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Palestinos enfrentan una decisión imposible: quedarse en casa bajo bombardeos o huir bajo bombardeos

Isabel Debre,Fatima Shbair
Viernes, 13 de octubre de 2023 20:21 EDT
ISRAEL-PALESTINOS-LOS CIVILES
ISRAEL-PALESTINOS-LOS CIVILES (AP)

Mientras contemplaba los callejones pulverizados y ahora deshabitados del campamento de refugiados de Jabaliya, en el norte de Gaza, Naji Jamal estaba congelado por la indecisión.

¿Debía acatar la exigencia del ejército israelí de que todos los palestinos desalojen la zona y emprender el arriesgado viaje al sur de Gaza, donde lo único seguro era que se quedaría sin hogar? ¿O debía quedarse en su edificio de varios pisos —dentro de lo que el ejército de Israel ha designado ahora zona objetivo— antes de una probable invasión terrestre israelí?

“Es una pregunta existencial, pero no hay respuesta”, comentó Jamal, un trabajador del sector salud de 34 años. “No hay ningún refugio seguro, no hay ningún lugar que no esté siendo bombardeado y asediado, no hay ningún lugar adonde ir”.

En una orden sin precedentes dirigida a los civiles del norte de la Franja de Gaza y de Ciudad de Gaza, el ejército israelí dio a 1,1 millones de palestinos 24 horas para decidirse. Era el sexto día de bombardeos israelíes lanzados en represalia por el ataque de Hamas, que mató a más de 1.300 israelíes.

Mientras el reloj avanzaba, cientos de miles de reservistas del ejército israelí se concentraban cerca de la frontera norte de Gaza. Los aviones de combate israelíes rugían sobre la zona y lanzaban bombas a baja altura contra viviendas y rascacielos. Los grupos humanitarios hicieron un llamado a la comunidad internacional para que detuviera lo que denunciaban como un posible crimen de guerra de desplazamiento forzado de la población.

En los hospitales, escasos de personal y mal abastecidos, los médicos palestinos dijeron que no tenían más remedio que quedarse. No había forma de evacuar Shifa, el mayor hospital de Gaza, según declaró su director general, Mohammad Abu Selim. A pesar de que el hospital era un caos —su suministro de electricidad disminuyó por el asedio israelí, sus camas estaban desbordadas, su morgue ya rebasó su capacidad—, Abu Selim dijo que simplemente no había otro lugar seguro en Gaza donde internar a 600 pacientes, muchos de ellos en estado grave por los ataques israelíes.

“Pedirnos que evacuemos es ridículo, es imposible”, dijo Abu Selim.

Pero otros cientos de miles de palestinos de todo el territorio se debatían entre la agonizante elección a medida que se intensificaban las acciones militares israelíes. El ejército de Israel afirma que está bombardeando infraestructura de Hamas, no a civiles, una afirmación que los palestinos refutan.

Muchos huyeron hacia el sur para salvar sus vidas, metiéndose en los coches de sus familiares y avanzando por calles bloqueadas por los escombros, mientras a su alrededor continuaban cayendo bombas. Una fila desordenada de tractores y carretas tiradas por burros se extendía unos 30 kilómetros a través de la franja, convirtiendo lo que normalmente es un viaje tranquilo de 45 minutos en un angustioso —y para docenas de personas, mortal— viaje de dos horas.

Los bombardeos israelíes contra los vehículos de evacuación causaron la muerte de al menos 70 personas, según la oficina de prensa de Hamas.

“No confío en ellos”, dijo Ali Abdul Bari, un residente de 37 años de Ciudad de Gaza, refiriéndose al ejército israelí. “Pero siempre haré lo que pueda para mantener a salvo a mi familia”.

El apartamento de Bari, en el extremo noroeste de Ciudad de Gaza, fue arrasado por un enorme bombardeo a última hora del jueves. Aturdido y cansado por las noches en vela, llegó a Jan Yunis, ciudad del sur de Gaza, tras la orden de desalojo, pero no cabían todos los miembros de su familia en el coche. Prometió a sus tíos que volvería a por ellos el sábado. Bari señaló que la decisión era sencilla para él.

“Soy responsable de mis padres, mis hermanos y mis hermanas”, dijo.

Cuando se le preguntó cómo podrían los civiles ponerse a salvo mientras continuaban los intensos bombardeos, el contralmirante Daniel Hagari, portavoz militar israelí, dijo a los periodistas: “Intentaremos asegurarnos de que así sea”.

A pesar del peligro, algunos se negaron obstinadamente a abandonar sus hogares. Veían pasar los convoyes, recordando anteriores mareas de refugiados palestinos que huían de otras guerras sólo para no poder regresar nunca a sus hogares. Algunos palestinos recuerdan lo que llaman la Nakba, o “catástrofe”, de la creación de Israel en 1948, cuando unos 700.000 huyeron o fueron expulsados de sus hogares en lo que hoy es Israel. Los dirigentes de Hamas en Gaza también han instado a la población a no huir, y calificaron la orden de Israel de “guerra psicológica” para romper su solidaridad.

“Esto es la Nakba, todos nuestros traumas, otra vez”, manifestó el activista Yasser Hasouneh, en Ciudad de Gaza. “No nos dejaremos intimidar”.

Otros no tuvieron los medios o la previsión de hacer las maletas y marcharse.

Jamal, del campamento de Jabaliya, simplemente no tenía coche. La idea de apilar a su hijo pequeño, a su madre enferma y a otros 30 miembros de la familia en una carreta y enviarlos a través de una zona de guerra lo hizo estremecerse. Dijo que estaba resignado a lo que Dios le tuviera reservado.

“Así estaremos juntos y podremos leer el Corán y orar”, dijo.

Para muchos, la noticia del desalojo se propagó lentamente, debido al colapso de las redes de telefonía móvil e internet en gran parte de Gaza.

En el corazón de Ciudad de Gaza —un distrito antaño vibrante que ha quedado vacío por los intensos bombardeos— Saeb al-Jarz, un ingeniero de 27 años, esperaba noticias de su padre, quien resultó herido en un bombardeo de Israel contra su torre residencial a última hora del jueves. Tres de sus vecinos murieron y la casa de su familia quedó destruida.

Todavía conmocionado por las escenas que presenció, Al-Jarz se enteró por primera vez del ultimátum de desalojo del ejército israelí por un periodista de The Associated Press. El pánico se apoderó de él y se apresuró a decidir qué hacer con sus 25 familiares.

“Quizá nos quedemos, porque si morimos, moriremos juntos”, dijo.

Le temblaba la voz. Cambió de opinión.

“En realidad, quiero vivir”.

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DeBre informó desde Jerusalén.

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