Detroit mejora 10 años después de su quiebra, pero trabajadores y jubilados se dicen perjudicados
Una década después de que Detroit se convirtió en la ciudad más grande de EE
Mike Berent lleva más de 27 años corriendo al interior de casas en llamas en Detroit, poniendo a salvo a la gente y asegurándose de que sus compañeros salgan vivos.
Sin embargo, a sus 52 años, el teniente del Departamento de Bomberos de Detroit se acerca a la jubilación obligatoria a los 60, y una cosa está clara: tendrá que seguir trabajando para poder subsistir.
“Estoy tratando de ahorrar tanto dinero como pueda”, declara Berent, quien también trabaja como vendedor. “Un segundo trabajo te permite ganar un poco más”.
Miles de empleados y jubilados de la ciudad perdieron mucho a partir del 18 de julio de 2013, cuando un administrador designado por el estado convirtió a Detroit en la ciudad más grande de Estados Unidos en declararse en bancarrota.
Una década después, la ciudad ha resurgido de entre las cenizas de la insolvencia, con presupuestos equilibrados, mayores ingresos y millones de dólares ahorrados. No obstante, Berent y otros que han pasado años en la nómina de la ciudad dicen que no pueden evitar sentirse perjudicados y abandonados.
“Te conviertes en bombero porque esa es tu pasión y porque crees que tendrás una vida decente y que te jubilarás con una buena pensión”, comenta Berent, quien dice a The Associated Press que sus pagos mensuales de pensión serán más de 1.000 dólares menos de lo esperado debido a la bancarrota en la que cayó la urbe.
La atención médica de Berent, financiada por la ciudad, también terminará con su jubilación, cinco años antes de que sea elegible para recibir asistencia del programa Medicare.
“No veo que alguna vez recuperemos la atención médica”, agrega. “Va a tener que salir de nuestras pensiones”.
El arquitecto de la declaración de quiebra fue Kevyn Orr, un abogado contratado en 2013 por el entonces gobernador Rick Snyder para que arreglara el déficit presupuestario de Detroit y los fondos insuficientes para financiar pensiones, costos de atención médica y pagos de bonos.
Detroit emergió de la bancarrota en diciembre de 2014, con alrededor de 7.000 millones de dólares en deuda reestructurada o eliminada y 1.700 millones de dólares reservados para mejorar los servicios de la ciudad. Empresas, fundaciones y el estado donaron más de 800 millones de dólares para suavizar los recortes de pensiones y evitar la venta de obras de arte que son propiedad de la ciudad.
Orr insiste en que los recortes de pensiones eran necesarios.
“He leído sobre el dolor, un dolor muy real”, admite, en entrevista con la AP. “Pero las alternativas de lo que iba a suceder, sólo en términos matemáticos, habrían sido significativamente peores”.
En 2013, Detroit tenía unos 21.000 trabajadores jubilados a los que se les debían prestaciones, con fondos insuficientes para pagar obligaciones: unos 3.500 millones de dólares para pensiones y 5.700 millones para cobertura de salud para jubilados.
En los meses previos a la bancarrota, el dinero de los bonos respaldados por el estado ayudó a la ciudad a pagar la nómina de sus 10.000 empleados.
“Esos problemas estaban en camino (de resolverse) años o décadas antes de que llegáramos allí”, asegura Orr.
Daniel Varner, presidente y director ejecutivo de la firma Goodwill Industries of Greater Detroit, que brinda capacitación en el trabajo y mano de obra calificada a las empresas, califica la declaración de quiebra como “desgarradora”.
“De alguna manera, representó el fracaso de todos los que habíamos trabajado tan duro para lograr el renacimiento (de la ciudad)”, añade Varner. “Por otro lado... quizás este sea un nuevo comienzo. Creo que hemos estado haciendo un gran avance”.
La ciudad, que después de declararse en quiebra estuvo durante años sujeta a la supervisión estatal y a un plan de gastos supervisado por el estado, ha reportado nueve años consecutivos de presupuestos equilibrados y fuertes excedentes de efectivo.
La población de la ciudad se desplomó desde alrededor de 1,8 millones en 1950 a menos de 700.000 en 2013. Mike Duggan fue elegido alcalde y asumió el cargo en 2014. Con la esperanza de frenar el éxodo de personas y empresas de Detroit y aumentar la base impositiva, el gobierno de Duggan comenzó a impulsar mejoras para servicios de la ciudad y la calidad de vida de sus residentes.
Se demolieron más de 24.000 casas abandonadas y otras estructuras vacías, en su mayoría con fondos federales. Miles de inmuebles más fueron renovados y puestos en el mercado para atraer o mantener a las familias en Detroit.
“Muy poco de nuestra recuperación tuvo algo que ver con la bancarrota”, aseguró Duggan el martes, señalando desarrollos comerciales y proyectos de mejora de vecindarios. “La estrategia de desarrollo económico es lo que la ha impulsado”.
Jay Aho y su esposa, Tanya, han visto mejoras en su vecindario del lado este de la urbe. A lo largo de la cercana calle Sylvester, se han demolido alrededor de media decena de casas vacías y solo queda una casa maltrecha, con el revestimiento descascarado, el techo hundido y rodeada de maleza a la altura de la cintura, árboles y un rosal floreciente. Conejos, ciervos y faisanes han comenzado a aparecer en los lotes baldíos llenos de hierba y otras plantas.
“Nos beneficiamos de tener mucho espacio abierto y alrededores hermosos”, explica Jay Aho, de 49 años.
Nacida en el suroeste de Detroit, Arielle Kyer, de 32 años, también dice haber presenciado mejoras.
“No había parques como los que hay ahora”, afirmó durante una ceremonia de inauguración de un nuevo parque acuático al que asistió Duggan. “Todo es diferente”, agregó.
Han surgido hoteles boutique y restaurantes de lujo en el centro, y se espera que un rascacielos de 208 metros (685 pies) en construcción albergue un hotel, un restaurante, tiendas, oficinas y unidades residenciales.
Corktown, un vecindario al este del centro de la ciudad, recibió un impulso en 2018 cuando Ford Motor Co. compró y comenzó a renovar la enorme estación de trenes Michigan Central, que durante años fue un símbolo de la decadencia de la ciudad. El edificio formará parte de un campus centrado en vehículos autónomos.
La medida de Ford ha atraído otras inversiones, según Aaron Black, gerente general del cercano Hotel Godfrey de 75 millones de dólares, cuya apertura está programada para este año y cuyos propietarios también están desarrollando viviendas en el vecindario.
“La marca (de la ciudad) puede haberse visto abollada”, admite Black. “Sin embargo, Detroit está muy por encima de muchas otras ciudades competitivas”, agrega.
Algunos advierten de pecar de un exceso de optimismo.
Los dos sistemas de pensión de Detroit han estado haciendo pagos mensuales a los jubilados sin ninguna contribución de la ciudad durante la última década, pero eso cambiará el año próximo, cuando la ciudad deberá reanudar las contribuciones de un fondo creado por la ciudad que ahora asciende a alrededor de 470 millones de dólares.
El responsable de las finanzas de Detroit, Jay Rising, afirma que ambos sistemas de pensiones están mejor financiados que hace una década. Pero Leonard Gilroy, director gerente senior del Proyecto de Integridad de Pensiones de la Fundación Reason, con sede en Washington, dice que sus datos muestran que los niveles de financiación de los sistemas están cerca de donde estaban en 2013.
“Es un gran momento para la ciudad, que presenta enormes retos fiscales futuros para evitar un mayor deterioro de las pensiones”, afirma Gilroy. “Están recuperando los medios para financiar su sistema de pensiones, lo que sería una enorme responsabilidad si estos planes estuvieran totalmente financiados, y es un desafío mucho mayor dado su estado frágil e infrafinanciado”.