¿Qué pasó con Bill Maher? Esta ha sido la evolución del comediante a lo largo de los años
“El juramento del cargo que hice fue ante la comedia. Y si haces tonterías, donde sea que estés en este espectro, me burlaré de ti”
Cuando la presentadora de Fox News, Dana Perino, propuso en enero que el comediante Bill Maher, de 66 años, franco y aparentemente de tendencia izquierdista, podría ser un buen candidato presidencial demócrata, el veterano del stand-up se complació en rechazar la idea.
En el siguiente episodio de Real Time with Bill Maher, el programa de entrevistas sobre eventos actuales que presenta en HBO desde 2003, Maher ofreció su refutación en un monólogo directo hacia la cámara titulado: “Cómo se perdió la izquierda”.
Descartando rápidamente la sugerencia de Perino de que podría postularse en 2024, Maher bromeó: “En el lapso de 20 años, los secretarios de prensa de Bush han pasado de decirme que debo tener cuidado con lo que digo... a preguntarse si debo postularme para presidente”.
El comentario aludía al ataque de Ari Fleischer a sus explosivos comentarios sobre la “cobardía” estadounidense después del 11 de septiembre, los cuales expresó en una conversación con Dinesh D'Souza, que eventualmente llevó a la cancelación de su programa Politically Incorrect de ABC, luego de que los patrocinadores retiraran sus anuncios en masa.
En la continuación del segmento de enero, Maher le aseguró a su audiencia: “No soy yo quien ha cambiado, es la izquierda, que ahora está formada por un pequeño contingente que se ha vuelto loco. Y un gran contingente que se niega a criticarlos por ello. Pero yo sí lo haré”.
“Por eso soy un héroe en Fox últimamente. Lo que demuestra hasta qué punto los liberales tienen la cabeza metida en el c**o porque, si realmente pensaran en ello, me habrían convertido en un héroe en sus medios. Pero eso no puede suceder en esta ridícula nueva era de partidismo aturdidor donde si digo las verdades sobre las tonterías del Partido Demócrata, eso me convierte en un héroe instantáneo para los republicanos”.
Maher continuó: “Lo mismo sucedió a la inversa con la hija de Darth Vader, Liz Cheney. Quien ahora es una heroína para los liberales simplemente porque reconoce que Biden no se robó las últimas elecciones. Qué triste comentario sobre nuestra política. Donde el simple reconocimiento de la realidad ahora se ve como un rasgo de valentía”.
“La gente a veces me dice: ‘Sabes, no solías burlarte tanto de la izquierda’. Sí, porque no me daban mucho con qué trabajar. El juramento del cargo que hice fue ante la comedia. Y si haces tonterías, donde sea que estés en este espectro, me burlaré de ti porque ahí es donde está el oro”.
Maher también reprendió a los demócratas progresistas de la Cámara por una serie de puntos de conversación exageradamente políticamente correctos que él (junto con Tucker Carlson , Laura Ingraham y Sean Hannity) desaprueba, y presentó tuits de los miembros del “Escuadrón” Ayanna Pressley y Rashida Tlaib para ilustrar la diatriba.
“No es mi culpa que el partido de FDR [Franklin D. Roosevelt] y JFK [John F. Kennedy] se esté convirtiendo en el partido del LOL [“laughing out loud” (“riendo a carcajadas”)] y el WTF [“What the f**k” (“Qué demonios”)]. Miembros del Congreso tuiteando cosas como ‘cancelen el alquiler’, ‘cancelen las hipotecas’ y ‘no más policía ni encarcelamientos’, declarando que el capitalismo es esclavitud, cancelando a Lincoln y al Dr. Seuss, enseñando a los niños que son opresores y que las matemáticas son racistas, haciendo que el Señor Cara de Papa sea de género neutral y ahora un emoji para hombres embarazados…”.
Si bien a los liberales a menudo les gusta preguntar qué pasó con Bill Maher, incómodos por sus posturas más recientes y con la inquietante idea de que alguna vez aprobaron su material, ciertamente hay una escuela de pensamiento en la que el hombre mismo tiene razón: que él, de hecho, es absurdamente coherente y que la sociedad ha cambiado, no él.
Hijo de un editor de noticias de radio irlandés-estadounidense y de una enfermera de origen judío húngaro, Maher ha apoyado las mismas pasiones a lo largo de su carrera y rara vez ha flaqueado, enfrentándose habitualmente a la religión organizada, defendiendo los derechos de los animales y pidiendo la legalización de la cannabis (el neoyorquino vendía hierba para pagarse la Universidad de Cornell, de la Ivy League, dice).
Después de graduarse en 1978, se convirtió en presentador del legendario club de comedia Catch a Rising Star y desarrolló su acto de stand-up a lo largo de la década de 1980 hasta que le dieron su primer programa de televisión, Politically Incorrect, que presentó durante nueve años entre su debut en Comedy Central en 1993 y su cancelación en ABC en 2002, luego del alboroto sobre el 11 de septiembre.
La pista estuvo en el nombre.
Los liberales que vieron esa encarnación de Maher quizás no deberían estar tan sorprendidos por sus hazañas más recientes, como la diatriba de “Woke Olympics” que lanzó el verano pasado durante los Juegos de Tokio, un clip en el que se quejó de que la cultura de cancelación había provocado una “purga estalinista” de los creativos involucrados en el torneo y atacó a los comentaristas en línea que, dijo, se habían quejado de que la inclusión en el surf por primera vez era problemática porque cooptaba una tradición nativa hawaiana.
“De todas las violaciones del código penal de lo políticamente correcto, la apropiación cultural podría ser la más tonta de todas”, espetó Maher. “No todo se trata de opresión”.
Al escribir recientemente sobre la caída en desgracia del comediante entre los demócratas en el transcurso de la última década, Ben Burgis, de The Daily Beast, argumentó, al igual que el propio Maher, que el fenómeno se explicaba “menos por sus propias opiniones que por el estado completamente alterado de las líneas de batalla políticas de Estados Unidos”.
Continuó: “En la década del 2000, cuando los republicanos llevaban el cristianismo evangélico bajo la manga y centraban su energía en oponerse al aborto y al matrimonio homosexual, los progresistas pasaban más tiempo preocupándose por la teocracia subrepticia que por el racismo estructural o la desigualdad económica”.
“En 2004, si Maher estaba a favor de los derechos de los homosexuales y el ateísmo y la legalización de la mariguana y contó muchos chistes sobre la estupidez de George W Bush, eso fue suficiente para que los progresistas lo vieran como uno de ellos. Si dijo muchas tonterías sobre las vacunas y la ‘medicina occidental’, bueno, muchos hippies envejecidos en la base demócrata hablaban de la misma manera... ¿Era un belicista islamofóbico? ¿Quién no?”.
Si bien esa contextualización suena cierta, también es innegable que Maher se ha revitalizado últimamente al cambiar el enfoque hacia sus quejas de los demócratas y el postureo ético en Twitter, lo que ha coincidido con un periodo turbulento para Estados Unidos en el que igualmente podría haber gastado su ira en la desvergonzada complacencia del Partido Republicano hacia Donald Trump.
Pero tal vez sintió que el campo nocturno estaba lo suficientemente lleno en ese sentido, pues Jon Stewart, Trevor Noah, Stephen Colbert, Seth Meyers, Samantha Bee y Jimmy Kimmel han abarcado un terreno similar en los últimos tiempos.
Debe decirse que Maher era vehementemente anti-Trump mucho antes del ascenso de este último a la Casa Blanca e incluso participó en The Tonight Show en medio de la tontería “birther” de Obama de 2013 [una teoría de conspiración que decía que Obama no había nacido en Estados Unidos] y retó al magnate inmobiliario a presentar su propio certificado de nacimiento para demostrar que no era, de hecho, medio orangután a cambio de US$5 millones (el presentador de Apprentice lo hizo e inició una efímera demanda cuando Maher se negó a pagar).
Para su crédito, Maher más tarde predijo correctamente que Trump protestaría falsamente tras su derrota en las elecciones presidenciales de 2020 y que el resultado sería una erupción de violencia.
Sin embargo, al igual que Trump, el comediante ha insistido en usar el insulto sinofóbico “virus de Wuhan” para describir al coronavirus, negando que hacerlo sea racista y criticó la adicción de los medios a la histérica cobertura de “porno de pánico” de la pandemia, arriesgándose a restarle importancia a la gravedad de la situación en un momento crucial para la campaña de vacunación (a pesar de expresar escepticismo sobre la inoculación en una conversación con Larry King durante el susto de la gripe aviar de 2005, el propio Maher está vacunado contra el covid-19).
Ese historial de altibajos en relación con el presidente número 45 en realidad es un claro paralelo a la forma general de Maher como combatiente en las guerras culturales.
En su mejor momento, puede lograr algo genuinamente provocativo como el segmento en Real Time “White Shame” de septiembre de 2019 en el que criticó la manera autoflagelatoria y de postureo con la que los caucásicos profesan vergüenza por su raza en las redes sociales, diagnosticando un “raro autodesprecio que ocurre entre los liberales blancos” que se manifiesta fuera de línea como condescendencia con los afroamericanos en las fiestas (territorio fructífero también explorado por gente como Larry David en Curb Your Enthusiasm) .
El anfitrión reprendió a quienes estaba criticando, y les recordó: “No puedes estar más ofendido que la víctima”, y propuso que, si su culpa es realmente una carga tan pesada como afirman, deberían comenzar a pagar reparaciones por la esclavitud personalmente en el forma de un “Impuesto Blanquito” anual.
Cuando está de un humor menos estridente, también tiene una línea agradable en cuanto a consejos paternales.
“Nunca terminamos de evolucionar”, dijo en abril de 201, en respuesta a las actitudes revisionistas hacia aspectos de las comedias para adolescentes de John Hughes de la década de 1980, como Sixteen Candles y The Breakfast Club. “Odio decírtelo, pero no importa cuán ‘políticamente correcto’ creas que eres, estás tolerando cosas en este momento que te harán temblar en 25 años”.
Habiendo dicho eso, su hábito de revolcarse en generalizaciones crudas puede hacer que se parezca más a un tío regañón y medicado en Facebook que arruina el Día de Acción de Gracias, como en su clip “OK Zoomer” en respuesta a la cumbre climática COP26 de noviembre pasado en Glasgow.
En un ataque engreído contra los adolescentes, Maher pareció no ver ninguna diferencia entre las dos subculturas que definió generosamente como: ambientalistas idealistas inspirados en Greta Thunberg y aspirantes a Kylie Jenner, irresponsables y obsesionados con Instagram que tienen negocio secundario en la criptominería.
Queda por ver hasta dónde está dispuesto a llegar Maher para atacar a grupos que alguna vez se supuso que eran sus aliados.
Burgis lo acusa de haberse unido “más o menos explícitamente” a Intellectual Dark Web y, al igual que su compañero que es un imán de controversias, Joe Rogan, ciertamente se ha esforzado por invitar a sus participantes, como Ann Coulter, Milo Yiannopoulos, Ben Shapiro y Jordan Peterson a Real Time, aparentemente con el interés de defender la libertad de expresión, desafiar sus opiniones y otorgarles la plataforma que habitualmente insisten que se les niega fuera de los guetos de los medios conservadores.
“Si expulsara de mi programa a todos los que pensé que estaban colosalmente equivocados, estaría hablando solo”, dijo durante su notoria entrevista de febrero de 2017 con Yiannopoulos, quien expresó con ligereza su simpatía por los abusadores de niños durante su discusión y posteriormente perdió su papel de editor en Breitbart News, su contrato para un libro con Simon & Schuster y fue expulsado de CPAC.
“La luz del sol es el mejor desinfectante”, dijo Maher para The New York Times sobre ese escándalo, atribuyéndose el mérito de la caída de su invitado. “De nada”.
Entonces, ¿qué vamos a hacer con este hombre en 2022?
Por un lado, ha utilizado su influyente plataforma pública para fines genuinamente encomiables, como denunciar a China por su persecución de los musulmanes uigures.
Por otro lado, respaldó la discriminación racial en los aeropuertos y calificó el movimiento #MeToo contra el acoso sexual como “macarthista”, intervenciones incendiarias incluso si sus intenciones eran irónicas y apuntaban directamente a provocar a los complacientes.
A la “ridícula nueva era de partidismo aturdidor” que tanto desprecia le gusta encasillar políticamente a la gente y, en muchos sentidos, la apasionada resistencia de Maher a ese impulso es refrescante.
Al hacerlo, aboga por un espíritu de discurso público más desordenado, más contradictorio, más conflictivo, más matizado y más honesto, una petición razonable en lo que a menudo se siente como una era de sinrazón y tribalismo rabioso.
Pero al unirse a talentos menores para atacar el quejido de la corrección política en línea, seguramente está desperdiciando sus energías en peleas imposibles de ganar, que no se tratan de nada, y haciéndoles el juego tanto a sus propios críticos como a aquellos que tan cínicamente se ganan la vida cómodamente sembrando divisiones para el entretenimiento de las masas.
Cuando incluso Vladimir Putin se queja de ser “cancelado”, sabes que estás en la compañía equivocada.