Carnaval de Río terminó, pero falta lo importante: El conteo
Las festividades por el Carnaval de Río de Janeiro llegaron a su fin, pero la ciudad no puede reanudar su vida normal hasta que se complete el recuento de las puntuaciones del concurso de desfiles y se proclame un vencedor
Las festividades por el Carnaval de Río de Janeiro llegaron a su fin, pero la ciudad no puede reanudar su vida normal hasta que se complete el recuento de las puntuaciones del concurso de desfiles y se proclame un vencedor.
El desfile del Carnaval se anuncia como una de las fiestas más grandes del mundo, pero casi nadie fuera de Brasil se da cuenta de que las llamativas carrozas y los extravagantes bailarines son algo más que un espectáculo. Tiene un reglamento complejo, en constante cambio, y decenas de jueces. En los últimos años, la liga escolar de samba ha adoptado cambios para limitar la subjetividad, pero sigue habiendo escepticismo sobre la puntuación, entre otras cosas por su accidentado pasado.
Y las esperanzas de comunidades enteras de clase trabajadora dependen del resultado. El miércoles, acudían en masa a sus respectivas escuelas de samba para esperar los resultados televisados. Una victoria afirma que el diligente trabajo de la escuela se ejecutó a la perfección, otorgando honor y prestigio.
“Es el placer de hacer el desfile correctamente y la satisfacción de llevarse el título a casa”, dijo Maria da Conceição da Silva, de 59 años, el lunes por la noche antes de desfilar. Jura que volverá “hasta que Dios me lleve, para desfilar allí arriba”.
El esotérico reglamento del desfile establece que las escuelas deben puntuar en nueve categorías —entre ellas, vestuario, percusión, canto, armonía, argumento y evolución— que, en conjunto, cuantifican los meses de diseño, costura, escultura, soldadura y ensayo que se invierten en la producción. Los jueces con conocimientos demostrados en cada categoría reciben formación y luego se distribuyen a lo largo del recorrido de 700 metros del desfile para observar el paso de los varios miles de participantes de cada escuela.
Las escuelas de samba de Río empezaron a competir en la década de 1930 y se congregaron en el famoso Sambódromo a mediados de la década de 1980. Sus desfiles, de 70 minutos de duración, pueden costar hasta 10 millones de reales (casi 2 millones de dólares), y la escuela que obtiene la puntuación más baja es relegada a la liga inferior. Volver a la élite puede llevar años.
Los seis primeros clasificados obtienen un porcentaje de los ingresos de taquilla. Pero sólo la escuela campeona pasa a la historia, y nadie se acuerda del subcampeón, afirma Jorge Perlingeiro, presidente de la máxima categoría.
Durante más de tres décadas, Perlingeiro ha sido la voz del Carnaval, anunciando una a una las puntuaciones de los jueces. Cada bramido de “¡10!” —la máxima puntuación— con su marcado acento carioca lanza al éxtasis a los fanáticos de una escuela; cualquier otra cosa puede provocar gemidos frustrados. El miércoles estará en el Sambódromo para abrir los sobres sellados de los jueces, transportados en una camioneta blindada.