¿Cuáles fueron los aciertos y fallas de la primera temporada de ‘House of the Dragon’?
Ahora que el viejo padre sentimental de la precuela de ‘Game of Thrones’ está fuera de la ecuación, la maldad dará rienda suelta, escribe Amanda Whiting. En la segunda temporada, pregunta, ¿puede mejor todo ocurrir al doble de ritmo y con la mitad de pequeñas reuniones del consejo?
¡El rey está muerto! Por fin, el rey está muerto. En House of the Dragon, la precuela de Game of Thrones de HBO, Viserys finalmente sucumbe a la enfermedad leprosa que le costó los dedos de las manos y los pies, la mitad de su cara y quién sabe qué más en el transcurso de su reinado. ¿Acaso Westeros está peor sin él? Por supuesto. Puede que haya sido un hombre dañado y sentimental, pero al menos era un hombre. Es un atributo que, cuando se refuerza con un estruendo de dragones, es suficiente para confiarle la paz de un continente ficticio. Pero por el bien del potencial dramático de House of the Dragon, la muerte del rey subestimado no podría haber llegado lo suficientemente pronto.
En los últimos momentos del final del domingo en la noche, la serie acorrala a su heroína de acero Rhaenyra hasta su punto de quiebre, poniendo así fin a una temporada de televisión que en su mayoría sirvió como prólogo. Con su derecho al trono usurpado por su descuidado primo Aegon (un títere de Alicent, la intrigante madrastra/examiga de Rhaenyra), ella había enviado a sus hijos en una misión para conseguir apoyo. Su hijo más joven, Luke de “cuatro y diez años”, nunca llega a casa. Su malvado dragón Arrax no es rival para el de su malvado primo cíclope Aemond: Vhagar es el LeBron de los dragones. No importa que todo haya sido un accidente; que Aemond perdió el control de Vhagar; que solo pretendía asustar a Luke y no matarlo. Es probable, con el despiadado orgullo de Aemond, que nadie sepa la verdad.
Rhaenyra no pronuncia palabra alguna cuando escucha la noticia. No necesita hacerlo. Emma D’Arcy la ha interpretado, semana tras semana, con una seguridad en sí misma cada vez más feroz y pétrea. Se aparta de la chimenea y mira fijamente a la cámara, la angustia de una madre amplificada por la capacidad de destrucción de una reina. Déjate ir, bebé.
De hecho, mejor que todo ocurra al doble de ritmo y con la mitad de pequeñas reuniones del consejo. La primera temporada de House of the Dragon, a pesar de los discordantes saltos de tiempo, se sintió frustrantemente lenta. La serie complementa la novela Fire & Blood de George R.R. Martin con un rico y voluminoso trasfondo, regalándolos la interpretación de Paddy Considine como Viserys. Si la serie fuera más fiel al relato de Martin, ese personaje nunca habría pasado de uno o dos episodios. Tampoco tenía que hacerlo. Es una serie sobre hombres y mujeres con ambición temeraria, ética dudosa y dragones asesinos. Finalmente, sin el papá poco querido y muy viejo para asegurarse de que todos cenen juntos en la mesa, pueden emplear toda esa maldad en algo más emocionante.
En cierto modo, nada de lo que sucedió hasta este momento importó en realidad. Las pequeñas maquinaciones de Alicent; las desagradables objeciones de los Velaryon a sus parientes morenos; los excesos violentos de Daemon. Incluso si la familia de Viserys no estuviera infligiéndose pequeñas heridas, la guerra entre ellos era inevitable desde el momento en que nombró a Rhaenyra como su heredera.
Ahora podemos dejar de escuchar los mismos susurros vagos e hipotéticos sobre lo que sucederá con cada casa cuando llegue el momento de las alianzas. Ya estamos viendo cómo la guerra destroza familias, como los gemelos (con los nombres absurdos) Arryk y Erryk Cargyll, caballeros de la guardia real de Viserys divididos por sentidos del deber en competencia.
Dejen de hacer cálculos de dragones improvisados —los Greens tienen cuatro, los Blacks tienen 11; los Blacks tienen más huevos y jinetes; los Greens tienen a Vhagar— y dennos más peleas con dragones. ¿Cuál es el punto de un presupuesto de US$20 millones por episodio, si en su mayoría vemos a estas majestuosas criaturas de CGI incinerar a sus jinetes (DEP Laena) y relajarse en sus mazmorras mientras escuchan la serenata de Matt Smith?
Y por favor, creo que ya podemos dejar de usar un parto miserable como metáfora de la fortaleza de las mujeres. Que demuestren su valía como lo hicieron los reyes que las precedieron: sacrificando a la gente inocente de Westeros por su orgullo y sed de poder.
También estoy muy interesada en ver más del enorme mapa de guerra de Rhaenyra, que vimos como una mesa iluminada desde abajo por el mismo fuego que los Targaryen empuñan.
En esta primera temporada, House of the Dragon fue claustrofóbica. Había demasiadas personas malvadas encerradas en Desembarco del Rey sin suficiente maldad que hacer. Al fin, las familias dejaron de tocar los tambores de guerra y están listas para luchar.
House of the Dragon está disponible para transmitir en NOW y HBO Max