Brasil: Bolsonaro supera expectativas y desafía los sondeos
Las elecciones en Brasil ofrecen al mundo un nuevo ejemplo de sondeos poco acertados, después de que el actual presidente, Jair Bolsonaro, superase con creces las expectativas para demostrar que la corriente de ultraderecha que le llevó al gobierno sigue teniendo fuerza
Las elecciones en Brasil ofrecieron al mundo un nuevo ejemplo de sondeos poco acertados, después de que el actual presidente, Jair Bolsonaro, superase con creces las expectativas para demostrar que la corriente de ultraderecha que le llevó al gobierno sigue teniendo fuerza.
Las encuestas de mayor confianza habían situado al expresidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva muy por delante, con la posibilidad incluso de una victoria en primera ronda. Un prestigioso sondeo preelectoral le daba a Lula una ventaja de 14 puntos porcentuales. Al final, Bolsonaro dio la sorpresa y se quedó apenas a cinco puntos. Ambos se enfrentarán en una crucial segunda vuelta el 30 de octubre.
Lula obtuvo el domingo el 48,4% de los votos válidos, que excluye los sufragios en blanco o nulos, mientras que Bolsonaro logró el 43,2%, según la autoridad electoral brasileña. Los otro nueve candidatos de primera ronda consiguieron apenas una pequeña parte del apoyo de los favoritos.
“Esto es una gran derrota para el centro democrático que vio a sus votantes migrar a Bolsonaro en un escenario polarizado", dijo Arilton Freres, director del Instituto Opinião, con sede en Curitiba. “Lula empieza por delante, pero no le será fácil”.
La votación se celebró prácticamente sin rastro de la violencia política que muchos temían. Alexandre de Moraes, el juez de la Corte Suprema que también dirige la autoridad electoral, felicitó a Brasil por las elecciones “seguras, tranquilas, armoniosas y pacíficas” que demostraban su madurez democrática.
Sin embargo, las tensiones y las apuestas seguían siendo altas. Los comicios determinarán si el país devuelve a un izquierdista al timón de la cuarta democracia más grande del mundo o si mantiene a Bolsonaro para otro mandato.
Los últimos cuatro años se han distinguido por su retórica provocadora, su presión sobre instituciones democráticas, su criticada gestión de la pandemia de COVID-19 y la deforestación más grande en la selva amazónica en 15 años.
Pero ha formado una base de partidarios con su defensa de los valores familiares tradicionales, su rechazo a la corrección política y presentándose como un protector de la nación ante políticas de izquierda que, según dice, erosionan la libertad personal y provocan inestabilidad económica.
“Comprendo que hay un deseo de cambio de la población, pero algunos cambios pueden ser para mal”, dijo Bolsonaro a la prensa cuando se publicaron los resultados. Bolsonaro, que ha reiterado sin pruebas que las máquinas de voto electrónico brasileñas son vulnerables al fraude, no impugnó el resultado.
A Lula se le reconoce la creación de un amplio programa de prestaciones sociales durante su mandato entre 2003 y 2010 que ayudó a elevar a decenas de millones de personas a la clase media, y su gobierno coincidió con un aumento de las exportaciones durante el boom global de las materias primas.
Pero también se le recuerda por la implicación de su gobierno en escándalos de corrupción y por sus propias condenas, anuladas más tarde por la Corte Suprema con el argumento de que el juez no había sido imparcial. Eso le permitió salir de prisión y allanó el camino para una nueva campaña a la presidencia.
Justo antes de las elecciones, Lula pidió apoyos y dijo que un pequeño número de votos podría suponer la diferencia entre una victoria directa y una segunda vuelta.
Bolsonaro tuvo un resultado especialmente bueno en el sureste de Brasil, que incluye a los populosos estados de Sao Paulo, Río de Janeiro y Minas Gerais, según Rafael Cortez, experto en riesgo político en la firma Tendencias Consultoria.
“Las encuestas no captaron ese crecimiento”, señaló. “Deja un sabor amargo para la izquierda, si consideramos lo que mostraban las encuestas”.
Bolsonaro y sus aliados han cuestionado a menudo la fiabilidad de encuestadoras como Datafolha y señalado a sus mítines callejeros con gran asistencia. Partidarios como el ingeniero retirado Ramon Almeida se mostraron de acuerdo.
“No me creo estas encuestas del grupo Datafolha. Me creo la encuesta de la ”Datagente" a la que veo donde sea que vaya Bolsonaro", dijo Almeida, de 72 años, tras votar en una escuela del acomodado barrio de Pinheiros en Sao Paulo. “Creo que al final habrá una segunda vuelta”.
Los analistas señalaron que los candidatos minoritarios tuvieron peores resultados de lo esperado y sus votantes parecieron abandonarles la víspera de los comicios para apoyar a Bolsonaro.
“Lo más probable es que la gente cambiara su preferencia de forma estratégica antes de la votación, y que eso favoreciera mucho a Bolsonaro”, dijo Nara Pavão, profesora de ciencias políticas en la Universidad Federal de Pernambuco. “Gente que en principio iba a votar a Simone Tebet o Ciro Gomes (los tercer y cuarto más votados) decidió en el último momento votar a Bolsonaro”.
La diferencia entre Bolsonaro y Lula en primera ronda equivalía a 6,1 millones de votos. Entre los dos, Tebet y Gomes recibieron 8,5 millones de votos, y más de 30 millones de personas se abstuvieron.
Cuando Lula comentó los resultados, se hizo evidente que ni siquiera sabía cuándo estaba prevista la segunda vuelta. Pero dijo encarar con ganas otras pocas semanas de campaña y la oportunidad de enfrentarse cara a cara con Bolsonaro y “hacer comparaciones entre el Brasil que él construyó y el Brasil que construimos nosotros en nuestros gobiernos”.
“Durante toda esta campaña, estuvimos por delante en los sondeos de opinión de todos los institutos, incluso los que no querían que ganáramos”, dijo Lula. “Siempre pensé que ganaríamos estas elecciones. Y les digo que vamos a ganar estas elecciones. Para nosotros, esto sólo es un tiempo extra”.
Los buenos resultados de la derecha se extendieron a las votaciones a gobernadores y congresistas, especialmente para candidatos con apoyo de Bolsonaro. De forma inesperada, su exministro de Infraestructuras quedó primero en las votaciones a gobernador de Sao Paulo. El gobernador de Río de Janeiro, aliado del mandatario, arrasó a su rival y ganó en primera vuelta.
Sergio Moro, el exjuez que encarceló temporalmente a Lula y que fue ministro de Justicia con Bolsonaro, desafió a los sondeos y obtuvo un escaño en el Senado.
El Partido Liberal de Bolsonaro superará al Partido de los Trabajadores de Lula para convertirse en el más grande del Senado. En la cámara baja, el grupo de Bolsonaro y la coalición que lidera el Partido de los Trabajadores serán las dos fuerzas más grandes.
También salieron victoriosos los exministros de Bolsonaro de Desarrollo Regional y Ciencia y Tecnología. En la cámara baja, su exministro de Salud, un general que supervisó la accidentada gestión de la pandemia, y su exministro de Medio Ambiente, que renunció en medio de una pesquisa sobre si había colaborado en la exportación de madera talada de forma ilegal en la Amazonía, también consiguieron escaños.
“La ultraderecha ha mostrado una gran resiliencia en las carreras estatales y presidencial”, dijo Carlos Melo, profesor de ciencias políticas en la Universidad Insper de Sao Paulo.
Bolsonaro dijo a la prensa que el resultado de su partido en el Congreso podría conseguirle nuevos apoyos antes de la votación del 30 de octubre, gracias a alianzas con otros partidos a cambio de apoyo en los comicios.
“Brasil está mucho más polarizado de lo que pensaba mucha gente, y gobernar será difícil para quien sea que gane”, dijo Brian Winter, vicepresidente de política en el Americas Society/Council of the Americas. “Creo que las próximas semanas pondrán mucha presión sobre la democracia brasileña mientras estos dos hombres combaten. Esperen una campaña fea que dejará cicatrices”.
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Bridi informó desde Brasilia. Los periodistas de AP Mauricio Savarese, Daniel Politi y David Biller contribuyeron a este despacho.