Científicos buscan descifrar el ADN de las islas Galápagos
Con apoyo de ciudadanos, científicos buscan descifrar el ADN de las islas Galápagos en Ecuador
Para ir tras el código genético de las especies de las islas Galápagos -en las cuales Charles Darwin basó su icónica teoría de la evolución- no era suficiente contar con un selecto equipo internacional de científicos, sino que era clave reclutar a los habitantes del archipiélago y convertirlos en investigadores. A fin de cuentas ellos, durante su vida y experiencia, han visto más especies que los académicos.
El proyecto de investigación Barcode también busca acercar por primera vez la ciencia a la comunidad mientras los galapagueños atraviesan la peor crisis económica de su historia, provocada por la pandemia de coronavirus, que bloqueó la principal fuente de ingresos del archipiélago, el turismo, desde mediados de marzo del año pasado.
El responsable de Barcode, Diego Ortiz, explicó a The Associated Press que para el proyecto se emplea una técnica que utiliza una región corta y estandarizada de ADN para identificar a cada especie u organismo y comparar los resultados obtenidos con bases de datos mundiales. Es como el documento de identidad de cada especie, dijo.
“Estamos haciendo un catálogo genético de la biodiversidad de Galápagos. Queremos obtener la firma genética de las especies de Galápagos y cuantificar la variación de cada una por el aislamiento geográfico en que se encuentran, en el mismo territorio que le fascinó a Charles Darwin”. Asimismo, se espera identificar especies nuevas o introducidas que llegan por corrientes marinas, barcos, en desechos plásticos que viajan por el mar o que inclusive pueden llegar naturalmente.
Para cumplir ese objetivo se ha equipado con secuenciadores genéticos y laboratorios moleculares a las islas San Cristóbal, Santa Cruz e Isabela, las tres más grandes habitadas por humanos del archipiélago, ubicado en el océano Pacífico a 1.000 kilómetros del continente y declarado por la UNESCO en 1978 como patrimonio natural de la humanidad por sus especies terrestres y marinas únicas en el mundo.
De acuerdo con información de la estación científica Charles Darwin, Galápagos registra 10.659 especies entre endémicas e introducidas de mamíferos, aves, reptiles, anfibios, peces óseos, peces cartilaginosos (tiburones y rayas), invertebrados terrestres, invertebrados marinos, hongos y plantas. Acerca de las bacterias, la información del archipiélago es nula. “Estamos seguros que nuestros registros serán los primeros de una gran diversidad de bacterias, seguramente muchísimas nuevas”, dijo Ortiz.
La técnica de identificación genética empleada en el proyecto permite analizar muestras de agua marina obtenidas en profundidades de uno a 30 metros o de tierra extraída en zonas del interior para identificar el rastro biológico dejado por animales que naturalmente pierden lana, pelo, células de la piel, escamas o desechos corporales. Un análisis preliminar de muestras recolectadas en varias islas de Galápagos señala que hay una diversidad marina más alta de lo esperado, entre 30 a 40% de especies que no se encuentran en el banco mundial de secuencias genéticas, lo que puede significar que son nuevas o que son especies conocidas, pero a las que no se les ha hecho secuenciamiento genético.
En Barcode participan 10 científicos investigadores que pertenecen a las universidades San Francisco de Ecuador; Exeter, de Inglaterra; North Carolina, de Estados Unidos; la Agencia de Regulación y Control para la Bioseguridad y Cuarentena de Galápagos y con el apoyo de otras instituciones como Newton Fund y Galápagos Conservation Trust.
Sandra Simbaña, ama de casa de 41 años y madre de tres hijos, uno de ellos con una enfermedad grave, permanece arrodillada en medio de la lluvia recogiendo fuerte una muestra de raíces y suelo en la parte alta de la isla San Cristóbal para neutralizar las plantas de mora introducidas que están acabando con especies nativas. Ella, al igual que otros 73 ciudadanos convertidos en investigadores y científicos que recibirán una retribución económica por su colaboración, son parte fundamental del proyecto, al que postularon 446 galapagueños.
En esta iniciativa laboran además guías turísticos, agricultores, pescadores, buzos que fueron capacitados durante 74 horas por vía virtual y en charlas y prácticas presenciales en técnicas de campo, laboratorio, tratamiento de datos y especímenes y su debido registro para que puedan ser utilizados después. Para ello se han equipado laboratorios moleculares.
Tras cinco meses de pandemia y con todo paralizado, Robin Betancourt, otrora capitán de barco y pescador, recuerda que una tarde su hija menor Zulyn, de cinco años, le pidió unas monedas para comprar un pan de dulce, cuando se percató que la pandemia acabó con los ahorros de la familia. “El proyecto fue una salvación, pero también un desafío. Yo solo sabía prender la computadora para poner música. No sabía cómo manejar esa cosa. Un amigo me ayudó. Ni siquiera sabía como abrir el formulario para poner mis datos”, dijo a la AP. “Ahora soy parte del proyecto de ciencia ciudadana. Soy un científico ciudadano, vea usted”, añadió, exhibiendo una amplia y pícara sonrisa.
La técnica de secuenciamiento genético, parecida a la que se usa para detectar el COVID-19 en el cuerpo humano, se ha utilizado en los últimos 20 años en proyectos biológicos de países como Estados Unidos México, Colombia y Brasil.
La guía naturalista Jhosellyn Aguas, de 35 años, señaló que "es el primer proyecto de ciencia en Galápagos que se hace con ciudadanos galapagueños, con los que siempre hemos querido participar, pero que no nos han dado posibilidad... Estoy feliz por hacer ciencia”.
Barcode finalizará en noviembre de 2021, cuando se espera una base con información genética de Galápagos que permitirá identificar nuevas especies, combatir su tráfico ilegal y controlar especies invasivas, entre otras, además de ratificar el número total de especies, la biodiversidad y la salud de los ecosistemas.
Daniela Martínez, estudiante universitaria de 22 años y ahora laboratorista de Barcode, dijo que “es la primera vez que entro a un laboratorio molecular y que hago actividades con técnicas moleculares. Al principio tenía temor porque hay que estar pendiente de cada detalle, pero hora ya me siento más confiada procesando las muestras". Junto con otros galapagueños, la joven espera que su aporte contribuya a recopilar nueva información de valor mundial.