Los pueblos indígenas son los mejores administradores de nuestro medio ambiente
El compromiso de apoyar un centro de conocimientos indígenas proporcionaría un recurso para ayudar a los países a identificar formas de conservar la biodiversidad agrícola y desarrollar prácticas de producción de alimentos sostenibles
Con operaciones en todos los rincones del mundo, los pequeños agricultores producen nada menos que US$1.5 billones (£1.1 billones) en alimentos, combustible y madera cada año.
Aunque no se trata de las grandes trasnacionales como Unilever, Kraft o Danone, este gran actor del sector privado en la alimentación y la agroindustria está constituido por 500 millones de pequeños agricultores del mundo, quienes representan alrededor de un tercio del suministro mundial de alimentos.
Dichos productores, que a menudo dependen de la agricultura de secano y de los bosques para ganarse la vida, se enfrentan a una ardua lucha para hacer frente a los impactos cada vez más graves de la crisis climática.
Mientras los líderes mundiales se reúnen en Glasgow, es imperativo que reconozcan que no hay una acción climática justa y equitativa sin una acción sobre los sistemas alimentarios que permita a millones de familias en todo el mundo adaptarse a condiciones nuevas y extremas.
La reciente Cumbre de Sistemas Alimentarios de la ONU (Organización de Naciones Unidas) inspiró el lanzamiento de vías nacionales y coaliciones globales para defender los derechos y necesidades de los productores de base, y esto debería reflejarse en los objetivos climáticos de cada país, conocidos como NDC (Contribuciones Determinadas Nacionalmente).
En primer lugar, los planes climáticos nacionales deberían incluir esfuerzos para adaptar los sistemas alimentarios que trabajan con el entorno natural cambiante, en lugar de estar contra él. África oriental, por ejemplo, se enfrenta a un mayor riesgo de sequía en el 65 por ciento de su paisaje, incluyendo Yibuti, Eritrea, partes de Etiopía y Tanzania, Kenia, Somalia, Sudán del Sur y Sudán.
La degradación del suelo ya afecta al 65 por ciento de la superficie de África, y cada año el continente pierde alrededor de cuatro millones de hectáreas de bosque. Los pequeños agricultores africanos necesitan herramientas y técnicas para seguir produciendo alimentos en medio de unos recursos naturales cada vez más escasos. Varios países africanos se han unido a la Coalición para la Transformación de los Sistemas Alimentarios a través de la Agroecología sobre todo para poner de su parte y adoptar políticas guiadas por principios agroecológicos que podrían ser prometedores para reducir las emisiones de los sistemas agrícolas.
Sin embargo, las economías avanzadas también pueden apoyar esta transición canalizando la financiación climática para que los países en desarrollo puedan hacer frente a las pérdidas y los daños, avanzar en la investigación agroecológica y las prácticas regenerativas, así como facilitar la innovación local.
Los gobiernos también deberían aprovechar los beneficios de los conocimientos de los pueblos indígenas, que gestionan una cuarta parte de la superficie de la Tierra, incluidos los bosques tropicales, pero conservan el 80 por ciento de la biodiversidad restante. Son los mejores administradores de nuestro medio ambiente; el resto de nosotros palidece en comparación.
Organizaciones de toda Europa, América, África y Asia se unieron en la Cumbre de los Sistemas Alimentarios para apoyar la creación de la IKRI (Infraestructura de Investigación del Conocimiento Indígena).
El compromiso de apoyar un centro de conocimientos indígenas proporcionaría un nuevo recurso para ayudar a los países a identificar formas de conservar la biodiversidad agrícola y desarrollar prácticas de producción de alimentos más sostenibles.
Por último, los funcionarios de la Cop26 también deben reconocer y defender la importancia de la adaptación al clima para las vidas y los medios de subsistencia de las familias de los pequeños agricultores.
En la actualidad, los incentivos y subsidios a los precios en los países de ingresos bajos y medios pueden penalizar a los agricultores para proteger a los consumidores pobres, desincentivándolos a innovar y diversificar la producción. Mientras tanto, las catástrofes y los riesgos relacionados con el clima podrían empujar a 100 millones de personas a la pobreza extrema al 2030 y a 720 millones de personas al 2050, muchas de las cuales son agricultores familiares que ya están batallando.
Ahora bien, si se orienta la financiación climática a ayudar a los pequeños agricultores a adaptarse a los efectos del aumento de las temperaturas, es posible aumentar su resiliencia para transitar hacia una producción de alimentos sana y sostenible.
Varios países respaldaron una nueva coalición para la agricultura familiar, pero a todos les interesa apoyar el Decenio de la Agricultura Familiar de la ONU, dada la importancia de los pequeños agricultores para la seguridad alimentaria mundial.
Los pequeños agricultores son los héroes olvidados de los sistemas alimentarios mundiales, pero menos del 2 por ciento de la financiación climática se invierte en apoyarlos, ya que se enfrentan a condiciones cada vez más difíciles.
La Cumbre sobre Sistemas Alimentarios reconoció que el cambio climático es tanto una amenaza como una consecuencia de los sistemas alimentarios. Ahora, los negociadores del clima deben reconocer la transformación de los sistemas alimentarios como una oportunidad no solo para sobrevivir al cambio climático, sino para prosperar.
El momento es ahora y estos agricultores y otras comunidades de bajos ingresos apuestan porque nuestros líderes demuestren urgencia y ambición en la Cop26.
La Dra. Agnes Kalibata es enviada especial del Secretario General de la ONU para la Cumbre de Sistemas Alimentarios de la ONU.