Gobernador de Utah ofrece el estado como lugar seguro para los refugiados afganos
Estoy orgulloso de la herencia de nuestro estado, que ha dado forma a nuestra voluntad de acoger a los necesitados
En 1845, mi tatara-tatara-tatara-tatara-abuela Elvira Pamela Mills Cox valientemente se mantuvo firme entre una turba enfurecida y un gabinete de madera adornado hecho a mano por su padre.
Dirigida a miembros de una religión cristiana pequeña, pero en crecimiento llamada La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, la turba amenazó con quemar su casa y expulsar a todos los miembros de la iglesia fuera del estado. Pero Elvira insistió con valentía en que la ayudaran a quitar la preciada conejera antes de que destruyeran la casa, y ambos lo hicieron.
Ese encuentro violento, el asesinato de líderes de la iglesia, incluido José Smith, y muchas otras persecuciones respaldadas por el gobernador de Missouri, Lilburn Boggs, llevaron a mis antepasados y a cientos de otros supuestos mormones en un viaje hacia el oeste para encontrar un lugar donde pudieran practicar su fe sin interrupciones. Muchos de los que se vieron obligados a abandonar sus hogares, incluidos mis tatarabuelos, se establecieron en el Valle de Salt Lake, entonces un territorio de México.
La historia de origen único de Utah ayuda a explicar en parte por qué, como estado, recibimos sin reservas a refugiados e inmigrantes con los brazos y el corazón abiertos. Muchos descendientes de los primeros colonos del estado han escuchado desgarradoras historias familiares de miedo y dolor, de persecución y desplazamiento, de las dificultades que resultan del reasentamiento en una tierra desconocida. Los habitantes de Utah son sensibles a la angustia causada por la migración forzada y quieren ayudar a quienes se encuentran hoy en situaciones igualmente precarias.
Cuando comenzaron a surgir informes sobre la escalada de la crisis en Afganistán la semana pasada, le escribí al presidente Biden ofreciéndole a Utah un refugio seguro para los refugiados que huían de aquella nación devastada por la guerra. Utah fue uno de los primeros estados de la nación en hacerlo. A los pocos minutos de escribirle al presidente, comenzaron a llegar cartas, llamadas y notas de alcaldes, líderes empresariales y compañeros de Utah de todos los ámbitos de la vida, expresando su apoyo y ofreciendo ayuda.
Hasta la fecha, 60 mil refugiados se han reasentado en Utah, desde Somalia y la República Democrática del Congo hasta Siria, Vietnam, la ex Unión Soviética y más. La diversidad de tradiciones, alimentos y perspectivas que los refugiados han traído consigo solo ha enriquecido a nuestra comunidad. Si bien la clasificación de nuestro estado como el de más rápido crecimiento en la nación presenta sus propios desafíos, seguimos comprometidos a crear un espacio para aquellos que se encuentran en circunstancias desesperadas. Como ciudadanos del mundo, estamos dispuestos a hacer nuestra parte para servir a los vulnerables y hacer lo correcto.
Estoy orgulloso de la herencia de nuestro estado, que ha dado forma a nuestra voluntad de acoger a los necesitados.
Como gobernador republicano, tengo poca influencia en las decisiones de política exterior de una administración demócrata. Pero lo que puedo hacer es proporcionar un refugio seguro para aquellos atrapados en el fuego cruzado.
Spencer J Cox es el gobernador de Utah