Algunos se marchan de Wajima tras el sismo, pero esta pescadera está decidida a reconstruirla
A Yoshie Minamidani le dio un vuelco el corazón cuando vio al atigrado gato callejero, una de las señas de identidad de la famosa calle comercial Asaichi Dori de la ciudad de Wajima, en la costa occidental de Japón.
Como el felino, ella también sobrevivió al sismo de magnitud 7,6 que remeció la ciudad de la prefectura de Ishikawa y las regiones próximas el día de Año Nuevo, y que dejó al menos 180 muertos, decenas de desaparecidos y edificios reducidos a escombros, incluyendo la pescadería de Minamidani.
“Volveremos. Estoy decidida", dijo el martes a The Associated Press en una entrevista telefónica. “Hay mucho que debemos proteger, aunque estamos empezando de cero".
Su pecho se contrajo y se quedó sin habla cuando vio por primera vez las fachadas torcidas, las tejas rotas sobre el pavimento agrietado y la cinta amarilla que bloqueaba la entrada a una toda sección arrasada por un incendio.
“El Asaichi Dori con el que crecí había desaparecido", aseveró.
Las anchoas al estilo japonés estaban entre los recipientes de pescado procesado en varias salsas que rodaron ladera abajo desde el almacén de su planta de procesado. No tenía claro cuándo podrá recuperarlos o si podrá hacerlo siquiera.
Eran valiosos, añadió, y se necesitan varios días de trabajo duro y amoroso para su elaboración.
Su ciudad fue la más afectadas. Del número total de víctimas mortales, 81 se registraron en Wajima. Además, hay unos 120 desaparecidos y 565 heridos. Decenas de miles de viviendas seguían sin agua corriente o electricidad. Muchos, incluyendo Minamidani, se encontraron con que sus hogares estaban demasiado dañados para vivir allí.
En su tienda, el suelo y la planta de procesado cedieron y eran demasiado peligroso estar allí. Por suerte, otra vivienda cercana seguía en pie y ahora alberga a nueve personas, incluyendo su esposo, sus dos niños, y otros familiares que se quedaron sin casa.
Ya tenían electricidad, pero no disponían aún de agua corriente.
Ishikawa contabilizó más de 1.400 viviendas destruidas o gravemente dañadas. Los centros de evacuación albergaban a 30.000 personas. Las intensas nevadas y las más de 1.000 réplicas elevaron el temor a más deslaves.
Minamidani se siente afortunada. Estaba en el coche con su esposo y sus dos hijos, de camino a un templo para celebrar el Año Nuevo y rezar por la buena fortuna, cuando se produjo el potente sismo. Ninguno de ellos resultó herido.
Las alarmas de alerta por terremotos sonaron en sus celulares y llamó a su madre para asegurarse de que estaba bien.
El gato recién avistado, Chi-chan, es una especie de celebridad en el vecindario. Su gemelo, Dai-chan, no ha aparecido.
Minamidani creció viendo como su abuela subía al tren con pesadas cargas de pescado para venderlo en el mercado. Ella regresaba corriendo de la escuela para ayudarle a prepararlo.
Abrió la tienda cuando tenía 17 años, hace tres décadas.
Su lema es recordar que los negocios conectan a la gente entre sí. Los clientes acuden a comprar su mercancía no solo por el pescado, sino porque quieren comprárselo a ella. Así que no puede dejar que la vean triste. Tiene que seguir sonriendo.
Minamidani se ha unido a una docena de personas de Wajima para alquilar un local en la cercana ciudad de Kanazawa, que salió relativamente indemne de los sismos, y reemprender sus negocios de pescado juntos. Podrían tener que utilizar ejemplares capturados en otros puertos, ya que los barcos que faenan en el de Wajima quedaron muy dañados. Los pescadores de Wajima dicen que se necesita más tiempo antes de que puedan salir a la mar.
Es consciente de que algunos en Wajima se han rendido y se están marchando. Ella se quedará y recuperará la ciudad, afirmó.
Minamidani grabó un video mostrando los daños que sufrió su auto y lo colgó en YouTube, con traducciones al inglés realizadas a través de una aplicación. Lo tituló “Que lo vea tanta gente como sea posible". Espera que la gente haga donaciones para ayudar a la reconstrucción.
Cuando las cosas se calmen, quiere que todo el mundo vaya de visita, desde otras naciones y desde todo Japón. Lo bueno de Wajima no es solo el pescado y la gente, afirmó.
“El tiempo pasa despacio aquí", afirmó Minamidani. “Cuando observas la puesta de sol, sin pensar en nada, tu corazón se vuelve limpio y puro".