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Novak Djokovic: el obstáculo de la visa se suma a su carrera llena de contradicciones

La detención de Djokovic en Melbourne es la culminación de una larga historia entre las cualidades que le dan un aura de invencibilidad en la cancha y de imperfección cuando sale de ella

Tom Kershaw
Viernes, 07 de enero de 2022 12:24 EST
El primer ministro de Australia dice que Djokovic va “de regreso a casa” sin evidencia de exención de vacuna

Al igual que su dominio infalible del tenis, Novak Djokovic rara vez ha dejado nada que matizar. Dentro del mundo del deporte, ha sido definido como un heredero imparable o un iconoclasta frío en una búsqueda incesante de récords. En cuestiones de salud médica, que es la otra cancha del veinte veces campeón de Grand Slam, su reputación de conspirador o, desde su propia perspectiva, de mártir siempre ha sido más bien autoinfligida.

Y así, mientras el drama y la diplomacia del purgatorio de Djokovic en Melbourne continúan desarrollándose, ya que la detención del serbio en el Park Hotel ahora se extendió hasta el lunes, es difícil no sentir que esta erupción lleva muchos años burbujeando. La vida de Djokovic siempre se ha basado en una fe obstinada en sí mismo, en obtener un éxito inmenso y provocar controversias regulares, en especial durante la pandemia. No obstante, finalmente tuvo que haber un detonante en el que las creencias altamente cuestionables del joven de 34 años chocaron con la realidad y aún no provocan un triunfo.

Por supuesto, todavía no hay absoluta claridad sobre si a Djokovic se le otorgará permiso para competir en el Abierto de Australia. Después de ocho horas en el aeropuerto de Melbourne el miércoles, su padre, Srdjan, declaró que su hijo era “el Espartaco del nuevo mundo” y que “él es como el agua y el agua abre su propio camino”. Los delirios de grandeza son aparentemente hereditarios, pero no cabe duda de que Djokovic está acostumbrado a salirse con la suya.

Con ese fin, los detalles que rodean la “exención médica” de Djokovic, la forma de su rescisión y lo que sucederá a continuación permanecen envueltos en tonos grises. Para la gran mayoría del público, sin embargo, el caso es en blanco y negro. El tuit de sutil regodeo de Djokovic antes de abordar un vuelo a Australia personificó la arrogancia del poder y su sentido de privilegio. Que a uno de los principales antivacunas del mundo se le permitiera entrar en un estado que ya ha sido sometido a seis confinamientos, cada uno con su propio conjunto de sacrificios y dolor individuales, era una bilis imposible de tragar. La reacción inevitable fue feroz, la presión política enorme y la necesidad de intervención se confirmó cuando Djokovic seguía en pleno vuelo. “Las reglas son reglas, especialmente cuando se trata de nuestras fronteras”, tuiteó el primer ministro de Australia, Scott Morrison, al confirmar que la visa de Djokovic había sido cancelada. “Nadie está por encima de estas reglas”.

Aunque Djokovic sigue siendo popular entre sus compañeros, muy pocos se apresuraron a defenderlo cuando el incidente se convirtió en un circo mediático mundial. “Lo único claro para mí es que si estás vacunado, puedes jugar en el Abierto de Australia y en cualquier parte, y el mundo, en mi opinión, ha estado sufriendo bastante como para no seguir las reglas”, dijo Rafael Nadal intencionadamente el jueves. “Él tomó sus decisiones y todos son libres de tomar sus propias decisiones, pero luego hay consecuencias”.

Habrá pocas simpatías hacia Djokovic en ese sentido, pero nadie ha salido con gloria de esta saga. El director ejecutivo de Tennis Australia, Craig Tiley, y Victoria State aseguraron que Djokovic había estado sujeto a un proceso riguroso antes de que se le concediera su exención, ahora obsoleta, y claramente no habría abordado el avión sin esa garantía. El gobierno de Morrison aprovechó la furia posterior con oportunismo en un momento de crisis e incertidumbre política. La fuerza unificadora de schadenfreude (alegría por el dolor ajeno)que ahora se dirige hacia Djokovic, que va desde la ira hasta la burla, es claramente autoinfligida, quizás un merecido castigo, pero sigue siendo algo incómoda. Claramente no está “encadenado”, como Srdjan ha protestado sin sutileza, pero sin duda ha habido varias fuerzas tirando en direcciones distintas, ninguna de las cuales puede considerarse completamente altruista.

En cuanto a Djokovic, uno siente que este es un evento más en la contradicción que ha subrayado su carrera. No se ha hecho mucho esfuerzo para diferenciar al hombre del atleta. Su obstinada determinación, o egoísmo, ha sido fundamental para convertirse en un jugador tan destacado. Sus creencias en la medicina alternativa y su ignorancia hacia la ciencia, sin importar cuán claramente cuestionables sean, son algunos de los pilares del muro que ha construido alrededor de su propio mundo extraño. Le ha dado un aura de invencibilidad en la cancha y siempre lo deja con un aire de imperfección cuando sale de ella. Y mientras arrasa la incertidumbre sobre si será deportado o se le permitirá defender su título más tarde, quizás incluso sin importar el resultado, la saga seguramente solo profundizará esas características de Djokovic.

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