Hermanos cubanos ansiosos por visas de EEUU, su madre espera
Los hermanos cubanos Jessica y Humberto Castañeda llevan más de ocho años gestionando una visa de Estados Unidos para volver a vivir con su madre, quien se marchó a ese país en 2012
Los hermanos cubanos Jessica y Humberto Castañeda llevan más de ocho años gestionando una visa de Estados Unidos para volver a vivir con su madre, quien se marchó a ese país en 2012.
Por ello sintieron una chispa de esperanza cuando la embajada estadounidense en La Habana informó recientemente que reanudaría el procesamiento limitado de visas de reunificación familiar en la capital de la isla luego de haberlo suspendido en 2017 tras la salida de los diplomáticos norteamericanos por sospechas de que habían sido objeto de misteriosos ataques sónicos.
Pero Jessica, quien tiene ahora una hija de cuatro años, y Humberto, evitan ilusionarse demasiado. Después de todo, están apenas en el inicio de un segundo proceso de visado impulsado por su madre desde Florida.
“Siempre estamos detrás de las noticias que salen y uno se pone contento”, afirmó Jessica, una manicurista de 31 años, en su pequeño apartamento en un barrio periférico de La Habana, al referirse a los reportes que escuchan sobre novedades del visado estadounidense para los cubanos. “Luego todo se vuelve a caer, falsa esperanza. Es bien difícil el proceso”.
Los hermanos comenzaron sus trámites para una visa de permanencia temporal luego de que su madre Marlene Salvias se fue a Estados Unidos en 2012, tres años antes que La Habana y Washington anunciaran el histórico restablecimiento de sus vínculos diplomáticos y la embajada estadounidense volviera a abrir en la capital cubana después de más de medio siglo.
Dos tíos de Jessica y Humberto, de 33 años, se habían marchado a Estados Unidos muchísimo antes, a inicios de los años ochenta, y su abuela Gladys lo hizo en el 2000.
Los trámites de los hermanos, así como los de miles de isleños, se paralizaron abruptamente luego de la suspensión de los servicios consulares que se dio en medio de un recrudecimiento de las sanciones estadounidenses en el pasado gobierno del republicano Donald Trump, quien dio marcha atrás con las medidas de flexibilización impulsadas por su antecesor Barack Obama.
En 2015 y producto del proceso de normalización de los lazos entre las dos naciones, la embajada reabrió, en muchos puntos se colocaron las banderitas de Cuba y Estados Unidos y se formaron de inmediato largas filas para tramitar visas de turismo y temporales a la nación del norte.
Con el proceso consular suspendido en La Habana, Jessica aseguró a The Associated Press que no estaba en condiciones económicas de viajar a Guyana y seguir los trámites de sus visas, a pesar de que recibían la ayuda de su madre desde Estados Unidos, algo que se ha complicado con la prohibición estadounidense del envío de remesas a la isla.
Posteriormente nació su hija Estela, lo que la obligó a dejar su trabajo en la empresa de electricidad, cuidar a su pequeña y dedicar más tiempo a su actividad de manicurista. En 2019 su madre, quien tiene 64 años y reside en Coral Gables, inició desde Florida un segundo proceso de visado de reunificación familiar que incluía también a su nieta, al tiempo que los hermanos participaban sin suerte en las loterías de visas.
“No hay ningún avance, ni ninguna notificación” de la embajada, señaló Humberto, quien vive con Jessica y la pequeña Estela en el apartamentito que acaban de adquirir.
La madre de Jessica y Humberto logró hacer visitas rápidas a La Habana en los últimos años. La última vez fue en marzo de 2020, al inicio de la pandemia de coronavirus, que la obligó a permanecer en Cuba hasta inicios de noviembre debido a las restricciones aeroportuarias impuestas por las autoridades para contener la enfermedad. Al menos, la mamá pudo estar en una cirugía de riñón que se le realizó a Jessica.
Mientras muchos cubanos esperan desesperados por sus visas de reunificación familiar y otros las tramitan viajando a Guyana, miles lo intentan por otras vías igual de difíciles y costosas e incluso de manera irregular. Muchos lo están haciendo vía aérea utilizando a Panamá como tránsito y a Nicaragua como destino, pero esta semana las autoridades migratorias panameñas impusieron un visado de tránsito obligatorio de 50 dólares, lo que llevó a centenares de isleños a concentrarse en la sede diplomática panameña para pedir que se aplace esa medida.
Algunos también lo siguen intentando a través de la peligrosa jungla del Darién, en la frontera colombo-panameña.
Jessica y Humberto han optado por seguir esperando a que en algún momento les llegue un aviso de la embajada estadounidense. Para el segundo trámite, aseguraron, deben cumplir varios pasos más.
“Todos los días me acuesto y bueno a veces me paro y digo ‘ya me veo en el aeropuerto’”, señaló Jessica sentada en un sofá. “Espero que avance algo”.
A Humberto se le aguan los ojos cuando habla de las veces que su madre ha tenido que marcharse tras visitarlos por poco tiempo.
“Es incómodo y bien difícil y más cuando uno sabe que ella necesita ayuda de sus hijos”, expresó.