Denuncian que Tailandia devuelve refugiados a Myanmar
Denuncian que Tailandia obliga a los refugiados de Myanmar a regresar a su país, sin importar los peligros que puedan correr en la nación vecina, gobernada por una junta militar en guerra con minorías étnicas
La muchacha y su familia viven en una tierra de nadie, en la ribera de un río con pastizales altos, atrapados entre un país que no los quiere y otro en el que los militares pueden matarlos.
Igual que miles de personas que le escapan a la violencia que estalló en una región montañosa de Myanmar tras un golpe militar de febrero del año pasado, Hay partió hacia la vecina Tailandia en busca de una seguridad que no está a su alcance. En caso de regresar a Myanmar, su vida y la de su familia correrían peligro. Pero eso es precisamente lo que quieren las autoridades tailandesas, que, temerosas de comprometer su relación con el gobierno militar de Myanmar, les piden que regresen al menos una vez por semana, según cuenta la muchacha.
“Lloramos cuando nos dijeron que regresásemos y tratamos de explicarles que no podemos hacerlo”, declaró Hay, quien vive en una modesta carpa junto al río Moei, que divide los dos países. La Associated Press no usa el nombre completo de Hay ni el de otros refugiados mencionados en este despacho para evitarles represalias de las autoridades. “A veces cruzamos el río y entramos en Myanmar, pero sin llegar a nuestro pueblo”, dijo Hay.
Si bien las leyes internacionales prohíben obligar a la gente a regresar a un país en el que sus vidas podrían peligrar, Tailandia ha enviado a miles de personas de regreso a Myanmar, según entrevistas con refugiados, grupos de ayuda y las propias autoridades tailandesas. Por ello muchos refugiados como Hay deambulan por ambos lados de la frontera mientras en sus pueblos arrecia la guerra.
“Es como un ping-pong”, dijo Sally Thompson, directora ejecutiva de The Border Consortium, organización que ofrece ayuda a los refugiados de Myanmar en Tailandia. “No puedes estar yendo y viniendo todo el tiempo. Necesitas un lugar estable. Y en Myanmar no hay la menor estabilidad en estos momentos”.
Desde la toma del poder hace poco más de un año, los militares mataron a más de 1.700 personas, detuvieron a unas 13.000 y sistemáticamente torturaron a hombres, mujeres e incluso niños.
Tailandia asegura que los refugiados regresan a Myanmar por voluntad propia. Y dice que cumple con las leyes internacionales y no obliga a volver a personas que corren peligro.
“A medida que mejora la situación en Myanmar, las autoridades tailandesas facilitan su regreso voluntario”, expresó el portavoz del ministerio de relaciones exteriores de Tailandia Tanee Sangrat.
Agregó que Tailandia “continúa respetando su tradición humanitaria, incluido el principio de no devolver (refugiados) por la fuerza y de ayudar a aquellos que lo necesitan”.
Somchai Kitcharoenrungroj, gobernador de la provincial tailandesa de Tak, en la que se refugiaron miles de personas de Myanmar, dijo que muchas cruzan ilegalmente por sitios donde no hay combates.
“Tuvimos que devolverlos de acuerdo con las leyes”, declaró Somchai. “Cuando enfrentan amenazas, jamás nos rehusamos a ayudarlos”.
Según la oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas, unas 17.000 personas de Myanmar buscaron refugio en Tailandia desde el golpe militar. Pero actualmente solo quedan 2.000, de acuerdo con el Centro de Comando Fronterizo de Tailandia-Myanmar.
La mayoría de los refugiados le huyen a los combates entre los militares y grupos armados de minorías étnicas. Cruzan el río que separa los dos países a pie, con sus hijos y pertenencias a cuestas. Se ven condenados a vivir en establos atestados o en precarias carpas construidas con bambú y lona.
Apenas se produce una pausa en los combates, las autoridades tailandesas los obligan a regresar a Myanmar, a pesar de que los militares controlan sus pueblos, queman casas y colocan minas de tierra, de acuerdo con refugiados y grupos de ayuda.
“Vi cómo obligan a algunos de ellos a subirse a un auto que los lleva hasta el río. Allí se bajan y tienen que cruzar el río”, expresó Phoe Thingyan, secretaria del grupo de ayuda tailandés Overseas Irrawaddy Association.
Grupos armados de minorías étnicas de la frontera combaten con el gobierno desde hace décadas para exigir su autonomía. Los enfrentamientos aumentaron tras el golpe.
La vida junto al río es dura. “No esta lejos de la zona en guerra”, expresó Naw Htoo Htoo, de la Agrupación de Derechos Humanos Karen. “Los ancianos y los niños no están bien en las carpas... Hay enfermedades, incluido el COVID-19”.
La carpa de Hay del lado tailandés del río no ofrece protección alguna del sol, los mosquitos y las intensas lluvias. Escasean la comida y otros insumos, pero las autoridades tailandesas les niegan el ingreso a organismos de ayuda internacionales.
Los militares tailandeses ni siquiera quieren admitir la presencia de refugiados de Myanmar por temor a generar malestar entre los militares del país vecino, según Patrick Phongsathorn, especialista en derechos humanos de la organización asiática de derechos humanos Fortify Rights.
“Los militares tailandeses tienen una relación estrecha con los de Myanmar”, sostuvo Phongsathorn.
El gobernador Somchai opinó lo mismo. “Cuando cesan los combates, (los refugiados) tienen que regresar”, manifestó. “De lo contrario, podrían surgir tensiones en las relaciones entre los dos países”.
Los militares tailandeses declinaron hablar del tema.
Win, un estudiante de química de 23 años, se instaló inicialmente con su familia del lado tailandés de la frontera, pero fue obligado a regresar a Myanmar. Ahora cruza constantemente el río a pie, con el agua que le llega al pecho, para conseguir comida e insumos donados del lado tailandés. Luego regresa a su campamento en Myanmar, donde hay unos 300 refugiados.
Sobreviven con lo justo.
Lo que más desea, es algo a lo que no puede aspirar.
“Solo quiero volver a mi casa. Solo eso”, expresó Win.
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Gelineau informó desde Sydney.