“Estoy viendo el infierno”: mensajes inquietantes de los soldados de la planta siderúrgica bombardeada
Las familias de los hombres que resisten en el interior de la planta siderúrgica de Azovstal dicen a Kim Sengupta que quieren que el mundo ayude
“Estoy vivo, pero nada más, el bombardeo es cada vez más intenso y el círculo se reduce. Nos estamos muriendo aquí lentamente, siento que estoy mirando el infierno. No estoy seguro de cuánto tiempo más podremos seguir y no sé si volveremos a vernos. Recuerda que te quiero mucho”.
Este mensaje fue la última vez que Nataliia Zarytska tuvo noticias de su marido, Bogdan, que se encuentra entre los soldados que resisten desesperadamente en Mariúpol, rodeados por un número abrumador de fuerzas rusas, machacados por los ataques aéreos y de artillería y con pocas o ninguna posibilidad de escapar.
Una fuerza de alrededor de 2.500 soldados -más de 700 de los cuales están heridos- está refugiada en la extensa planta siderúrgica de Azovstal, gran parte de la cual ha sido bombardeada hasta convertirse en un páramo de metal retorcido.
Estos combatientes se han convertido en carne de cañón para la propaganda del Kremlin, y también en un foco de recriminaciones entre los ucranianos, en un raro caso de desunión desde que comenzó la guerra, con acusaciones de que el gobierno de Volodymyr Zelensky los ha abandonado.
La mayoría de los ancianos, mujeres y niños han sido rescatados de Mariúpol bajo la coordinación de las Naciones Unidas y la Cruz Roja. Otros cien siguen allí, según los funcionarios locales, y los esfuerzos para sacarlos se retrasan porque las dos partes se culpan mutuamente.
La captura de Mariúpol supondrá un raro triunfo para el Kremlin en un conflicto que ha sido mayoritaria y sorprendentemente infructuoso desde que Vladimir Putin ordenó la invasión de Ucrania el 24 de febrero.
El control de la ciudad portuaria permitiría a Rusia abrir una ruta terrestre de importante valor estratégico entre las repúblicas separatistas de Donetsk y Luhansk, y la península de Crimea, que fue anexada hace ocho años.
Las tropas ucranianas en Azovstal también son un premio para Moscú. La mayoría son del Batallón Azov, al que Rusia acusa desde hace tiempo de pertenecer a los fascistas que pretenden apoderarse de Ucrania. Matarlos o capturarlos encajaría en el objetivo declarado por Putin de “desnazificar” el país.
Algunas familias de los soldados han formado grupos de apoyo para presionar al gobierno ucraniano para que organice una extracción de la planta. Han realizado protestas que han sido disueltas por la policía, y los grupos de derechos civiles y los medios de comunicación locales han denunciado que se ha actuado con mano dura.
Zelensky ha insistido en que se están realizando esfuerzos internacionales para garantizar el paso seguro de las tropas y los civiles restantes. La situación es “extremadamente difícil”, pero “no debemos perder la esperanza”, añadió.
Aunque en Azovstal parece haber pocas expectativas de rescate. “No nos queda ninguna esperanza, solo rabia”, expresó un soldado, Nicolai, en un mensaje a The Independent a través de Telegram. “Nos han dejado aquí para que nos valgamos por nosotros mismos. Hemos oído que los funcionarios dicen que el gobierno nos ofreció la oportunidad de retirarnos. Eso nunca ocurrió”.
“La orden, en cambio, fue mantener el terreno. Eso es lo que hicimos, con lo que ganamos tiempo para que otras unidades se retiraran y también para sacar a los civiles. Cumplimos con nuestro deber y esperamos que el gobierno cumpla con el suyo”.
Zarytska compartió otro mensaje de su marido, de 31 años, desde el interior de la planta. Decía: “Tenemos 700 heridos aquí, 400 de ellos no pueden moverse por sí mismos. Los rusos nos están golpeando a su antojo, están disparando desde un punto alto, y sus aviones están llegando bajo y lento”.
“Han atacado la zona donde se encuentran los heridos, y mataron a algunos de ellos e hirieron a otros. Es el infierno de Dante. ¿Qué debemos hacer? ¿Matar a los heridos y luego dispararnos nosotros? Mejor que nuestros comandantes nos ordenen dispararnos a nosotros mismos que rendirnos”.
En una extraordinaria conferencia de prensa en línea a principios de esta semana, dos oficiales de Azov en la planta de Azovstal acusaron al gobierno de Zelensky de haber fracasado en la defensa de Mariúpol y señalaron que rendirse a los rusos significaría que las tropas firmarían sus propias sentencias de muerte.
“Nuestro gobierno fracasó en la defensa de Mariúpol, fracasó en la preparación de la defensa de Mariúpol”, aseveró el teniente Illya Samoilenko. “La rendición no era una opción porque a Rusia no le interesan nuestras vidas, no le interesa dejarnos vivir”. Sviatoslav Palamar, comandante adjunto, afirmó que el gobierno estaba siendo “cínico” al celebrar el rescate de civiles cuando muchos más residentes de Mariúpol han muerto.
El propio batallón Azov publicó fotografías de soldados heridos que mostraban cómo vivían en condiciones inmundas “con heridas abiertas” y “sin la medicación necesaria e incluso sin comida”. En un comunicado, el batallón aseveró: “Exigimos la evacuación inmediata de los soldados heridos: “Exigimos la evacuación inmediata de los militares heridos a los territorios controlados por Ucrania, donde se les proporcionará una atención adecuada”.
Una petición pública para que el gobierno rescate a los defensores de Azovstal ha reunido 1,5 millones de firmas en cuestión de días. Los grupos que representan a las familias de los soldados se están dirigiendo a los gobiernos extranjeros, así como a Kyiv, con peticiones de ayuda. También se están poniendo en contacto con la ONU y la Cruz Roja para pedir ayuda.
El Batallón Azov se integró en el ejército ucraniano tras la guerra separatista de hace ocho años; muchos de sus miembros y sus familias insisten en que se han aflojado las conexiones con la derecha dura. Se afirma que el reclutamiento es alto porque el batallón está entre los más profesionales de las fuerzas ucranianas, y no por razones ideológicas.
Zarytsk, de 36 años, había participado en las manifestaciones que pedían el rescate. Pero quiso subrayar que el objetivo de las familias era buscar la cooperación y no la confrontación. Una de las sugerencias planteadas es la de evacuar a los combatientes a un tercer país - posiblemente Turquía, por su proximidad - donde permanecerían mientras dure la guerra.
Evgeny Sukharnikov, cuyo hijo de 24 años está entre los combatientes de la planta de Azovstal, comentó: “Cada día es crucial ahora, cuanto más dure la espera más nos preocupa lo que pueda pasar. Todos intentamos encontrar una solución. La rendición no es una opción; tienen razón al temer que los rusos los maten, no se puede confiar en Putin”.
“Realmente necesitamos ayuda internacional ahora para salvar a estas personas. Queremos que los países con relaciones con Rusia intervengan, esto es una crisis humanitaria”.
Tatiana y Stavr Vyshnyak vivían en medio de feroces combates en Brovary, cerca de Kyiv, cuando se convirtió en un campo de batalla entre las fuerzas rusas y ucranianas. Su hijo Artem, de 21 años, asignado al ejército ucraniano en Mariúpol, se ponía en contacto de manera habitual para comprobar que estaban bien.
“Ahora nos toca a nosotros estar muy preocupados”, menciona Vyshnyak, de 43 años. “Los civiles salieron de Mariúpol, pero no sabemos qué va a pasar con los soldados, no sabemos qué van a hacer los rusos”.
“Estos hombres han luchado valientemente por su país, el gobierno debe intentar salvarlos. Tengo mis sentimientos, como los de cualquier madre por sus hijos. Mi hijo tiene 21 años; la idea de que muera en un lugar como en el que está ahora es un sentimiento terrible. Así que seguimos pensando de manera positiva, esperamos que él y los demás pronto puedan salir libres”.
El 17 de abril, Nataliia Zarytska se casó con Bogdan por medio de mensajes en Telegram. Una soldado, que se había formado como abogada y cuyo propio marido había sido asesinado el día anterior, redactó los documentos necesarios y actuó como testigo.
“Mi hombre había perdido 20 kilos [44 libras] desde que estaba en Mariúpol, parecía enfermo”, señaló. “No hubo ceremonia, todo fue muy breve e incluso ese tiempo tuvo que ser corto porque los rusos atacaron”.
“No fue la boda que alguien se imagina tener. Pero en realidad fue maravillosa y me hizo pensar de nuevo en lo preciosa que es la vida. Sigo diciéndole a Bogdan que vamos a volver a estar juntos y a tener una familia. Sigo recordándole que no debe rendirse, que saldrá de Azovstal, que todos saldrán de Azovstal”.