Por qué Estados Unidos está a punto de empezar a “hacer la guerra a los lobos”
En muchas partes de América las cosas no pintan bien para el lobo, escribe Andrew Buncombe
Cuando se trata de la cuestión de los lobos en la naturaleza, puede ser difícil encontrar un terreno común.
En todo el mundo, pero quizás especialmente en el Oeste americano, la gente tiende a caer en uno de los dos bandos.
O bien creen que la presencia del Canis lupus, el lobo gris, es algo que hay que celebrar, no sólo por sí mismo, sino por los beneficios en cascada que el depredador puede tener en ecosistemas enteros.
Otros creen que estas criaturas son una amenaza absoluta, “una piraña en la tierra”, que puede devastar importantes poblaciones de animales de caza, así como el ganado, y que, por tanto, deben ser cazadas sin piedad.
La lucha por el futuro del lobo lleva muchos años, y en muchas partes del mundo ha sido cazado hasta su extinción. En otros lugares, como Francia y Alemania, se ha intentado con éxito reintroducir manadas a pesar de la oposición, a menudo ruidosa, de algunos ganaderos.
En los estados norteamericanos de Idaho y Montana, el impulso parece estar muy del lado de los que quieren deshacerse de los lobos.
Las nuevas leyes aprobadas en los dos estados facilitarán a los cazadores disparar o atrapar a estos animales, que fueron retirados de la lista federal de especies en peligro de extinción después de que su número se recuperara tras más de un siglo de esfuerzos de exterminio.
En abril, el proyecto de ley 314 del Senado de Montana estableció una cifra que permitiría a los cazadores matar hasta el 85% de los lobos del estado. Permitiría matar a los animales mediante el uso de trampas con cebo, e incluso disparando de noche con visores especiales y focos.
Mientras tanto, en mayo, la asamblea legislativa de Idaho aprobó el proyecto de ley 1211 del Senado, que permite al estado contratar a contratistas privados para matar hasta el 90% de sus lobos, utilizando motos de nieve y vehículos todoterreno (ATV).
Las autoridades calculan que hay unos tres mil animales repartidos por esos estados, junto con Wyoming. También hay poblaciones en Minnesota, Michigan, Wisconsin y Washington.
Michelle Lute, conservacionista y científica del Proyecto Coyote, un grupo de ámbito nacional que busca trabajar por una relación más saludable entre la vida salvaje y las poblaciones humanas, dice que las nuevas leyes marcan una importante escalada en los esfuerzos por matar lobos en esos estados.
“Se trata de la caza con trampas, de disparos aéreos, de volver a las recompensas autorizadas por el estado en diferentes formas. Es la contratación de asesinos a sueldo para matar lobos”, dice a The Independent.
“Creo que no se pueden exagerar los riesgos, porque los lobos son un importante depredador ápice que tiene beneficios en cascada para los ecosistemas. Así que lo que está en riesgo no es sólo la población de lobos en las Rocosas del Norte y en los Grandes Lagos, sino ecosistemas enteros que se benefician de tener depredadores en el paisaje”.
Dice que múltiples estudios realizados en lugares como el Parque Nacional de Yellowstone, en Wyoming, han demostrado los beneficios de la presencia de lobos en muchos hábitats. Las especies de presa, como los alces y los ciervos, “se sienten amenazadas” y, por tanto, no pastan en exceso en un mismo lugar.
Esto permite que ciertas plantas se vuelvan a arraigar, lo que a su vez ha propiciado el regreso de los castores. Estos han mejorado notablemente la salud de los ríos al construir presas, que ayudan a frenar la erosión.
Y añade: “Así que se trata de una guerra a gran escala contra los lobos, que tiene un impacto enorme y desmesurado”.
Steve Alder es director ejecutivo de Idaho for Wildlife, un grupo pro-caza con sede en Boise. Hace diez años, cuando su grupo organizaba cacerías de lobos, recibió un sinfín de amenazas de muerte.
Sin embargo, insiste en que los medios de comunicación han lavado el cerebro al público y a los activistas.
Afirma que hay pruebas generalizadas, no sólo de que los lobos atacan y matan al ganado, sino de que no se limitan a matar para alimentarse, sino que también “matan por exceso”.
Afirma que la población total que las nuevas leyes permiten para los lobos de Idaho -sólo 150 de sus actuales mil 500 animales- sigue representando un 50% más de lo acordado en su plan de gestión del lobo de 2002.
Alder, que rechaza las sugerencias de que los lobos tienen un “efecto cascada” en otros entornos, dice que normalmente se cazan en invierno. Afirma que espera que en 2021 los cazadores maten muchos animales.
“Espero que se disparen más lobos y se maten más lobos, y habrá más alces y habrá más caza mayor y más ganado”, externa. “Será lo que acordamos hace 25 años”.
Se ha escrito mucho sobre los motivos de la persecución de los lobos en los estados del oeste de Estados Unidos. Los expertos afirman que es complicado y polifacético.
Algunos creen que los terratenientes temen o se resienten a la presencia del gobierno federal si una especie en sus tierras está catalogada como protegida. Algunos dicen que existe una percepción de amenaza exagerada sobre el lobo.
Y no es sólo en el Oeste americano donde el lobo gris debe tener cuidado. Gizmodo informó que en noviembre del año pasado, la administración de Donald Trump eliminó la protección de especies en peligro de extinción para el lobo en los estados del Alto Medio Oeste, Wisconsin, Minnesota y Michigan.
Uno de los resultados fue que en Wisconsin, este febrero, se hiciera una cacería de lobos ordenada por el estado, en la que se mató al 20% de sus lobos en pocos días.
En mayo, activistas de grupos como el Sierra Club y The Humane Society of the United States, instaron a Joe Biden a restablecer la protección federal de los lobos grises en las Rocosas del Norte, incluyendo Wyoming, Idaho y Montana.
“Las directrices legislativas de Idaho y Montana para matar lobos por casi cualquier medio posible ponen en grave peligro las poblaciones de lobos en el Oeste”, dijo Andrea Zaccardi, abogada principal del Centro para la Diversidad Biológica. “El Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EE.UU. debería devolver inmediatamente las protecciones de la Ley de Especies en Peligro a estos lobos para detener las inminentes matanzas estatales antes de que sea demasiado tarde”.
En algunos lugares, a los lobos les ha ido mejor. 75 años después de que el último lobo salvaje fuera abatido en Colorado, el pasado noviembre la población votó a favor de una iniciativa electoral para reintroducir la especie en el estado. La medida fue aprobada por 56 mil votos y ha dado a los funcionarios estatales el mandato de crear un plan de reintroducción del lobo gris para finales de 2023.
Shawn Cantrell, experto en lobos del grupo activista Defenders of Wildlife, afirma que la votación en Colorado fue un ejemplo de lo que se puede conseguir educando al público sobre los lobos.
Dice que su organización ha estado sobre el terreno tratando de educar a la gente en muchos lugares en los que el lobo se ha convertido en un tema emocional y divisivo - Idaho y Montana en particular. Dice que el éxito que su grupo ha tenido con los ganaderos del estado de Washington, para ayudar a reducir los ataques de los lobos al ganado, le da esperanzas de que haya un punto medio.
“En el estado de Washington, más del 80% de las manadas de lobos, año tras año, no han tenido ningún conflicto con el ganado”, afirma.
“No es una población enorme, pero hay más de 100 lobos en 20 manadas en el estado. Y la mayoría de ellas no tienen conflictos con el ganado”.
Indica que la mayor parte del ganado que los agricultores sí pierden, es el resultado de enfermedades o bien del contacto con poblaciones humanas, como el atropello de un coche o un camión, o incluso el robo de vacas por parte de la gente.
“La realidad es que la inmensa mayoría de las pérdidas de ganado no tienen nada que ver con los depredadores, y mucho menos con los lobos en concreto”, afirma. “Sí, los lobos tienen un impacto muy pequeño pero real en las explotaciones ganaderas aisladas. Pero la respuesta de las legislaturas de Idaho y Montana es una reacción exagerada”.
Menciona que cree que esa respuesta emana de un pequeño pero “muy ruidoso segmento de la población” al que no le gustan los lobos e incluso les teme.
“Dirán, ya sabes: Mi padre crió esta zona durante 75 años y no había lobos en el paisaje y ahora están ahí y eso es un problema’”, externa.
“Los sentimientos y las motivaciones que llevaron a esa campaña de erradicación hace 100 años, y que se mantuvo hasta los años 60, no han desaparecido del todo”.