Síntomas de COVID a largo plazo no pueden ser ignorados; es vital determinar su verdadera escala
Análisis: más que nunca, se necesita un buen análisis para aportar claridad a este tema que sólo continuará con el paso del tiempo
A los ojos de muchos, la pandemia está llegando a su fin. Los casos y las hospitalizaciones están disminuyendo en todo el Reino Unido, los niveles de inmunidad están aumentando y la normalidad de la vida que una vez conocimos está volviendo lentamente.
Pero para una minoría aparentemente invisible, las secuelas de covid siguen proyectando una oscura sombra. Fuera de la vista del resto de la sociedad, estas son las personas que siguen aquejadas de fatiga, falta de aliento, lapsos mentales y otros síntomas debilitantes.
Es poco probable que se olviden los horrores de la fase grave de la pandemia, pero no se puede decir lo mismo de los que padecen el covid a largo plazo. Cuando la sociedad mira al futuro, temen quedarse atrás.
Uno de los desafíos más urgentes para los funcionarios de salud es determinar la escala y la carga del síndrome. Las estimaciones de su prevalencia, especialmente en los niños, pueden variar considerablemente de un estudio a otro, lo que se complica por las definiciones vagas o estrictas del covid a largo plazo y sus síntomas asociados.
Las investigaciones publicadas por la Oficina de Estadísticas Nacionales (ONS) sugieren que cerca de un millón de personas en el Reino Unido padecen Covid a largo plazo. El Imperial College de Londres sitúa esta cifra en 2 millones, sólo en Inglaterra. Y los datos de la aplicación del estudio Zoe Covid, que ha sido objeto de un fuerte escrutinio metodológico en los últimos días, estiman que el 4,4% de los niños infectados lucharán con los síntomas hasta un mes.
Se necesita desesperadamente una imagen más clara de la prevalencia del síndrome para ayudar a conformar la futura política sanitaria sobre los programas de apoyo, los tratamientos, la financiación, la educación y el despliegue de las vacunas entre los niños.
Para el NHS en particular, la carga del covid a largo plazo -si es mayor de lo que se teme- podría resultar devastadora. La ONS calcula que unas 380 mil personas padecen la enfermedad desde hace un año, y que otras 600 mil aproximadamente lo sufren desde hace menos tiempo. No está claro cómo piensa el NHS evaluar, tratar y apoyar a estas personas en el futuro, con sus clínicas especializadas en el síndrome de larga duración, que ya están muy solicitadas.
Uno de los primeros pasos para aclarar el concepto del covid prolongado es establecer cómo definirlo exactamente, lo cual es un reto en sí mismo. Los síntomas pueden ir desde lo neurológico hasta lo físico, y manifestarse de distintas maneras, según la experiencia inicial del paciente con el covid. Las personas que son hospitalizadas con la enfermedad suelen sufrir mayores efectos colaterales, aunque no siempre es así.
Sin duda, hay grupos de síntomas que ayudan a distinguir las diferentes categorías de enfermos de covid de larga duración, pero siempre habrá casos atípicos que constituyan una excepción a la regla. Para los expertos que exploran la enfermedad, hay que centrarse en los pacientes y sus experiencias individuales para captar las irregularidades y mejorar el diseño y el resultado de la investigación.
De hecho, los estudios pueden verse limitados por las preguntas que hacen o no hacen. Algunos preguntarán sobre los trastornos neurocognitivos que puedan experimentar los pacientes -insomnio, pérdida de memoria a corto plazo, incapacidad de concentración- mientras que otros no los incluirán. En cuanto a establecer si síntomas como estos son incluso el resultado de la infección, especialmente en el contexto de una pandemia que ha afectado al bienestar mental, el poder de los científicos es algo limitado.
No cabe duda de que se formularán preguntas sobre el impacto de los síntomas en la realización de las actividades cotidianas, un ejercicio subjetivo que arrojará resultados muy diferentes de una persona a otra, incluso si informan de los mismos síntomas.
Las circunstancias de las personas a las que se les formulan las preguntas también determinarán el resultado de la investigación. Las investigaciones han demostrado que la obesidad, el tabaquismo o el consumo del cigarrillo electrónico, la hospitalización y la privación están asociados a una mayor probabilidad de síntomas persistentes. Si los individuos de estos grupos están infrarrepresentados en un estudio de autoinforme, es probable que se distorsione la incidencia del covid a largo plazo.
“Casi todos los estudios varían en la definición de los casos y en los criterios de inclusión y exclusión, y sus resultados reflejan el hecho de que están midiendo cosas diferentes”, afirma la Dra. Elaine Maxwell, asesora científica del Instituto Nacional de Investigación Sanitaria (NIHR).
La determinación del punto final para el covid prolongado es otra consideración clave para los investigadores. La naturaleza recurrente e incesante del síndrome, con personas que parecen recuperarse, solo para sufrir otro inicio de síntomas semanas después, significa que los hallazgos de ciertos estudios pueden verse comprometidos.
En el caso del reciente artículo de The Lancet, que extrajo sus datos de la aplicación Zoe Covid, se consideró que los niños con un intervalo de una semana en sus síntomas se habían recuperado de covid prolongado, lo que significa que cualquier otra recaída se habría perdido y excluido de los resultados finales. Otros estudios son más conscientes de los flujos y reflujos de la enfermedad, pero el hecho de que los síntomas de una persona puedan reaparecer sin previo aviso hace que sea mucho más difícil medir la incidencia de la enfermedad.
“Por tanto, no es aconsejable hacer afirmaciones rotundas a partir de un solo estudio”, afirma el Dr. Maxwell. “Es importante tener la mente abierta, sin alarmismos, porque no sabemos lo que no sabemos”.
Evidentemente, los retos a los que se enfrentan quienes intentan descifrar el covid a largo plazo son grandes y numerosos. Como ha sucedido a lo largo de la pandemia, no hay respuestas claras a mano. Más que nunca, se necesita una ciencia buena y ponderada para aportar claridad a una cuestión que sólo va a crecer con el paso del tiempo.