‘Stranger Things’: el lado oscuro de David Harbour, ¿vuelve a pasarle factura?
Los rumores de una ruptura con su coprotagonista Millie Bobby Brown surgieron semanas después del lanzamiento de ‘West End Girl’, el álbum de Lily Allen que retrata a David Harbour como insensible y cruel. Durante años, la estrella de ‘Stranger Things’ ha usado el trabajo como tabla de salvación frente a sus problemas de salud mental. Entonces, ¿cómo terminó convertido en el nuevo villano de la cultura pop? Informa Katie Rosseinsky
Este debería haber sido el gran año de David Harbour. En la primavera, pocas semanas después de cumplir 50 años, el actor estadounidense asumió un rol principal en Thunderbolts, la apuesta de Marvel para lanzar una nueva generación de superhéroes.
Este mes también protagoniza el capítulo final de Stranger Things, una de las series más exitosas en la historia de Netflix y el proyecto que cambió su vida. Pero hoy, Harbour está en boca de todos por razones muy distintas.
En octubre, Lily Allen —su esposa, de quien se encuentra separado— lanzó West End Girl, un álbum de ruptura que muchos ya consideran un clásico del género. En 14 canciones escritas durante una intensa ráfaga creativa de diez días, Allen reconstruye, con detalle casi clínico, la caída de su matrimonio abierto. El lanzamiento coincidió, además, con el inicio de la campaña promocional de Stranger Things.
Aunque Allen no menciona a Harbour por su nombre, y ha dicho que el disco es “una mezcla de hechos y ficción”, la figura que parece inspirarlo no sale bien parada. En apenas unas semanas, Harbour pasó de ser el actor de carácter querido por su papel de padre gruñón pero entrañable, a convertirse en el nuevo blanco de la cultura pop.
En el álbum, Lily Allen retrata a David Harbour como una figura fría y cruel. La insinuación —nada sutil— que atraviesa el disco es clara: él la habría impulsado a aceptar una relación no monógama, solo para después romper las reglas del “acuerdo” involucrándose emocionalmente con una aventura en particular, a la que Allen identifica como “Madeline”.
Una de las escenas más sombrías aparece en la canción ‘Pussy Palace’, donde describe una visita al departamento de soltero de Harbour. Allí, según canta, encontró una bolsa de farmacia repleta de preservativos y juguetes sexuales.
David Harbour aún no ha dado su versión sobre los hechos que Lily Allen insinúa en West End Girl. En una entrevista publicada recientemente en Esquire España —realizada semanas antes del lanzamiento del álbum— se le preguntó si cambiaría algo de las últimas cinco décadas de su vida. Su respuesta fue ambigua, con referencias vagas a “errores” y “arrepentimientos”.
“Cambiaría todo o no cambiaría nada”, reflexionó. “Uno tiene que aceptar su camino por completo y entender que incluso el dolor, los tropiezos y los errores forman parte del viaje. En todo eso hay verdad, crecimiento, sabiduría, empatía y una conexión más profunda. Es como una casa de cartas: cuando intentas cambiar una cosa, tienes que cambiarlo todo”.
Y ahora, un nuevo conjunto de acusaciones amenaza con complicar aún más la gira de prensa de Stranger Things. La semana pasada, trascendió que Millie Bobby Brown, la coprotagonista de 21 años que interpreta a Eleven —la hija adoptiva del personaje de Harbour en la serie—, habría presentado una denuncia por acoso y maltrato antes de que comenzara el rodaje de la última temporada.
Según la fuente, existían “páginas y páginas de acusaciones” —que no incluirían denuncias de conducta sexual inapropiada— y que habrían motivado una investigación interna que “duró varios meses”. Durante el rodaje de la temporada final, Brown habría estado acompañada por un “representante personal” en el set.
The Independent contactó a los representantes de Brown, Harbour y Netflix para obtener comentarios.
Aunque los actores mostraron unidad en el estreno de la quinta temporada de Stranger Things en Los Ángeles este jueves, The Hollywood Reporter le preguntó al cocreador de la serie, Ross Duffer, sobre las denuncias de acoso. “Obviamente, comprenderás que no puedo hablar sobre temas personales del set, pero llevamos diez años trabajando con este elenco y, a estas alturas, ya son como una familia para nosotros; los queremos mucho”, respondió. “Y, la verdad, no hay nada más importante que asegurar un ambiente donde todos se sientan seguros y a gusto”.
El medio también consultó al director y productor ejecutivo Shawn Levy sobre cómo se gestiona una denuncia por acoso en el set y qué medidas se toman para garantizar que todos se sientan seguros y respetados. Levy señaló que crear un entorno laboral sano es una responsabilidad clave en la producción: “Al final, ese es el trabajo. Hay que crear un espacio respetuoso donde todos se sientan cómodos y seguros. Hicimos todo lo posible para construir ese ambiente y estamos orgullosos de haberlo conseguido”.
Levy añadió: “He leído muchas cosas, y van desde afirmaciones totalmente erróneas hasta simples rumores. Hay mucho ruido en torno a este tema. Pero lo cierto es que vemos a este elenco y a este equipo como una familia, y el respeto mutuo siempre ha sido el pilar fundamental de nuestro trabajo”.

Todo esto contrasta fuertemente con la relación cercana que ambos actores han mostrado durante años, tanto dentro como fuera del set. Harbour ha expresado en varias ocasiones su “verdadero sentimiento de protección” y un “profundo afecto paternal” hacia Millie Bobby Brown, con quien comparte escena desde que ella tenía 11 años.
Además, los fans más observadores ya señalaron que Harbour aparece en solo unas pocas escenas del tráiler más reciente de Stranger Things, un detalle que no ha pasado desapercibido.
Sin duda, han sido semanas turbulentas para David Harbour y su reputación, pero lo cierto es que nunca ha intentado ocultar su lado más complejo. Nacido en Westchester, a poco más de una hora de Nueva York, siempre se vio a sí mismo como una especie de “oveja negra” incómoda en la tranquilidad suburbana.
A los 18 años ingresó a Dartmouth College —una de las universidades de la prestigiosa Ivy League— para estudiar teatro, vestirse de negro y entregarse por completo a sus inclinaciones de “ratón de teatro”, como él mismo las describió en una entrevista con GQ. En sus propias palabras, escribía manifiestos sobre la “alienación brechtiana”.
Fue en la universidad donde su relación con el alcohol comenzó a volverse problemática. En sus años de estudiante, Harbour solía saltarse clases para beber peach schnapps. “Solo quería crear un vacío para destruirme”, explicó más tarde. “Pero ese tipo de consumo es una forma tremenda de narcisismo. No te das cuenta de que estás afectando otras vidas”.
Cuando se mudó a Nueva York para perseguir su carrera como actor, el alcohol se volvió un refugio frente a los rechazos y golpes típicos del oficio. Pero también lo alejó de las personas que más le importaban. “Mis amigos se fueron alejando porque siempre estaba de mal humor y era insoportable”, confesó.
A los 24 años, Harbour decidió cambiar de rumbo y se unió al programa de 12 pasos de Alcohólicos Anónimos. La sobriedad le permitió concentrarse mejor en su carrera, pero su nuevo interés por la espiritualidad y la religión lo llevó a un episodio en el que creyó estar conectado con una especie de fuerza divina. Ese brote maníaco terminó con una estancia en un hospital psiquiátrico, donde a los 26 años recibió un diagnóstico de trastorno bipolar.

Su carrera como actor, según él mismo ha contado, se convirtió en una auténtica tabla de salvación mientras atravesaba dificultades con su salud mental. A medida que entraba en la treintena, su trayectoria comenzó a tomar fuerza. En 2005 fue nominado al premio Tony por su interpretación en la reposición de Who’s Afraid of Virginia Woolf?.
Después llegaron varios papeles pequeños pero significativos en producciones de alto perfil: interpretó a un vaquero en Secreto en la montaña, apareció como agente de la CIA en 007 Quantum, la segunda cinta de James Bond con Daniel Craig, y actuó junto a Kate Winslet y Leonardo DiCaprio en Sólo un sueño.
Luego llegaron papeles en televisión, como en The Newsroom, de Aaron Sorkin, y en el drama de época Manhattan. Para ese momento, Harbour ya había asumido que su camino no era el de las grandes estrellas, sino el del actor constante, siempre trabajando pero lejos del centro de atención. Se veía, según sus propias palabras, como “ese tipo que aparece sexto o séptimo en la lista de llamados”, el que “corre detrás de Denzel [Washington] con una pistola”.
“De la noche a la mañana pasé a ser protagonista, cuando hasta entonces siempre había sido el villano secundario”
Así que cuando consiguió un papel secundario en una serie de ciencia ficción ambientada en los años ochenta, producida por Netflix y protagonizada en su mayoría por adolescentes, no parecía precisamente el rol de su vida. Su personaje en Stranger Things, Jim Hopper —el jefe de policía del tranquilo pueblo ficticio de Hawkins, Indiana— era un veterano de Vietnam acabado, con sobrepeso, que se automedicaba con alcohol y había perdido el rumbo. No era, en apariencia, material para un héroe clásico.
Pero la serie, estrenada en 2016, resultó ser un éxito rotundo, ya que el público conectó de inmediato con su estética ochentera y su aire a lo Spielberg. Ese impacto inmediato, dijo Harbour, “lo cambió todo”. “De la noche a la mañana pasé a ser protagonista, cuando hasta entonces siempre había sido el villano secundario”, más tarde acontó más tarde a The Times. “Fue un cambio total, tanto en lo profesional como en lo personal”.
Rápidamente, Harbour empezó a recibir ofertas para papeles más grandes y llamativos: protagonizó el fallido reboot de Hellboy, interpretó al padre adoptivo del personaje de Scarlett Johansson en Black Widow, el spin-off de Marvel, y se puso el traje de un Papá Noel malhablado en la comedia de acción navideña Noche sin paz. Su vida fuera de cámara también dio un giro. En 2019, mientras filmaba en Londres, conoció a Lily Allen a través de la app de citas para celebridades Raya.
Todo avanzó a gran velocidad: apenas un año después de comenzar su relación, David Harbour y Lily Allen se casaron en Las Vegas, en septiembre de 2020, en una ceremonia oficiada por un imitador de Elvis. Tras el enlace, celebraron comiendo hamburguesas de In-N-Out, aún vestidos de gala (Allen con un minivestido blanco de Dior y Harbour con traje) acompañados por Ethel y Marnie, las hijas de la cantante con su exesposo, el constructor Sam Cooper.

La vida familiar parecía sentarle bien a Harbour. Convertirse en padrastro, dijo a The Independent en 2022, “aportó una profundidad completamente nueva a mi vida que nunca había tenido”, y lo transformó en “un hombre totalmente distinto”. Los cuatro se mudaron a un brownstone de cuatro plantas en Brooklyn, y su armonía doméstica —cuidadosamente curada— quedó registrada en un recorrido en video para la revista Architectural Digest.
Pero hacia finales del año pasado, comenzaron a surgir rumores de que la relación atravesaba una crisis. Allen fue vista sin su anillo de bodas mientras grababa su pódcast de la BBC Miss Me?, donde además contó a su audiencia que pasaría la Navidad sola. La especulación creció y, unos meses después, Harbour respondió en una entrevista con GQen la que calificó los reportes de la prensa sensacionalista como “una histeria hiperbólica” que solo buscaba alimentar “un show morboso de humillación”.

Allen, por su parte, optó por un silencio inusual... hasta que lanzó West End Girl como una bomba en plena conversación cultural. El álbum encendió a los detectives de internet, que comenzaron a revisar archivos y recuerdos digitales de la relación con una mirada distinta.
Uno de los ejemplos más comentados fue una nota escrita a mano por Harbour para Allen, con motivo de su debut teatral en el West End: “Para mi ambiciosa esposa: estas flores dan mala suerte, porque si te va bien en esta obra, te lloverán los premios y me vas a dejar solo y amargado”. Lo que antes podía leerse como una broma privada entre pareja, hoy —con algo de distancia y mucha especulación— parece una señal de alarma.
¿Y cómo podría afectar todo esto la imagen de Harbour en Hollywood? Si su carrera se basara en interpretar padres ejemplares o figuras intachables, el drama de West End Girl podría haber sido un desastre, pero Harbour siempre se ha movido en los márgenes: elige papeles excéntricos, intensos y desordenados. La pulcritud emocional nunca fue parte de su marca.
¿Responderá con su propia obra —una película, una serie o incluso una obra de teatro— para contar su versión de los hechos? ¿O preferirá mantenerse en silencio, intentando neutralizar las bombas líricas de Allen con frases vagas y verdades a medias? Quienes disfrutan del espectáculo de las peleas entre celebridades probablemente estén cruzando los dedos por lo primero.
Sea como sea, parece poco probable que esta historia termine con el cierre prolijo y redondo de una serie de Netflix.
Traducción de Leticia Zampedri






