Pese a protocolos restrictivos, Uruguay vuelve a bailar
Gracias a la masiva campaña de vacunación contra el COVID-19 y al descenso en las hospitalizaciones, Uruguay reabre tímidamente el sector de fiestas y eventos, uno de los más golpeados por la pandemia
Carlos Solís y Cristina Castelar corren los muebles de su living para bailar tango. La pareja es muy activa en las milongas de Montevideo, pero desde que comenzó la pandemia de coronavirus ha tenido que conformarse con bailar en casa.
Él, con 83 años, y ella, con 76, son parte del 70% de los uruguayos inmunizados con las dos dosis contra el COVID-19. “Es un riesgo aceptable. Si hubiera una milonga iríamos”, aseguró Solís.
Casados desde hace 55 años, en las milongas rara vez comparten pareja, por lo que se consideran una especie de burbuja danzante.
“Estamos pensando en volver porque tenemos ganas. Es poco probable que agarremos COVID. Bastante encerrados estuvimos. Me parece que ya está para ir”, dijo Castelar.
Tras haber sido en varias ocasiones el país con más muertes por millón de habitantes durante abril y junio, Uruguay es el que más vacunó del hemisferio, según Our World in Data. A su vez, las hospitalizaciones son marginales y se concentran en la población no vacunada. Uruguay, con tres millones de habitantes, ha registrado más de 384.200 casos de coronavirus y 6.020 fallecidos, según el Ministerio de Salud Pública.
“Es notorio que han bajado sensiblemente los contagios, los internados en CTI y los fallecidos”, dijo recientemente el presidente Luis Lacalle Pou
Por ello el gobierno habilitó el baile en salones de fiestas durante cinco horas con intervalos de 20 minutos para ventilar y aforos que oscilan entre las 100 y 300 personas, según se trate de espacios abiertos o cerrados.
La flexibilización se sumó a los espectáculos deportivos -con aforo reducido- y al ingreso de turistas en las próximas semanas.
El martes el gobierno autorizó las fiestas en “lugares para hacer eventos que la han pasado muy mal”, dijo Lacalle Pou en referencia al tendal de deudas que la pandemia dejó en el sector. El anuncio coincidió con la llamada “noche de la nostalgia” en la que se escucha y baila música de otras décadas.
Javier Abal, presidente de la Asociación de Fiestas -que nuclea a un centenar de salones-, dijo que sólo cinco hicieron la "noche de la nostalgia”. Abal ha visto cerrar a 60 asociados durante la pandemia. “La nostalgia es el puntapié, después empezarán las bodas y cumpleaños de 15. Es una prueba para arrancar el baile pero con miedo, porque no están las reglas claras”, opinó.
En tanto, de los 30 salones de la Cámara de Eventos y Fiestas, sólo 10 pidieron permiso. Los empresarios se quejaron del poco tiempo que tuvieron para organizar el evento desde que la presidencia hizo el anuncio y alegaron que los habilitaron para un rubro que no es el suyo, ya que se dedican mayormente a las bodas o cumpleaños de 15 que aún no han sido contemplados.
“La cámara espera el después, los eventos atrasados acumulados desde marzo del 2020”, explico a The Associated Press Germán Barcala, presidente de la Cámara de Eventos y Fiestas.
Rafael Carriquiry abrió su salón para la "noche de la nostalgia”, no por un motivos económicos sino para ir encendiendo motores. Destinó un salón de 1.000 metros cuadrados a 300 personas, el máximo permitido. “Si pasa a endemia más que pandemia podríamos trabajar un poco más normales”, dijo.
Abal siente que su sector es percibido como una fuente de contagios. “Nos cierran mientras entran turistas sin hacer cuarentena, así entró la variante Delta”, dijo en referencia a turistas que viajaron a Estados Unidos en julio y volvieron contagiados. “Nos tienen que dejar de meter en esa ecuación. Aumentan los casos porque se abrió la frontera, no por culpa nuestra”, señaló.
Con el cubrebocas sobre la pera, pero manteniendo la distancia, el último fin de semana Lucía Sotelo instruyó a cielo abierto a un cuerpo de bailarinas en una calle del barrio Brazo Oriental. A media cuadra sonaban 40 tambores que marcaban el ritmo sincopado que escolta a Uganda, el grupo de candombe donde la joven de 26 años es la coreógrafa.
Con la pandemia el candombe también quedó bajo la lupa de las autoridades, pero desde el 21 de julio, cuando dejó de regir la ley que suspendía el derecho a la libre reunión para prevenir aglomeraciones, las bailarinas comenzaron a salir tímidamente.
“Estoy a favor del protocolo, pero se censuró mucho al candombe”, se lamentó la coreógrafa. El hostigamiento que padecieron en las redes sociales, de la policía o los vecinos fue grande. “Siempre estuvimos en la mira”, dijo en referencia a ordenanzas de la época colonial que limitaban las reuniones y la expresiones artísticas de los afrodescendientes. Durante la pandemia, además de la falta de trabajo, Sotelo extrañó “el fin de semana para escuchar los tambores, bailar y desestresarnos”.
Paola Dalto es una de las DJ más reconocidas de la comunidad LGBT de Uruguay. Su fiesta, la Cherry Show, tuvo que adaptarse por la pandemia. “Habitualmente era baile. Ahora pasamos música, pero el espectador vive un show. Los únicos lugares donde se pudo bailar son los salones de fiesta con estos protocolos de 40 minutos de baile y 20 de pausa, una cosa muy extraña”, opinó.
A Rosario Echavarría el cierre de su salón de baile para adultos mayores le “destrozó la vida”. “Trastabillé económica y emocionalmente”, contó a la AP. La “noche de la nostalgia” no abrió su salón en Montevideo, donde se bailaba tango y música tropical. Decidió alquilar un autobús y organizar una fiesta al aire libre en una chacra lejos de la ciudad. “A quien le gusta bailar no le quites eso, es su vida", sostuvo.
Aún no hay ninguna milonga habilitada, ni discotecas o pubs, aunque todo el sector espera dos semanas para saber si habrá nuevos brotes o, por el contrario, si las vacunas han hecho su efecto.