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Cómo las fresas con crema se convirtieron en un símbolo de Wimbledon

Los orígenes del amado postre del torneo de tenis se remontan a siglos atrás

Rebecca Earle
Jueves, 10 de julio de 2025 10:23 EDT
La familia de Flavio Cobolli, estrella de Wimbledon, rompe a llorar tras su monumental victoria
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Wimbledon es sinónimo de fresas con crema (y tenis, por supuesto). El mismísimo torneo afirma que las fresas con crema o nata son “un auténtico ícono del Campeonato”.

Mientras que una comida en uno de los restaurantes del All England Club puede costar USD 175 o más, un tazón del emblemático postre se consigue por el módico precio de USD 3,70 (frente a USD 3,40 en 2024, el primer aumento en 15 años). En 2024, se consumieron casi 2 millones de fresas.

La historia entre Wimbledon y las fresas con crema se remonta a mucho tiempo atrás. Incluso antes de sumar al tenis sobre césped a sus actividades, el All England Croquet Club (ahora All England Lawn Tennis & Croquet Club) servía fresas con crema a los visitantes. Y no esperaban menos.

En la Gran Bretaña victoriana, las fresas con crema no podían faltar en toda clase de fiestas en el jardín. Este postre se solía servir en reuniones privadas, actos políticos para recaudar fondos y partidos de cricket de los condados.

Junto a bandas de música y juegos de tenis sobre césped, las fresas con crema eran una de las delicias que la sociedad victoriana esperaba encontrar en una fête o fiesta en el jardín. Como resultado, según escribió un estadístico en el Dundee Evening Telegraph en 1889, solo los londinenses consumían 12 millones de fresas al día durante el verano.

A ese ritmo, explicó, si las fresas estuvieran disponibles todo el año, los británicos gastarían 24 veces más en fresas que en tareas misioneras, y el doble que en educación.

Las fresas con crema se han convertido en un símbolo de Wimbledon
Las fresas con crema se han convertido en un símbolo de Wimbledon (Getty/iStock)

Pero, por supuesto, las fresas con crema no estaban disponibles todo el año. Eran una verdadera delicia del verano, y las delicadas frutas duraban muy poco. Los periódicos victorianos, como el Illustrated London News, se quejaban de que incluso las frutas que se vendían en Londres eran una triste parodia pasada de las que se comían en el campo, por no hablar de la crema londinense, que podía estar diluida.

Los campeonatos de tenis sobre césped de Wimbledon se celebraban a finales de junio o principios de julio, es decir, en plena temporada de fresas.

Durante mucho tiempo, comer fresas con crema era un inconfundible placer estivo. En el siglo XVII, los menús de banquetes elegantes ofrecían fresas, con crema o impregnadas (simplemente deliciosas; recomiendo que las prueben) en agua de rosas, vino blanco y azúcar, un platillo apropiado para el mes de junio.

Eran, en opinión del jardinero del siglo XVII John Parkinson, “un plato refrescante y agradable en la calurosa estación estiva”. En resumen, eran una comida de verano. Seguía siendo así en la década de 1870, cuando se creó el campeonato de tenis de Wimbledon.

Esto cambió radicalmente con la invención de la refrigeración mecánica o por compresión. Desde finales del siglo XIX, las nuevas tecnologías hicieron posible el transporte de alimentos refrigerados y congelados a través de vastos océanos y continentes.

Espectadora come fresas con crema en Wimbledon
Espectadora come fresas con crema en Wimbledon (Jordan Pettitt/PA Wire)

Luego llegaron las neveras y los frigoríficos domésticos. Se consideraba a la llegada de los electrodomésticos modernos como una salvación de la tiranía de las estaciones. Como proclamó en modo triunfal la revista Ladies Home Journal en 1929: “La refrigeración acaba con las estaciones y las distancias... Cultivamos productos perecederos en las regiones que mejor se adaptan a ellos, en lugar de vernos obligados a ceñirnos a los grandes mercados”.

Comer productos de temporada, o cultivados localmente, era una tediosa limitación, y resultaba liberador poder disfrutar de los alimentos en cualquier época del año que deseáramos.

Como resultado, señala la historiadora Susan Friedberg, nuestro concepto de “frescura” cambió. Los consumidores “dejaron de esperar que los alimentos frescos fueran recién recolectados, o recién pescados, o recién sacrificados. En cambio, esperaban encontrarlo y guardarlo en el frigorífico”.

En la actualidad podemos comprar fresas todo el año, por lo que en gran medida se ha perdido el entusiasmo que solía acompañar a la llegada de la temporada de fresas. Los suplementos dominicales y las revistas de los supermercados hacen todo lo posible por despertar cierto entusiasmo por las fresas británicas, pero estamos lejos de los días en que los poetas idealizaban a las lecheras “soñando con sus fresas con crema” en el mes de mayo.

Las fresas con crema, otrora un “servicio escaso” que se disfrutaba entre finales de abril y principios de julio, ahora son un producto básico sin temporada, disponible prácticamente todo el año gracias a las redes mundiales de productores comerciales de alimentos que abastecen a Gran Bretaña.

El revuelo que despierta el emblemático plato de fresas con crema de Wimbledon nos traslada a una época pasada y nos recuerda que no siempre fue así.

Rebecca Earle es profesora de Historia en la Universidad de Warwick

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation y se reproduce bajo licencia Creative Commons. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducción de Martina Telo

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