Las esposas de los combatientes de Mariúpol en Ucrania piden ayuda a Turquía

Las mujeres pidieron ayuda directamente al presidente turco Erdogan, quien es presionado para que haga más para contrarrestar la agresión rusa

Borzou Daragahi
Lunes, 16 de mayo de 2022 15:12 EDT
Natalia Zarytska (izq.), esposa de un combatiente de Azov, y Natalia (dcha.), madre de un combatiente de Azov, asisten a una rueda de prensa, en Estambul
Natalia Zarytska (izq.), esposa de un combatiente de Azov, y Natalia (dcha.), madre de un combatiente de Azov, asisten a una rueda de prensa, en Estambul (AFP via Getty Images)
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Él le había prometido que, después de una sola misión más, pondría fin a su carrera militar. Los dos se casarían, se establecerían y tendrían hijos en su ciudad natal, Mykolaiv. Incluso habían decidido un nombre para su primogénito: Matvei.

Entonces empezó la guerra con Rusia, y el prometido de Olga Boiko, de 32 años, miembro de la 36ª Brigada de la Marina ucraniana, acabó en la ciudad costera sitiada de Mariúpol. Ahora se encuentra entre los soldados atrapados en la planta siderúrgica de Azovstal.

Y está en camino, ahora en Turquía con un grupo de otros compañeros y padres de los militares. El lunes suplicaron al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, que utilizara su influencia para garantizar su regreso a casa. Azovstal está ahora rodeado por fuerzas rusas, que insisten en que los hombres se rindan, lo que los ucranianos creen que significará su muerte o su encarcelamiento.

“Se están quedando sin nada: comida, medicinas e incluso agua”, señaló Boiko a los periodistas reunidos en una conferencia de prensa en Estambul, con los ojos llenos de lágrimas. “Estoy pidiendo ayuda. Pedimos ayuda”.

Boiko, otras dos esposas y uno de los padres de los habitantes de Azovstal viajaron desde ciudades ucranianas a Turquía para conseguir apoyo político y humanitario para sus seres queridos. El viaje, ampliamente cubierto por los medios de comunicación turcos, se produce en un momento en el que Ankara, miembro de la OTAN, está sometida a una enorme presión para que haga más por contrarrestar la ofensiva rusa y cambiar su posición frente al Kremlin.

Aunque los drones de ataque Bayraktar TB-2 que Turquía vende a Ucrania han adquirido un estatus casi legendario por el daño que han infligido a los blindados rusos, la nación es acusada de mantenerse al margen cuando se trata de la guerra en Ucrania.

Ankara se ha negado a acatar las sanciones de Estados Unidos o de la Unión Europea contra Rusia. Ha dado la bienvenida al capital ruso, a los oligarcas y al turismo. Aunque mantiene estrechas relaciones con Kyiv, también está en contacto regular con Moscú.

El portavoz de Erdogan, Ibrahim Kalin, declaró el sábado a The New York Times que Ankara estaba intentando negociar la evacuación de los soldados heridos de Azovstal, pero que se veía obstaculizada por los constantes cambios políticos y militares.

Durante el fin de semana, Turquía estuvo en negociaciones de alto nivel en Berlín sobre la posibilidad de que Finlandia y Suecia se unan a la alianza de la OTAN. Ankara afirma que se opone a su entrada por su tolerancia con los grupos nacionalistas kurdos, considerados una amenaza por Turquía.

Un funcionario implicado en las conversaciones, que habló bajo condición de anonimato, declaró que el ministro de Asuntos Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu, había exigido que Estocolmo y Helsinki denunciaran al proscrito PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) e impusieran restricciones a las armas destinadas a los grupos militantes kurdos del noreste de Siria.

“Cavusoglu exigió declaraciones públicas de Suecia y Finlandia sobre sus pasados vínculos con el PKK y restricciones a las exportaciones de armas”, dijo la fuente, que habló bajo condición de anonimato. “Cavusoglu fue muy duro”.

Las ucranianas en Estambul rehuyeron la geopolítica e insistieron en que estaban en una misión humanitaria. En concreto, pedían a Erdogan que reuniera a China y, potencialmente, a otras potencias mundiales, y que convenciera al presidente ruso Vladimir Putin de que permitiera a sus hombres volver a casa.

Ruslana, cantante ucraniana y exganadora de Eurovisión, habla durante la conferencia de prensa
Ruslana, cantante ucraniana y exganadora de Eurovisión, habla durante la conferencia de prensa (AP)

“Esta es la última oportunidad para salvarlos”, subrayó Ruslana Lyzhychko, la cantante pop ucraniana ganadora del concurso de Eurovisión de 2004 en Estambul y que se ha reunido con Erdogan. Viajó desde Ucrania con los demás para servir de portavoz informal de su causa. “Creo en la sabiduría y la bondad de Recep Tayyip Erdogan”, subrayó.

El viaje fue organizado y financiado por ciudadanos ucranianos a título particular, aunque entre la comitiva había al menos un empleado del Ministerio de Defensa ucraniano, y otros funcionarios y asesores políticos ucranianos habían promovido el viaje.

Al menos algunos de los hombres de Azovstal son miembros del Regimiento Azov, una unidad de las fuerzas armadas ucranianas que se formó originalmente como un paramilitar de extrema derecha que incluía algunos combatientes neonazis. La acusación de que los combatientes albergan simpatías “nazis” y el objetivo declarado por Rusia de lanzar la guerra para “desnazificar” Ucrania han complicado las labores de rescate.

Aunque elogiaban la valentía de sus maridos, las mujeres también tenían sus propias historias extraordinarias. Boiko, para sorpresa de muchos de sus familiares, permaneció en su mayoría en Mykolaiv durante toda la guerra, negándose incluso a refugiarse en los sótanos durante los ataques aéreos y las descargas de artillería que han asolado la ciudad.

Amante de los animales, ha pasado los meses de guerra rescatando mascotas abandonadas y organizando su transporte a Polonia o Alemania. Dice que ha reubicado a unos 300 perros y gatos.

“Salvar a los animales es mi manera de sobrellevar la situación”, indicó durante una entrevista después de la conferencia de prensa.

Natalia Zarytska, especialista en agricultura de 36 años y casada con uno de los soldados de Azovstal, pasó un largo periodo de la guerra en un sótano de Kyiv.

Contó a The Independent que la última vez que vio a su marido fue el día de San Valentín, cuando lo visitó brevemente en Mariúpol pocos días antes de que comenzara la invasión rusa. Durante la guerra, han intercambiado mensajes en la aplicación Telegram, muy popular en Europa del Este, aunque ella no ha tenido noticias de él desde hace más de una semana.

“He muerto cada día durante los últimos 70 días”, expresó Zarytska.

Dijo que su hijo Olexander, de 8 años, y los hijos de otros combatientes ensamblan modelos de Lego de Mariúpol para tratar de encontrar ideas para sacar a sus padres de la ciudad.

“Espero que Erdogan, con sus acciones humanas, pueda ayudarnos a abrazar de nuevo a nuestros maridos e hijos”, mencionó. “O al menos enterrarlos y despedirnos como es debido”.

Aleksandra Zhirova contribuyó a este informe

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