Buscan en Panamá esfuerzo regional ante ola migratoria
Abrumados por la ola más grande de migrantes en su selvática frontera común en décadas, Panamá y Colombia buscan involucrar a otros países que sirven de llegada, salida y destino de ese flujo irregular en un inédito esfuerzo compartido que permita un tránsito controlado y seguro de esos extranjeros, en su mayoría haitianos
Abrumados por la ola más grande de migrantes en su selvática frontera común en décadas, Panamá y Colombia buscarán involucrar el miércoles a otros países que sirven de llegada, salida y destino de ese flujo irregular en un inédito esfuerzo regional que permita un tránsito controlado y seguro de esos extranjeros, en su mayoría haitianos.
Con ese propósito, los cancilleres y otros funcionarios de Panamá, Colombia, Brasil Chile, Ecuador, Perú Costa Rica México y Estados Unidos realizan un encuentro virtual para encarar esa migración desde el sur del continente hacia Norteamérica, que presiona más que todo a las autoridades colombianas y panameñas que deben enfrentar el cruce de miles por la peligrosa jungla del Darién.
Mientras se lleva a cabo el diálogo, miles de migrantes de Haití, Cuba, Venezuela y de países del África y Asia cruzaban la inhóspita selva para llegar al primer poblado panameño, desde donde se desplazarían después por ríos caudalosos y estrechos caminos en la selva hacia campamentos temporales en Darién.
“La migración irregular es uno de esos desafíos ante el que no podemos quedarnos de brazos cruzados”, manifestó antes de la reunión virtual la canciller panameña Erika Mouynes, quien formuló la convocatoria. “Panamá cumple con su parte. Necesitamos la cooperación de todos los actores".
Panamá y Colombia acordaron el lunes una cuota respecto de la cantidad de migrantes que podrán cruzar de forma controlada y segura la frontera binacional, aunque no especificaron la cifra, ni explicaron desde cuándo y de qué manera lo lograrían.
Panamá y Costa Rica impulsan desde hace años un plan de paso controlado de estos migrantes por su punto fronterizo, por lo que estos dos países, más Colombia, presentarán a las demás naciones su estrategia con el fin de sumarlos a esos esfuerzos.
“Las crisis tienen considerables efectos a largo plazo en los migrantes y en la sociedad”, indicó en un correo electrónico a The Associated Press el jefe del Centro Administrativo Global y Misión de la Organización Internacional para las Migraciones en Panamá, Santiago Paz. “Por ello, la acción concertada de la comunidad internacional es primordial a efectos de prevenir y prepararse para las situaciones de crisis”.
Es un flujo lleva décadas, pero en las últimas semanas escaló cuando se reportaron hasta 12.000 migrantes, en su mayoría haitianos, varados en lado colombiano que esperaban una embarcación que los llevara a un punto donde inicia el recorrido por la selva del Tapón del Darién.
Autoridades de migración colombianas informaron la víspera que en los últimos días se redujo la proporción de migrantes en esa zona a unas 3.000 personas, lo que indicaría que el resto emprendió el cruce por una selva del Darién sin ley y con presencia de traficantes de personas, drogas y armas, según las autoridades.
Alrededor de 49.000 migrantes han cruzado el Darién en lo que va del año, lo que supera a los más de 25.000 que hicieron ese trayecto durante la crisis de 2016, según funcionarios panameños.
En el caso de la migración de haitianos, se aceleró después del devastador terremoto del 2010 que causó más de 300.000 muertos en la empobrecida nación caribeña. Muchos viajaron a Brasil para trabajar en las grandes obras de construcción con miras a la Copa Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016. Otros llegaron a Chile también en busca de trabajo, para luego emprender el largo viaje por tierra hacia Norteamérica. La migración más reciente es empujada por la violencia política y el recrudecimiento de la pobreza en medio de la pandemia, según los expertos.
Antes ya venía un flujo de cubanos, así como de africanos y asiáticos que huían de la violencia, las guerras y la pobreza.
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La corresponsal de AP Astrid Suárez colaboró con este reporte desde Bogotá.