La nostalgia de la década de los ochenta de ‘Stranger Things’ ya pasó su fecha de vencimiento
La exitosa serie de ciencia ficción de Netflix es parte de una ola de películas y programas de televisión que aprovechan la nostalgia de los espectadores por el pasado reciente. Es una pena que ‘Stranger Things’ no pueda evocar un recuerdo más auténtico de la década, escribe Louis Chilton
Estoy seguro de que no se necesita hablar sobre el atractivo nostálgico de Stranger Things. Para una serie que trata todo tipo de sucesos sobrenaturales (adolescentes telequinéticos, dimensiones alternativas, posesiones demoníacas), es ante todo una serie sobre la década de 1980. O más bien, es una serie sobre lo que todos imaginamos que sería la década de 1980. Los devotos de la ciencia ficción de Netflix han hecho las comparaciones obvias con las viejas historias de Stephen King, las películas de John Carpenter y Steven Spielberg. La última temporada se basa en gran medida en el clásico de terror de 1984 A Nightmare on Elm Street. Pero Stranger Things siempre ha carecido de la profundidad de sus antepasados, así como de un interés completo en las realidades de la época. Es, como dicen los jóvenes, “no thoughts, just vibes”.
La serie, que regresó para el primer “volumen” de su cuarta temporada el viernes, es una de las muchas películas y programas de televisión recientes que han explotado esta reserva específica de nostalgia. Sin siquiera salir de Netflix, hay proyectos como Russian Doll, Glow y Black Mirror, el muy comentado episodio ‘San Junipero’; en otros lugares, todo, desde The Americans, hasta The Deuce y Super 8, han llevado a los espectadores a los años ochenta. Los protagonistas adolescentes de la adaptación de It de King de 2017 parecían respirar el mismo aire que los niños de Stranger Things: si It no estuviera ya en pleno desarrollo cuando debutó Stranger Things, juraría por Dios que un ejecutivo del estudio debe haber encendido Netflix una noche y decir: “Quiero eso”.
El atractivo de la década de 1980 debería ser bastante obvio. Se basa no solo en la nostalgia por el pasado, sino también por un pasado vivido. Gran parte del núcleo demográfico de espectadores de Stranger Things creció en la década de 1980, o la vivió de alguna manera. Aunque no hayas nacido en ese entonces, es probable que hayas crecido en el resplandor de la era: las películas, la música, la moda (otro factor crucial en el atractivo de la década de 1980: fue la última década de la historia antes de la popularización de internet y los teléfonos móviles).
Por supuesto, el cine y la televisión siempre se han dejado fascinar por las décadas pasadas. En las décadas de 1970 y 1980, hubo grandes éxitos como Back to the Future o Happy Days, que se basaban justo en el mismo sentido de nostalgia vivida. Para su crédito, el enfoque de Stranger Things de la década de 1980 evita en su mayoría caer en un sentimentalismo abierto sobre los días de gloria. Al igual que con mucha ficción sobrenatural de la década de los ochenta, la serie en realidad usa su premisa con inflexión de terror para explorar los males invisibles debajo de la superficie de la vida suburbana estadounidense. El problema surge cuando nos preguntamos por qué, exactamente, los creadores Matt y Ross Duffer eligieron ambientar el programa en este periodo de tiempo. ¿Hay una razón mejor que la simple conveniencia? ¿Un artilugio útil para la trama? ¿Qué es lo que en verdad quiere decir sobre la época?
Los mejores dramas televisivos de época de los últimos años: Mad Men, The Deuce, Halt and Catch Fire, entienden su periodo de tiempo no solo como una estética, un conjunto de circunstancias y eventos, sino como una parte fluida del continuo más amplio de la historia humana. La década de 1980 no es una “vibra”, sino una matriz muy compleja de movimientos socioeconómicos, historias interpersonales e ideologías en conflicto. Cuando ves Stranger Things o It, la estética de los ochenta se siente solo como una moda pasajera. Cuando ves The Deuce, o, para usar un ejemplo británico, la brillante This is England '86 and '88 de Shane Meadows, es difícil que pueda parecer más real.
No soy, por supuesto, la primera persona en sugerir cortésmente que Stranger Things es más estilo que sustancia. En 2017, Robbie Collin, de The Telegraph, describió la serie como “complaciente y vacía, el equivalente televisivo de esas cuentas de redes sociales que publican cosas como ‘Retuitea si te encantó ver Airwolf’”. Pero es un punto que vale la pena reiterar, sobre todo cuando parece que estamos en la cúspide de una nueva ola de series retrospectivas ambientadas durante los años noventa. La década, que durante mucho tiempo se consideró demasiado llamativa y detestable como para idealizarla, ha servido como escaparate para una serie de proyectos recientes, teledirigidos a los jóvenes millennials que envejecen. Entre ellos: Yellowjackets, Fear Street: 1994 de Netflix, That '90s Show Pam & Tommy y Young Sheldon. El boom de la nostalgia no acabará con Stranger Things.
El pasado, como dicen, es un país extranjero, ¿y a quién no le gustan las vacaciones en el extranjero? Stranger Things ha sido innegablemente útil para articular nuestro anhelo colectivo por un pasado no muy lejano, por una forma de vida que ya nos es ajena. Pero después de cuatro temporadas, su visión reduccionista de la década de 1980 sigue siendo poco más que un telón de fondo.