Fiscales retiran cargos en caso por letras escritas a mano de “Hotel California”
Desde el principio, el caso era muy inusual: un proceso penal centrado en la disputa por la propiedad de las letras escritas a mano de “Hotel California” y otros éxitos de la banda Eagles.
Su final fue aún más inesperado.
En medio del juicio, los fiscales de Nueva York abandonaron abruptamente su caso el miércoles contra tres expertos en objetos coleccionables que habían sido acusados de asociación delictuosa para retener y vender las páginas, que el cofundador de Eagles, Don Henley, afirmaba eran robadas, artefactos que reflejaban el proceso creativo de la banda.
Al explicar el impactante giro en el caso, los fiscales coincidieron en que los abogados defensores habían sido sorprendidos en los últimos días al obtener 6.000 páginas de comunicaciones que involucraban a Henley y sus abogados y asociados. El material fue proporcionado a ambas partes apenas en los últimos días, después de que Henley y sus abogados aparentemente tomaran la decisión tardía de renunciar a su privilegio para mantener la confidencialidad de sus discusiones legales.
“Estas revelaciones tardías ilustraron información relevante que la defensa debería haber tenido la oportunidad de explorar” cuando Henley y otros testigos de la fiscalía estaban en el estrado, dijo a la corte el fiscal auxiliar de distrito de Manhattan, Aaron Ginandes.
Con eso, el comerciante de libros raros Glenn Horowitz, el ex curador del Salón de la Fama del Rock & Roll Craig Inciardi y el vendedor de objetos de recuerdo de rock Edward Kosinski fueron absueltos de todos los cargos, que incluían asociación delictuosa para poseer propiedad robada.
El caso se centró en aproximadamente 100 páginas que reflejaban la creación de una pieza clásica del rock. El álbum de 1976 “Hotel California” se ubica como el tercero más vendido de todos los tiempos en Estados Unidos, en gran parte debido a la fuerza de la canción que le da título, evocadora e inquietante, sobre un lugar donde “puedes entregar tu habitación cuando quieras, pero nunca puedes irte”.
Los fiscales habían dicho que los acusados sabían que las páginas tenían una propiedad dudosa, pero trataron de conservarlas y venderlas de todos modos, conspirando para inventar una procedencia que pasaría la prueba con las casas de subastas y evitaría que Henley les exigiera devolver los documentos.
A través de sus abogados, los acusados afirmaron que eran propietarios legítimos de páginas que no fueron robadas.
“El siguiente paso es reconstruir nuestra reputación”, dijo Inciardi en una declaración escrita después de que se retiraran los cargos. Kosinski, al salir de la corte, se limitó a decir que se sentía “muy bien” por el final del caso.
Horowitz abrazó a sus familiares entre lágrimas y luego abandonó la corte sin hacer comentarios. Uno de sus abogados, Jonathan Bach, dijo que el caso “nunca debió haberse presentado”.
Un abogado de Henley, por su parte, señaló que no ha terminado con el asunto.
“El señor Henley ha sido víctima una vez más de este resultado injusto”, dijo el abogado Dan Petrocelli en un comunicado. “Hará valer todos sus derechos en los tribunales civiles”.
Uno de los abogados de Kosinski, Scott Edelman, dijo que también iban a “evaluar los próximos pasos”.
“El fiscal de distrito en este caso quedó cegado por la fama y la fortuna de una celebridad”, dijo Edelman fuera de la corte, “y eso los cegó a la información que no se les estaba dando”.
Al desestimar formalmente el caso, el juez Curtis Farber dijo que los fiscales “aparentemente fueron manipulados”. Sin dar nombres, dijo que los testigos y sus abogados utilizaron el privilegio abogado-cliente “para ofuscar y ocultar información que creían que sería perjudicial”. Las comunicaciones que condujeron a la desestimación del caso no se dieron a conocer públicamente.
La defensa sostuvo que Henley entregó las páginas de las letras hace décadas a un escritor que trabajaba en una biografía de los Eagles que no llegó a publicarse y luego vendió las hojas manuscritas a Horowitz. Él, a su vez, se las vendió a Inciardi y Kosinski, quienes comenzaron a subastar algunas de las páginas en 2012.
Henley, que se dio cuenta de que no las tenía cuando aparecieron a la venta, denunció que habían sido robadas. Testificó que en el juicio dejó que el autor del libro estudiara minuciosamente los documentos para investigar, pero “nunca se los regaló ni se los dio a nadie para que los guardara o los vendiera”.
El escritor no fue acusado de ningún delito y no ha declarado. Tampoco ha respondido a los mensajes sobre el juicio que se le han enviado.