España y Portugal tratan de convencer a remisos a vacunarse
Vuelven las largas colas para vacunarse contra el COVID-19 en España y Portugal
Juan Esteban Mariño, un joven de 29 años, saludable, era parte de un reducido grupo de remisos que resisten las recomendaciones de las autoridades sanitarias de España de que se vacunen contra el COVID-19. Transó finalmente cuando planeó una vacación de fin de año en Portugal donde las autoridades tratan de impedir la llegada de visitantes extranjeros no vacunados mientras encaran un aumento en los contagios y procuran contener la propagación de la nueva variante ómicron.
“Necesitaba recibir mi primera dosis para poder salir del país y regresar sin inconvenientes”, declaró Mariño esta semana en un gran centro de vacunación de Madrid mientras sostenía una gasa en el sector donde le habían dado la inyección. “Hasta ahora no había sentido la necesidad. Ya cuando la nueva variante aparece y las restricciones se complican, es importante. Voy a Portugal y ahí están exigiéndolo”.
Al final de cuentas, agregó, “nunca sobra tampoco tener la dosis para evitar cualquier riesgo”.
Es así que vuelven las largas colas para vacunarse en España y Portugal, dos naciones que, a pesar de tener tasas de inoculación que son la envidia del mundo, intensifican sus esfuerzos por convencer a quienes aún no se han vacunado. En ambos países se han reportado casos de la nueva variante ómicron.
Estos dos países de la península ibérica fueron sacudidos por las primeras olas de la pandemia, que provocaron decenas de miles de muertos. Desde entonces, ambos han pasado a ser modelos en la lucha contra el virus, cuyas poblaciones en general aceptan inocularse.
La gente en el Centro Wizink, un enorme salón de conciertos convertido en un gran centro de vacunación en Madrid, ofrece una cantidad de razones para no haberse vacunado hasta ahora. Muchas personas mayores de 60 años hacen cola también para recibir la tercera dosis, que las autoridades desean aplicar pronto a grupos más jóvenes.
Igual que Mariño, muchos destacan que cada vez más sitios exigen prueba de la vacuna o de que una persona se recuperó hace poco del virus.
Iris Reichen, intérprete de alemán-español de 61 años, dijo que se vio obligada a recibir la primera dosis ante el surgimiento de la variante ómicron, de rápido contagio, cuyo posible impacto todavía está siendo estudiado por los expertos, y porque su vida social se vio afectada.
“Los amigos ya no dejan entrar a los no vacunados a las cenas privadas”, manifestó.
Una consulta reciente del instituto nacional de estadísticas, CIS, indicó que un tercio de los 1,6 millones de adultos que todavía no se han vacunado planeaban inocularse. Pero casi el 3% de los consultados —aproximadamente un millón de personas si se hace una proyección tomando en cuenta la población total— insistían en no hacerlo. La consulta, que CIS realizó el mes pasado, antes de que algunas regiones de España exigiesen los certificados de vacunación contra el COVID-19, reveló que hay resistencia en sectores de todas las ideologías políticas.
Para convencer a los remisos, el Ministerio de Salud empezó a publicar información que indica cómo el virus afecta a los distintos grupos. Las personas vacunadas de 60 a 80 años, señaló, tienen ocho veces menos posibilidades de contagiarse, 18 veces menos probabilidades de ser hospitalizadas y 25 veces menos posibilidades de fallecer por el COVID-19.
Los certificados de vacunación obligatorios son cada vez más populares entre las autoridades regionales, pero no dejan de resultar polémicos.
En un informe interno filtrado el miércoles, un panel de expertos que asesora a las autoridades sanitarias advirtió contra la “seguridad falsa” que representarían los certificados de salud en un país en el que casi el 90% de todas las personas habilitadas para vacunarse lo han hecho. Los expertos insistieron en que el uso de tapabocas, que es obligatorio en espacios cerrados y común en las calles de España, y otras medidas de distanciamiento social son más efectivas todavía.
Las autoridades de Cataluña en el noreste, reabrieron centros de vacunación en gran escala que no requieren citas previas tras anunciar que serán necesarios los certificados de salud para poder disfrutar desde una comida en un restaurante hasta un concierto.
La secretaria de salud pública catalana Carmen Cabezas dijo que están aumentando la primera y la segunda dosis de la vacuna, y que en la última semana hubo un incremento del 81% en la primera dosis.
En algunos casos, hubo que llamar a la policía para dispersar las multitudes que se congregaban frente a los centros de vacunación después de que habían cerrado.
También hubo colas largas en Lisboa, donde el viernes abrió el centro de vacunación más grande que ha habido hasta ahora en la nación. Portugal, el país con el índice de vacunación más alto de Europa, trata de convencer al 2% de la población que todavía no se ha inoculado de que reciba su primera dosis, al tiempo que procura acelerar la tercera vacuna.
A pesar del excelente índice de vacunación, han aumentado los contagios en los dos últimos meses. Los niveles de hospitalización, no obstante, distan mucho de alcanzar los picos alarmantes de brotes previos. Portugal reportó el miércoles 4.607 contagios nuevos, lo que representa un marcado aumento respecto a días previos. Un brote de la variante ómicron en un club de fútbol profesional en Lisboa y el contagio de un trabajador del sector de la salud que había tenido contacto con el equipo aumentan la preocupación.
A partir del miércoles las autoridades portuguesas aumentaron los requisitos para los viajeros que vienen del exterior y exigieron el uso de cubrebocas en los interiores tras declararse un “estado de calamidad”. Ese estado, declarado por segunda vez este año, está un peldaño debajo del estado de emergencia y da al gobierno la autoridad para imponer medidas más estrictas sin la aprobación del parlamento.
Actualmente se exige el uso de barbijos en espacios públicos cerrados y las personas deben mostrar certificados de vacunación, de que se recuperaron del COVID-19 o pruebas negativas del virus para ingresar a restaurantes, cines, gimnasios y hoteles. También se requieren pruebas negativas, incluso a las personas vacunadas, en hospitales, nightclubs, geriátricos e instalaciones deportivas.
“Con las pruebas nos sentimos más cómodas. No nos vamos del club pensando ¿tendré COVID o no?”, expresó Sara Lopes, empleada de una tienda de 21 años, en un nightclub de Lisboa.
“Es incómodo tener que hacer una cita en la farmacia, pero me parece bien”, agregó.
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Alves informó desde Lisboa y Wilson desde Barcelona. Alicia León colaboró desde Madrid.