible por continuar la imaginativa forma en la que estabas guiando a estos dos jóvenes excepcionales para que sus almas no estén simplemente sumergidas en el deber y la tradición, sino que puedan expresarse abiertamente como lo planeaste”. Sus palabras, transmitidas por un altavoz a la gran multitud que estaba apostada afuera, fueron recibidas con fuertes aplausos.
Spencer también confirmó que Diana había estado considerando mudarse de Gran Bretaña.
“No hay duda de que ella estaba buscando una nueva dirección en su vida en este momento. Hablaba interminablemente de alejarse de Inglaterra, principalmente por el trato que recibía de parte de los diarios”, contó.
“Creo que nunca entendió por qué los medios de comunicación se burlaban de sus genuinas buenas intenciones, por qué parecía haber un intento permanente a su nombre para destruirla. Es desconcertante”.
Un autor que conoció a Diana y la consideró “una amiga acogedora y divertida” fue el restaurador Alex Hitz.
Se reunió con Diana en Gran Bretaña y en Nueva York, y formó parte de un círculo que incluía a la fallecida diseñadora y miembro de la alta sociedad Marguerite Littman. Después de que el palacio anunciara en 1992 que Diana y Charles se iban a separar, ella lo visitó con más frecuencia y se hospedó en hoteles tan icónicos como el Carlyle.
“Era realmente encantadora. Era querida en Estados Unidos y Estados Unidos la amaba”, recuerda Hitz, fundador de la línea de productos alimenticios The Beverly Hills Kitchen.
Según él, Diana nunca le habló de mudarse a los Estados Unidos, pero estaba planeando un largo viaje al momento de su muerte.
“Ella quería volver y recorrer todo Estados Unidos”, relata.
“Hubiera sido divertido imaginarla viviendo en Estados Unidos. Ella era amada aquí y viceversa”.
Town & Country informó que uno de los mayores esfuerzos de recaudación de fondos de Diana fue organizado por Littman y otros, cuando la princesa donó 79 de sus vestidos para ser subastados por Christie's y así recaudar dinero para el Royal Marsden Hospital Cancer Fund y el AIDS Crisis Trust, que Littman había fundado. La venta recaudó US$3,25 millones.
Diana no asistió al evento. Para entonces vivía en el Palacio de Kensington, tras separarse de Carlos. Sin embargo, el New York Times destacó lo mucho que quería participar en la subasta.
“Quiere un fax para que el mayordomo pueda traerlo con la bandeja del desayuno”, reportó el diario citando a Meredith Etherington-Smith, directora creativa de Christie's International.
Entre los vestidos que se vendieron esa noche por buenas causas se encontraba un vestido de noche de terciopelo azul medianoche con hombros descubiertos de Victor Edelstein, que usó cuando bailó con John Travolta en la Casa Blanca en noviembre de 1985.
Ella y el príncipe Carlos fueron los invitados de Ronald Reagan, y fue otra noche en la que “cautivó” a los estadounidenses.
“Todos los invitados con los que hablé sobre esa noche sintieron que estaban siendo parte de un momento icónico”, escribió Tina Brown, una de las muchas biógrafas de la princesa, sobre ese día en The Diana Chronicles.
“Washington era y es una ciudad desaliñada, un centro de política pero no de moda”.
Añadió: "La combinación de belleza, refinamiento y juventud de Diana la convirtió exactamente en el correctivo que necesitaban los Reagan".
Si bien Diana entendió claramente el poder que tenía ante la lente, y puede haber sido atraída por la idea del glamour de Hollywood, esos sentimientos aparentemente fueron recíprocos.
Burrell cuenta una historia del día en que Kevin Costner la llamó por teléfono, aparentemente tratando de interesarla en un remake de The Bodyguard.
“Llamó y dijo: ‘¿Te gustaría estar en mi próxima película?’. Ella daba vueltas por el suelo riendo: ‘Lo siento, no sé actuar’”, narró Burrell a ABC News en 2003. "Él dijo: ‘No te preocupes, yo te enseñaré’”.
Costner luego confirmó que la había llamado y le había hecho la oferta. El borrador del guión, que Costner dice que obtuvo el día antes de su muerte, aparentemente incluía una escena de desnudo.
“Al estudio le gustó la idea de hacer Bodyguard 2“, expresó Costner a People TV en 2012, diciendo que Diana interpretaría el mismo papel que interpretó Whitney Houston en la original.
“Solo recuerdo que ella fue increíblemente dulce por teléfono, e hizo la pregunta, dijo: ‘¿Vamos a tener una escena de besos?’. Lo dijo de una manera muy respetuosa”.
Agregó: “Estaba nerviosa porque su vida estaba muy controlada. Y dije: 'Sí, habrá un poco de eso, pero también podemos arreglarlo’”.
Hubo otros indicios, en los meses previos a su muerte, de que Diana quería hacer algo más allá de los confines del palacio.
En enero de 1997, viajó a Angola y caminó por un campo de minas terrestres, apoyando el trabajo de la Cruz Roja Británica y la ONG sobre minas Halo Trust, que buscaban una prohibición mundial de los dispositivos. Más tarde se reveló que el viaje enfureció al gobierno británico, ya que su posición sobre las armas era diferente a la de Diana.
Tras la muerte de Diana, Tina Brown recordó en el New Yorker un almuerzo al que asistió en Nueva York con Diana en el restaurante Four Seasons, donde dijo que quería ser enviada en “misiones”. Brown le preguntó a qué se refería.
“Realmente me gustaría mucho ir a China”, dice [Diana]. “Soy muy buena descifrando las cabezas de las personas”.
¿Pero una vida permanente en Estados Unidos?
El historiador real Robert Hardman explica que no había duda de que Diana tenía una historia de amor con los Estados Unidos, y que muchos en el país estaban igualmente encantados con ella. Después de su muerte, una edición conmemorativa del Newsweek sobre la difunta princesa sería una de las más vendidas desde la Segunda Guerra Mundial.
“Le encantaba ir a los Estados Unidos. Recuerdo el año antes de su muerte, había estado en una gran recaudación de fondos en Chicago, y simplemente cautivó a la ciudad”, narra Hardman, cuyos libros incluyen Queen of the World y Queen of Our Times: The Life of Elizabeth II.
No está claro si se habría mudado a los Estados Unidos permanentemente, agrega.
Diana todavía estaba tratando de averiguar qué quería hacer con su vida en un momento crítico, dice, y sabía que tenía que poner a sus hijos primero.
Y ella, al igual que el príncipe Harry, descubrió que recorrer un camino fuera del Palacio de Buckingham no era un proceso simple.
“Por razones completamente diferentes, creo que Harry lo ha descubierto, y lo que Diana estaba descubriendo es que eres de la realeza o no lo eres. Es muy difícil establecer un modus vivendi a medio camino”.
Hardman añade que en la prensa siempre se hablaba de mudarse a Estados Unidos. Del mismo modo, mientras que la familia de Fayed afirmó que los dos estaban listos para casarse, otros amigos de la princesa aseguran que ella no tenía ese plan.
“Cualquiera que diga: ‘Esto es lo que Diana habría hecho’. No creo que nadie [lo sepa]”, opina.
Karen Brooks Hopkins, la funcionaria de la BMA que ahora se desempeña como presidenta emérita, dice que tampoco afirmaría saber lo que Diana buscaba en su vida.
En ese evento de alto perfil en Brooklyn, seguido de una cena para 1.000 personas en el Winter Garden del World Financial Center, presentó luminarias de alto perfil a la invitada de honor real. Señala que le impresionó el encanto fácil de Diana.
Hopkins tenía claro que a Diana le gustaban los grandes eventos y un sentido del drama.
También era evidente que estaba tratando de encontrar su camino.
¿Habría encontrado la paz en Estados Unidos?
“Es muy difícil determinarlo porque, obviamente, había mucha presión y atención”, sostiene. “Toda el fin de su matrimonio fue una historia tan triste y grande. No sé si alguien así alguna vez realmente escapa del centro de atención de una manera que les traiga paz.
“Pero sí creo que habría sido una gran neoyorquina”, apunta.
¿No en la costa oeste?
“A los neoyorquinos les encanta salir. A los neoyorquinos les encanta involucrarse en la cultura e ir a restaurantes y tener conversaciones interesantes y relacionarse entre ellos”.