Lo que revela el insulto furioso de Trump sobre su relación con Netanyahu
En un extraordinario arranque de furia, Donald Trump arremetió contra su aliado más cercano, Israel, en lo que podría ser una señal de lo que está por venir, escribe la corresponsal internacional principal, Bel Trew
Una muestra tan pública de furia descontrolada por parte de un presidente estadounidense resulta extraordinaria y, quizás, sin precedentes.
De pie en el Jardín Sur de la Casa Blanca, Donald Trump enfrentaba a un grupo de periodistas que acababan de preguntarle sobre las violaciones al alto el fuego, anunciado por él mismo horas antes en redes sociales, entre Israel e Irán.
Inclinándose hacia adelante, con el rostro tenso y visiblemente enfurecido, el presidente lanzó: “Llevan tanto tiempo enfrentados que ya no saben ni por qué m***** lo hacen”.
“¿Lo entienden?”, gritó enfurecido antes de dirigirse a su helicóptero.
Minutos antes, Trump había repetido al menos en cuatro ocasiones que se sentía molesto con Israel, el aliado más cercano de Estados Unidos en Medio Oriente, y posiblemente en todo el mundo.
“No estoy contento con Israel. Cuando digo: ‘Está bien, ahora tienen 12 horas’, no sales en la primera hora y simplemente lanzas todo lo que tienes contra [Irán]. Así que no estoy contento con ellos”, afirmó con el ceño fruncido y el tono visiblemente molesto.
“Me molesta que Israel haya actuado esta mañana por un solo cohete que ni siquiera impactó, y que quizás fue disparado por error. No apruebo esa reacción”.
El lenguaje empleado por Trump, incluso tratándose de un presidente conocido por su comportamiento errático, resultó sumamente vehemente.
Barbara Leaf, quien hasta principios de este año se desempeñó como secretaria adjunta de Estado de EE. UU. para Asuntos del Cercano Oriente, calificó la escena como insólita en declaraciones a The Independent: “Resulta insólito que el presidente haya reprendido en público al gobierno israelí, instándolos de forma directa a frenar los bombardeos.
“Trump está muy involucrado a nivel personal en este asunto. Pero ya veremos. Es una situación frágil. El alto el fuego llega mientras el conflicto sigue abierto”.
Trump no es ajeno a los altercados públicos y acalorados con líderes que, en teoría, deberían figurar entre los aliados más estrechos de Washington.
Uno de los episodios más notorios ocurrió en febrero, durante una tensa conferencia de prensa junto al presidente ucraniano Volodímir Zelenski. El encuentro terminó en una discusión a gritos entre ambos mandatarios, mientras la embajadora de Ucrania observaba la escena con la cabeza entre las manos.
Sin embargo, el uso de una expresión tan contundente (la palabra m*****) para describir las acciones de un socio estratégico como Israel llega después de meses de creciente tensión entre ambos gobiernos. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha lanzado sucesivas campañas de bombardeos devastadores en la región, en ocasiones aparentemente en contra de los deseos de Trump, quien ha intentado proyectarse durante su campaña como un “pacificador presidencial”.
Este giro en la postura presidencial también se refleja en un cambio más amplio dentro de la opinión pública estadounidense. Según una encuesta de Gallup realizada en marzo, el apoyo a Israel en Estados Unidos cayó a su nivel más bajo en los últimos 25 años, en lo que parece ser una reacción directa a la devastadora guerra en Gaza y otros frentes de conflicto. Si bien los ataques perpetrados por Hamás en el sur de Israel en octubre de 2023 fueron sangrientos y estremecedores, la decisión del primer ministro Benjamín Netanyahu de arrasar Gaza y someter a más de dos millones de civiles a condiciones extremas de hambre y desplazamiento ha generado un alto costo político y humanitario.
Y así, cuando el polvo comience a asentarse, una de las consecuencias más notables de esta extraordinaria “guerra de 12 días”, como Trump la ha llamado con orgullo, será el agravamiento de una relación ya deteriorada entre dos aliados históricos: Estados Unidos e Israel.
Resulta muy revelador que el comunicado emitido por Benjamín Netanyahu tras el arrebato de Trump intentara minimizar las acciones militares de Israel posteriores al alto el fuego. En su declaración, el primer ministro afirmó que las Fuerzas de Defensa de Israel solo habían atacado una instalación de radar, en respuesta a violaciones del acuerdo por parte de Irán. Esto contrasta de forma contundente con la retórica grandilocuente del ministro de Defensa, Israel Katz, quien pocas horas antes había asegurado haber ordenado al ejército israelí “responder con contundencia, con potentes ataques contra objetivos del régimen en pleno corazón de Teherán”.

Netanyahu concluyó su declaración con una promesa de contención: aseguró que Israel se abstendría de realizar ataques adicionales. Añadió que “el presidente Trump expresó su gran aprecio por Israel, que logró todos sus objetivos en esta guerra, así como su confianza en la estabilidad del alto el fuego”.
Tres semanas antes de que Israel iniciara este conflicto extraordinariamente arriesgado, fuentes de inteligencia estadounidenses informaron a CNN que Tel Aviv se estaba preparando para lanzar un ataque contra Irán.
En ese contexto, Dennis Ross, exasesor especial del presidente Barack Obama, señaló que la decisión de compartir esa información con un medio de comunicación importante no parecía tener como propósito “facilitar o alentar ese ataque”, sino “todo lo contrario”.
“Si Israel actúa, querrá evitar que los iraníes se preparen, para maximizar el factor sorpresa y asegurarse de que no puedan mover ni ocultar centrifugadoras”, concluyó Ross.
De hecho, ha tomado forma la imagen de un proceso interminable, en el que un presidente estadounidense se vio dividido entre la diplomacia que promovió durante su campaña electoral y el respaldo a la acción militar de un aliado cuyas decisiones, claramente, no podía controlar por completo.
Fuentes militares y diplomáticas declararon a Reuters que el Pentágono, quizás de manera reticente, comenzó a elaborar planes de contingencia detallados para asistir a Israel en caso de que decidiera concretar su antigua aspiración de atacar las instalaciones nucleares de Irán.
Según esas mismas fuentes, la conclusión fue que, aunque Trump no rechazó abiertamente la idea, tampoco existen indicios de que la haya aprobado de forma definitiva. Poco después, Israel bombardeó territorio iraní, apenas días antes de que Omán albergara la sexta ronda de conversaciones entre Irán y Estados Unidos.

Todo esto ocurrió tras una serie de tensiones acumuladas y desaires evidentes.
El primer gran viaje internacional de Trump lo llevó a Medio Oriente en mayo, pero llamó la atención que no incluyera una visita a Israel. En cambio, el presidente, quien, en el fondo, se comporta como un hombre de negocios de naturaleza transaccional, firmó acuerdos multimillonarios con líderes del Golfo en ceremonias fastuosas, en las que incluso llegó a presumir que Catar le había regalado un avión.
Al mismo tiempo, su equipo mantuvo negociaciones directas con Hamás para lograr la liberación de rehenes y explorar un posible alto el fuego, aparentemente sin consultar a Israel. Se trató de una medida sin precedentes para un gobierno estadounidense.
Así, aunque por ahora parezca que el conflicto ha llegado a un final inestable, la situación permanece, en términos de Barbara Leaf, “detenida”, pero no “resuelta”.
Y uno de los asuntos aún sin resolver podría ser la relación entre Israel y Estados Unidos.
Traducción de Leticia Zampedri