Diablos celebran Corpus Christi en pandemia en Venezuela
Ni la cuarentena vigente para contener los contagios de COVID-19 ni la crisis económica logran contener el frenesí de cientos de fieles que bailan como poseídos en el ancestral ritual de los Diablos Danzantes, con el que casi una docena de pueblos costeros de Venezuela rinde culto a Dios en la fiesta de Corpus Christi
Ni la cuarentena para contener los contagios de COVID-19 ni la crisis económica logran contener el frenesí de cientos de fieles que bailan como poseídos en el ancestral ritual de los Diablos Danzantes, con el que casi una docena de pueblos costeros de Venezuela rinde culto a Dios en la fiesta de Corpus Christi.
“Tenemos casi 300 años en la danza ininterrumpidamente”, dijo a The Associated Press Kelvin Romero. Este venezolano de 54 años ha pasado 48 de ellos bailando en una de las tradiciones religiosas más antiguas y atractivas del país, practicada en la parroquia de Naiguatá, localizada en el estado La Guaira, al norte de Caracas
El ritual de los Diablos de Naiguatá —donde se juntan los descendientes de españoles, esclavos africanos y aborígenes, que evidencia la diversidad étnica de los venezolanos— fue designado por la UNESCO como patrimonio inmaterial de la humanidad en 2012 junto a otras diez cofradías de Diablos Danzantes de Corpus Christi, que desde hace siglos se rinden ante el Santísimo Sacramento, que representa a Cristo en la eucaristía.
Bailar ante el Santísimo Sacramento vestidos de diablos en las cercanías de los templos simboliza la victoria del bien sobre el mal y trae a la memoria la época en que fieles y paganos recibían por igual la bendición cristiana.
El baile de los Diablos Danzantes fue ideado por los sacerdotes católicos para atraer a los esclavos africanos y a los pobladores indígenas a la Iglesia. Estos últimos se resistían a dejar sus ritos ancestrales y fueron incorporados para romper con la discriminación racial en las ceremonias religiosas, en particular en la celebración de la eucaristía, el mayor de los sacramentos cristianos.
Mantener la tradición es una hazaña en este país azotado por la más severa crisis económica de su historia, que incluye una inflación de cuatro dígitos, así como las restricciones derivadas de la cuarentena vigente desde el 16 de marzo de 2020.
Algunos de los llamados “promeseros” no tienen recursos para hacer las máscaras, pero siempre pagan sus promesas y muestran su devoción al Santísimo Sacramento, dijo Elvis Rodríguez, un diablo danzante de Naiguatá, de 34 años, que fabrica sus propias máscaras y baila desde hace 28 años. Por la crisis económica y los elevados costos de los insumos, Rodríguez es uno de los venezolanos que dejaron de fabricar cada año máscaras nuevas y repetidamente optan por desarmar unas para “poder armar otras”.
Debido a la pandemia, la celebración en los dos últimos años ha variado mucho para evitar contagios, acotó Rodríguez. El uso de tapabocas, guantes y el distanciamiento social —al menos por ahora— son parte del ritual. De acuerdo con la tradición, en el noveno jueves después de la Semana Santa el “diablo anda suelto”, por lo que los danzantes llegan de cualquier parte, muchos directamente de sus casas, y se congregan frente al templo. Algunos de ellos avanzan de rodillas los últimos 30 metros entre una cruz y la iglesia como penitencia.
La pandemia, empero, ha obligado a realizar algunos ajustes en el ritual, entre ellas suspender la procesión en los poblados. La celebración el año pasado y este año ha sido "atípica”, comentó Alexis Pérez, un miembro de la cofradía de los Diablos Danzantes de Yare en el vecino estado Miranda. La pandemia “rompió los esquemas... rompió la tradición. Ahora no se danza en el pueblo”, sino en los altares y sitios dispuestos por las autoridades, conjuntamente, con la iglesia y los “capataces” de la cofradía, acotó.
“Ya la gente no va donde está el Santísimo Sacramento”, los turistas no llegan masivamente, los diablos no salen en procesión para seguir a corta distancia en señal de sumisión y temor al Santísimo Sacramento, explicó Pérez, de 63 y que suma 38 años como promesero. “Ahora el Santísimo Sacramento llega a los sectores donde están las personas”.
Pese a que la danza de los diablos se ha convertido en una atracción turística, las autoridades religiosas no se cansan de aclarar que se trata de una solemne ceremonia religiosa. “Dividimos el municipio en sectores y en cada sector se van a reunir los promeseros” del vecindario, mientras una “comitiva lleva al Santísimo en un autobús, danzan allí, pagan su promesa... y esos promeseros se quedan allí en su sector”.
Pese a los problemas, los “promeseros” no se dejan abatir y se esfuerzan por preservar esta antigua tradición para las generaciones futuras. “Pensaba que si no daban permiso” las autoridades y la iglesia, “igualito los diablos iban a salir”, enfatizó Pérez. Nunca se plantearon cancelar la celebración. Es imposible que los devotos no lo hagan, insistió.
Aunque las promesas suelen ser personales, en tiempo de pandemia los diablos danzantes al unísono piden “el milagro” que cese la pandemia a nivel mundial y proteja a Venezuela
En este país --donde el coronavirus no ha azotado con tanta fuerza como en otros territorios sudamericanos -- se contabilizan 2.674 fallecidos y más 236.000 casos positivos, de los cuales se mantienen unos 16.200 casos activos. Miranda y La Guaira figuran entre los cinco estados con más contagios, más de 27.900 y 13.900, respectivamente. Caracas es la región con mayor número, con casi 41.000 casos positivos registrados
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Delacroix reportó desde Yare, estado Miranda.
El periodista Jorge Rueda contribuyó a este despacho desde Caracas.