Nuevo documental cuenta la traumática historia de Larry Ray, un padre que inició un culto en una universidad
Larry Ray fue condenado por cargos que incluyen conspiración por asociaciones delictivas, tráfico sexual, mano de obra forzada y extorsión
Lawrence Ray acababa de salir de prisión cuando se mudó al dormitorio de su hija en el Sarah Lawrence College en septiembre de 2010. Necesitaba un lugar para quedarse, y los compañeros de casa de su hija parecían “en su mayoría impasibles”, informó The Cut en abril de 2019. Pero la estancia de Ray en Sarah Lawrence, una universidad de artes liberales en Yonkers, Nueva York, dio un giro oscuro, uno que finalmente lo vio acusado de explotar a los estudiantes en el campus actuando casi como líder de culto, y condenado por cargos que incluyen conspiración por asociaciones delictivas, tráfico sexual, mano de obra forzada y extorsión.
Sex, Lies and The College Cult, un nuevo documental de Peacock, analiza más de cerca las fechorías de Ray. Programado para emitirse el miércoles (28 de septiembre), promete “la impactante y desconcertante historia real de cómo un padre y estafador profesional… lavó el cerebro a los estudiantes de Sarah Lawrence College en un culto sexual abusivo que cambió sus vidas y las vidas de sus familias”. El juicio de Ray tuvo lugar entre marzo y abril de este año.
La mayoría de la gente no había oído hablar de Lawrence “Larry” Ray sino hasta que The Cut publicó una investigación larga titulada “The Stolen Kids of Sarah Lawrence: What happened to the group of bright college students who fell under the sway of a classmate’s father?” [Los niños robados de Sarah Lawrence: ¿qué le pasó al grupo de brillantes estudiantes universitarios que cayeron bajo la influencia del padre de una compañera de clase?]. El artículo incitó a las autoridades a investigar la conducta de Ray, lo que finalmente condujo a cargos penales y a su condena.
Antes de su llegada al campus de Sarah Lawrence, Ray había cumplido una condena en una prisión de Nueva Jersey por cargos relacionados con un caso de custodia de menores. Después de mudarse con su hija Talia Ray, informó The Cut, “él se estableció en el área común, cocinaba bistecs y hacía costosos pedidos a domicilio para Talia y sus siete compañeros de casa”. Según los informes, compartía historias con ellos, “le encantaba predicar los valores de la Infantería de Marina” y podía ser “encantador” y un “buen oyente”. Se destacó dentro del contexto de Sarah Lawrence, una institución intelectual con un estilo artístico, cuyos alumnos incluyen a la actriz Julianna Margulies, la diseñadora de moda Vera Wang y la escritora Alice Walker.
Ray finalmente “persuadió a los amigos de su hija para que se quedaran… en su apartamento de Manhattan” durante el verano siguiente a su llegada al dormitorio de Sarah Lawrence, explicó la fiscal federal adjunta Lindsey Keenan durante su juicio en 2022. Con el tiempo, Ray supuestamente acumuló su influencia en un grupo de adultos jóvenes, incitándolos a creer que debían adherirse a sus valores y guiándolos en lo que The Cut llamó un “programa de transformación personal”.
La publicación informó que les pidió que compartieran historias personales y recopiló “cientos de páginas” de sus confesiones. Se benefició “de su mano de obra, su dinero e incluso de sus cuerpos”, expresó Keenan al tribunal, y agregó: “Una vez que obtuvo el control de sus vidas... se hizo cargo de sus vidas”.
El abuso de Ray, según las descripciones durante los procedimientos judiciales, fue mental, físico y sexual. Un testigo recordó un “patrón creciente de abuso físico”, ya que Ray “lo llamaba ‘hemorroide’ y ‘basura’ y le clavaba un cuchillo en la garganta y los genitales o le hacía una llave para estrangularlo; lo humillaba hasta que aceptaba la narrativa de Ray de que había hecho algo malo”, escribió Associated Press después del testimonio en marzo de este año.
Una mujer en el estrado de los testigos alegó que Ray la había convencido de que lo había envenenado y que, como resultado, le debía dinero. Afirmó que se vio obligada a dedicarse al trabajo sexual para juntar el dinero y que le dio a Ray alrededor de US$2,5 millones. Al relatar su presunta violencia, AP informó que ella testificó: “Me abofeteó tan fuerte que me caí, me tiró del pelo, me estranguló, me asfixió, me golpeó. Me amenazó con meterme a la cárcel varias veces. Me amenazó de muerte en una ocasión inolvidable. Me amenazó con cortarme la cara, secuestrarme y abandonarme en el Medio Oriente. Me amenazó con chantajear a la gente que yo conocía. Amenazó con golpear a mi padre”.
A lo largo del juicio, el equipo de defensa de Ray sostuvo que su conducta no era delictiva y que simplemente se había rodeado de “cuentistas”. Un jurado lo condenó después de deliberar durante menos de un día, por cargos federales de “conspiración por asociaciones delictivas, un crimen violento en apoyo de asociaciones delictivas, extorsión, tráfico sexual, mano de obra forzada, evasión de impuestos y delitos de lavado de dinero”, según la lista de delitos de la fiscalía del Distrito Sur de Nueva York.
“Hace doce años, Larry Ray se mudó al dormitorio de su hija en el Sarah Lawrence College”, dijo el fiscal federal Damian Williams después de que se anunciara el veredicto. “Y cuando llegó allí, se encontró con un grupo de amigos que tenían toda la vida por delante. Durante la siguiente década, usó la violencia, las amenazas y el abuso psicológico para tratar de controlar y destruir sus vidas. Los explotó. Los aterrorizó. Los torturó”. Ray se enfrenta a cadena perpetua y se espera que sea sentenciado en diciembre.
En marzo del año pasado, una mujer llamada Isabella Pollok fue acusada de ser cómplice de Ray, informó The New York Times en ese momento. Recientemente, se declaró culpable de un cargo de conspiración de lavado de dinero. Según AP, el acuerdo de culpabilidad requería que Pollok “admitiera que sabía que parte del dinero que estaba conspirando para lavar entre 2014 y 2019 fue generado por actividades ilegales, incluido el tráfico sexual”.
Cuando se anunciaron los cargos por primera vez, la tía de Pollok le dijo a The New York Times: “No me importa lo que hayan encontrado. Todo fue bajo presión. Ella lleva 10 años bajo su hechizo”.
Pollok enfrenta hasta cinco años de prisión y su sentencia está programada para febrero de 2023.