‘¿Guardarías un secreto?’: Netflix presenta un nuevo documental sobre el peor ciberacosador del Reino Unido
Durante más de una década, Matthew Hardy creó cuentas falsas en redes sociales para acosar a mujeres y difundir rumores sobre ellas. Ahora, un documental de Netflix comparte las historias de sus víctimas y su lucha por ser tomadas en serio. Katie Rosseinsky dialoga con las mujeres involucradas
Todo comenzaba con un mensaje a través de la computadora o el celular que decía: “¿Guardarías un secreto?”. Luego, el acosador procedía a enviar alguna mentira en la que se sugería algún engaño, o se insinuaba que la mujer en cuestión se estaba acercando demasiado al novio de una amiga. Eso era solo el principio. A veces, surgían cuentas falsas con fotos de la mujer para entablar conversaciones explícitas, mientras que los amigos y familiares recibían una infinidad de mensajes perturbadores y rumores falsos que podían darle un giro de 360° a la vida de la víctima. Y, otras veces, había innumerables llamadas telefónicas en las que solo se oía la respiración del acosador al otro lado del teléfono.
El criminal era Matthew Hardy, un hombre desempleado de Northwich (Cheshire) a quien se lo considera el ciberacosador más prolífico del Reino Unido. Durante más de una década, aterrorizó a sus víctimas mediante cientos de cuentas falsas que utilizaba para destruir relaciones y reputaciones. Finalmente, en 2022, Hardy fue condenado a nueve años de prisión por cinco cargos de acoso, que, tras una apelación, fueron reducidos a ocho años. Ahora, en el documental de Netflix ¿Guardarías un secreto? , se cuentan las historias de las mujeres a las que atormentó, y se descifra el misterio de por qué tardaron tanto en llevarlo a juicio. La docuserie de dos partes de la productora Mindhouse, de Louis Theroux, está basada en el pódcast de 2022 de The Guardian sobre el caso de Hardy. “Me impactó la fuerza de sus historias y su valentía”, expresa la directora Liza Williams, y agrega: “Tuvieron un alto grado de participación en la manera en que lo atraparon y, hasta cierto punto, debieron tomar cartas en el asunto”.
En el documental, se incluyen entrevistas con las víctimas de Hardy junto con capturas de pantalla reales de los mensajes, incluidas imágenes inquietantes, con el objetivo de “resaltar el impacto psicológico”, según comenta la directora. Además, explica que les llevó mucho tiempo establecer un vínculo con las entrevistadas a causa de sus experiencias pasadas y afirma: “Recibir una llamada de alguien que no conocen puede ser muy impactante”. También comenta que, para ayudar con la investigación, algunas damnificadas decidieron hablar con los cineastas fuera de cámara, mientras que a otras las entrevistas les resultaron un proceso “catártico”.
Hardy, que ahora tiene 32 años, empezó a acosar a sus compañeros en Internet cuando iba a la secundaria, a finales de la década del 2000, época en la que recién surgía Facebook. A pesar de haber recibido órdenes de alejamiento tras hostigar a dos mujeres de la localidad, nunca se detuvo. Más tarde, se centraría en mujeres que vivían en distintas partes del Reino Unido, con las que no estaba vinculado en absoluto. Muchas de ellas tenían una gran cantidad de seguidores en las redes sociales y, a menudo, compartían imágenes de sus vidas. Una de ellas fue Zoe Jade Hallam, una modelo de Lincolnshire, que aparece en el documental ¿Guardarías un secreto? Al principio, cuenta que Hardy le habló porque decía ser un fotógrafo y fingía interés en trabajar con ella; sin embargo, pronto comenzó a crear cuentas falsas con sus imágenes para enviarles mensajes dañinos a otras personas. En un momento, la mujer de 33 años relata que Hardy creó una cuenta falsa del padre de su pareja, que es médico, y la utilizó para entablar conversaciones inapropiadas con chicas jóvenes.
La experiencia de Lia Hambly (25), propietaria de una tienda de moda, tuvo un patrón similar. Luego de recibir el primer mensaje, Hardy la llamó cientos de veces, se hizo pasar por ella en las redes sociales y bombardeó a otras personas con mensajes subidos de tono. “Bloqueaba una cuenta y él creaba otra”, asegura la mujer. “Si no, dejaba de hablarme y, en cambio, se contactaba con alguien cercano o con la pareja de esa persona”. Años más tarde, Hambly confiesa que “todavía siente vergüenza” de encontrarse a algunas de las personas a las que este hombre acosó mediante las cuentas falsas. Y también declara: “Creo que todo esto formará parte de mí para siempre, nunca desaparecerá. Incluso me conmoví cuando vi el documental. Me recuerda esa sensación de '¿por qué me has hecho esto?'”.
Asimismo, Hambly cuenta que estaba muy preocupada por su seguridad personal, ya que creía que el acosador la seguía a todas partes. Una noche que salió de fiesta, le contó al guardia de la discoteca lo que le sucedía y él hombre le aconsejó que no fuera sola al baño. “Deberías estar pasándola bien con tus amigos, ¿por qué deberías preocuparte por eso? Hardy está a cientos de kilómetros, pero siento que me vigila”, Hambly pensaba por dentro. Esto provocó que se volviera muy desconfiada de la gente que conocía y, si alguien le hacía una pregunta, de inmediato pensaba: “¿Eres tú?”. Además, como los ataques de Hardy eran tan personales, llegó a pensar que se estaba volviendo loca y que, en realidad, el culpable podía ser algún ser querido. Por otro parte, Hallam cuenta que tenía miedo de ir al gimnasio porque el hombre conocía sus horarios y su ubicación. “Podía subirse a un auto y manejar hasta el lugar en dónde estaba; nada lo detenía”, asegura.
Según la directora del documental, el objetivo de Hardy era “perjudicar a todas las personas conocidas de las víctimas”. Más aún, afirma: “el objetivo era destruir a sus familias, a sus vínculos y a sus amistades”. En el documental, Abby Furness (24) revela cómo el caos provocado por Hardy la separó de su novio después de que recibiera mensajes falsos que decían que ella lo estaba engañando. Además, relata que, una vez, el acosador le envió imágenes íntimas de ella a su jefe. Otra víctima, que se mantuvo en el anonimato, contó que Hardy le arruinó su boda cuando le envió mensajes en los que aseguraba que su prometido le había sido infiel.
Aun así, las mujeres no lograban que la policía les creyera. De hecho, Hambly denunció la situación de inmediato, pero le comunicaron: “No podemos hacer nada a menos que te haga algo físicamente. Mientras tanto, cierra tus cuentas en las redes sociales y no salgas”. Para ese entonces, la mujer ya sabía que bloquear a Hardy no lo detendría. Hallam tuvo una experiencia similar con otros oficiales de policía. “Desde el momento en el que escribes ciber- junto a otra palabra, como ciberacoso, nunca se tomará en serio”, explica. “Pero ahora las redes sociales están tan integradas en nuestras vidas que no funciona de esa manera. No puedes simplemente apagar el teléfono y evitar los problemas”.
Hallam, que usaba las redes sociales para su trabajo como modelo, recuerda que les mostró sus perfiles a los agentes y se sintió juzgada. Según cuenta, los oficiales actuaron cómo si ella se lo hubiese buscado, cómo si lo hubiese merecido o como si hubiese pedido que le pasara por subir fotos más llamativas de lo normal. Además, asegura que no solo la policía tenía ese tipo de actitud con ella, puesto que sus amigos y otras personas también pensaban que era su culpa en cierto modo y que estaba siendo dramática. “Nadie entendía la magnitud de lo que me pasaba”, comenta. La directora, por su parte, menciona que a las víctimas se las suele responsabilizar por haberse comportado de determinada forma, lo cual es una idea difícil de cambiar.
Siguiendo con las historias, durante una visita de la policía a su casa, Hambly recuerda que se enteró de que había varios registros previos de uno de los números telefónicos de Hardy, y fue así que se dio cuenta de que ella no era su único objetivo. Llegado este punto, puso en práctica todos sus conocimientos previos como asistente legal y comenzó a recopilar pruebas, por ejemplo, capturas de pantalla de todas las conversaciones con el acosador y de todas las cuentas falsas (algo que pude ver durante nuestra videollamada de Zoom). “Recuerdo haber ido a la comisaría con todos estos archivos, llorando, y les supliqué: '¿Pueden ayudarme? No sé qué hacer'”, recuerda la joven.
A veces, Hardy utilizaba su propia cuenta para enviar mensajes, incluso se lo confesó a Furness en un determinado momento. Entonces, algunas víctimas denunciaban su nombre ante la policía. Sin embargo, no fue hasta que el agente de la policía de Cheshire, Kevin Anderson, empezó a investigar otra denuncia de acoso contra Hardy que el caso comenzó a avanzar. Mientras buscaba en los registros policiales, Anderson descubrió que Hardy tenía más de 100 denuncias en su contra de 62 víctimas y que había sido detenido 10 veces. En consecuencia, comenzó a contactarse con mujeres de otras zonas que lo habían denunciado, como Hallam, Hambly y muchas más. “Cuando hablé con él, no se limitó a hacer las preguntas de siempre o a decirme que tomara los recaudos necesarios”, cuenta la mujer sobre su experiencia con el oficial. Y agrega: “Se notaba que él se preocupaba de verdad [...] Sentí alivio de que, por fin, alguien estaba haciendo algo”.
Finalmente, Hardy se declaró culpable de cinco cargos de acoso, pero solo él sabe cuántas personas se vieron afectadas por su comportamiento. Su abogado defensor argumentó que el hombre se había aislado a raíz de su autismo y sus problemas de salud mental, lo que provocó que comenzara a buscar conexiones en Internet y a “agredir” si esos acercamientos eran “rechazados”. La directora consideró que era importante contextualizar este hecho en el documental. “Hablamos con organizaciones benéficas y asociaciones dirigidas por personas autistas y su principal temor fue que se asumiera que esa era la conducta habitual, lo cual claramente no es así”, afirma. “La mayoría de las personas autistas no tienen estos comportamientos [...] pero es importante destacar que Hardy tuvo un diagnóstico tardío, lo que provocó que se aislara de la sociedad desde muy joven y se volviera obsesivo con las redes sociales. Creo que el documental tenía que tratar el tema. No es en absoluto algo que justifique sus acciones, y tampoco explica el daño que causó, pero es algo importante a tener en cuenta”, finaliza Williams.
Tanto Hallam como Hambly esperan que la serie erradique cualquier idea equivocada de que el ciberacoso es, de algún modo, un delito menos grave que el llamado acoso “tradicional”. “Queremos generar conciencia y ejercer presión en las plataformas de redes sociales para lograr que prohíban crear tantos perfiles en tan poco tiempo", afirma Hallam. Sin embargo, aún le es difícil entender la disparidad entre el menosprecio que recibió al presentar su primera denuncia y el peso de la sentencia final de Hardy. Según comenta, hubo una diferencia muy grande en todo el proceso, ya que, al principio, a nadie le importaba lo que sucedía, luego, tuvo respuesta de la policía y, por último, Hardy recibió su condena. “Ojalá pudiera decirle a la Zoe del principio lo que iba a pasar, solo para darle un poco más de fuerza y aliento. Cuando comenzó todo esto, me sentí muy sola, pero, al final, sentí un apoyo inmenso”, concluye la mujer.
¿Guardarías un secreto? ya está disponible en Netflix