Hermandad de productoras de café en Uganda quiere que más mujeres participen

Rodney Muhumuza
Miércoles, 14 de mayo de 2025 17:16 EDT

Meridah Nandudu imaginó una hermandad de productoras de café en Uganda, y la estrategia para ampliarla era simple: pagar un precio más alto por kilogramo cuando una cultivadora llevaba los granos a un punto de recolección.

Funcionó. Cada vez más hombres —que por lo general hacían las entregas— permitieron que sus esposas fueran en su lugar.

Ahora el grupo empresarial de Nandudu incluye a más de 600 mujeres, un incremento en comparación con sólo algunas docenas en 2022. Eso representa aproximadamente el 75% del grupo de agricultores registrados en su iniciativa Bayaaya Specialty Coffee en esta área montañosa del este de Uganda, en la cual se producen preciados granos de café arábica y se les vende a exportadores.

“Las mujeres se han sentido tan desalentadas por el café de una manera que, cuando miras la cadena de valor del café, las mujeres hacen el trabajo pesado”, apuntó Nandudu. Pero cuando el café está listo para venderse, los hombres intervienen para reclamar las ganancias.

El objetivo de ella es revertir esa tendencia en una comunidad donde la producción de café no es posible sin el trabajo de las mujeres.

Uganda es uno de los dos principales productores de café de África, y este cultivo es su principal exportación. El país del este del continente exportó más de 6 millones de sacos de café entre septiembre de 2023 y agosto de 2024, lo que representa ingresos por 1.300 millones de dólares, según la Autoridad de Desarrollo del Café de Uganda.

Los ingresos han estado aumentando a medida que la producción disminuye en Brasil, el principal productor de café del mundo, debido a que enfrenta condiciones de sequía desfavorables.

En el distrito de Sironko, donde Nandudu creció en una aldea remota cerca de la frontera con Kenia, el café es el sustento de la comunidad. De niña, cuando no estaba en la escuela, ayudaba a su madre y a otras mujeres a cuidar hectáreas de plantas de café. En general plantaban, desyerbaban y trabajaban en la rutina posterior a la cosecha que incluye despulpar, fermentar, lavar y secar el café.

Se sabía que la temporada de cosecha coincidía con un aumento en los casos de violencia doméstica, señaló. Las parejas peleaban con respecto a qué tanto de las ganancias de las ventas que los hombres traían a casa les correspondían, y qué tanto no.

“Cuando (los hombres) van y venden, no rinden cuentas. Nuestras madres no pueden preguntar: ‘No tenemos comida en casa. Vendiste café. ¿Puedes pagar las cuotas escolares de este niño?’”, observó.

Años después, Nandudu obtuvo su título en ciencias sociales de la principal universidad pública de Uganda en 2015, luego de que su padre financiara su educación con las ganancias del café. Tuvo la idea de lanzar una empresa que diera prioridad a las necesidades de las mujeres productoras de café en la conservadora sociedad del país.

Pensó en que su proyecto fuese una especie de hermandad y eligió llamarlo “bayaaya”, que en idioma lumasaba significa “hermandad”.

Fue iniciado en 2018, operando de la misma forma que otras empresas que compran café directamente de los agricultores y lo procesan para exportación.

Pero Bayaaya es única en Mbale, la ciudad más grande del este de Uganda, por centrarse en las mujeres y por tener ciertas iniciativas, tales como una sociedad cooperativa de ahorro a la que los miembros pueden contribuir y de la que pueden pedir prestado.

Para los pequeños agricultores ugandeses en áreas remotas, un pequeño cambio en el precio de un kilogramo de café es algo relevante. A menudo la decisión de vender a uno u otro intermediario depende de pequeñas diferencias de precio.

Hace una década, el precio del café comprado por un intermediario a un agricultor ugandés era de aproximadamente 8.000 chelines ugandeses, o poco más de dos dólares al tipo de cambio actual. Ahora el precio es de aproximadamente 5 dólares.

Nandudu añade 200 chelines adicionales al precio de cada kilogramo que le compra a una mujer. Es suficiente incentivo para que más mujeres se unan. Otro beneficio es un pequeño pago de bonificación durante la temporada baja de febrero a agosto.

Eso motiva a muchos hombres locales “a confiar en sus mujeres para vender café”, señaló Nandudu. “Cuando una mujer vende café, tiene una participación en ello”.

El grupo de Nandudu tiene muchos puntos de recolección en todo el este de Uganda, y las mujeres caminan hacia ellos al menos dos veces por semana. Los hombres no son rechazados.

Vender como miembro de Bayaaya ha fomentado el trabajo en equipo, ya que su familia decide colectivamente cómo gastar las ganancias del café, declaró Linet Gimono, quien se sumó al grupo en 2022.

Y con ganancias aseguradas, puede permitirse adquirir las “pequeñas cosas” que suele necesitar en su calidad de mujer. “Puedo comprar jabón (y) puedo comprar azúcar sin tener que discutir con mi esposo por ello”, señaló.

Otra integrante, Juliet Kwaga, señaló que su madre nunca hubiera pensado en recolectar las ganancias del café porque su padre estaba muy a cargo.

Ahora, el esposo de Kwaga se siente cómodo enviándola. “Al final del día voy a casa con algo para alimentar a mi familia, para mantener a mis hijos”, observó ella.

En el distrito de Sironko, donde viven más de 200.000 personas, los cafetos salpican el terreno montañoso. Gran parte de la agricultura se realiza en parcelas de media o una hectárea (uno o dos acres), aunque algunas familias tienen extensiones más grandes.

Muchos agricultores no suelen beber café, y algunos nunca lo han probado. Algunas mujeres sonrieron avergonzadas cuando se les preguntó a qué sabía.

Pero las cosas están cambiando lentamente. Están surgiendo bebedoras rutinarias de café entre las mujeres más jóvenes en este negocio en áreas urbanas, incluido un lugar de tostado de granos en Mbale donde la mayoría de los empleados son mujeres.

Phoebe Nabutale, quien ayuda a supervisar el control de calidad para la empresa Darling Coffee, fue criada en una familia de cultivadores de café. Se inclinó sobre el tostador, oliendo los granos hasta obtener el aroma que deseaba.

Muchas de sus amigas, narró, suelen preguntarle cómo pueden incursionar en el negocio del café, ya sea como tostadoras o de otra manera.

Para Nandudu, que aspira a comenzar a exportar granos, eso es progreso.

Ahora hay más mujeres en “el café como negocio”, manifestó.

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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.

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