Nueva Delhi fue remodelada para el G20. Los pobres dicen haber sido borrados del panorama
Las atestadas calles de Nueva Delhi han sido repavimentadas. El alumbrado público ilumina aceras que solían estar a oscuras. Edificios y paredes de la ciudad lucen murales brillantes. Hay flores plantadas por todas partes.
Muchos de los pobres de la urbe dicen que simplemente se les borró del panorama, en gran medida como los perros y monos vagabundos que han sido retirados de algunos vecindarios, luego de que la capital de la India fue remodelada antes de la cumbre del Grupo de los 20 que se llevará a cabo allí esta semana.
El gobierno del primer ministro Narendra Modi espera que las complejas labores para hacer que Nueva Delhi quede resplandeciente —un “proyecto de embellecimiento” a un costo de 120 millones de dólares— ayudarán a exhibir las capacidades culturales de la nación más poblada del mundo y a fortalecer su posición en el escenario mundial.
Pero para muchos vendedores ambulantes, y para las personas que viven hacinadas en los barrios marginales de la ciudad, la remodelación ha significado desplazamiento y pérdida de medios de subsistencia, generando cuestionamientos en torno a las políticas gubernamentales para disminuir la pobreza. En una ciudad con más de 20 millones de habitantes, el censo de 2011 determinó que el número de personas sin hogar era de 47.000, pero los activistas dicen que esa cifra está muy por debajo de la real, y que el número verdadero es de cuando menos 150.000.
Desde enero, cientos de viviendas y puestos al costado de los caminos han sido demolidos, lo que ha derivado en el desplazamiento de miles de personas. Docenas de barriadas pobres fueron demolidas, y muchos de sus habitantes recibieron avisos de desalojo apenas poco antes de que empezaran las demoliciones.
Las autoridades dicen que el derribo de los barrios se llevó a cabo contra “invasores ilegales”, pero activistas en pro de los derechos humanos y los desalojados cuestionan esa política, y alegan que ha obligado a miles de personas más a vivir en la calle.
Demoliciones similares se han efectuado también en otras ciudades indias como Bombay y Calcuta, que han sido sede de varios eventos del G20 previos a la cumbre de este fin de semana.
Los activistas dicen que la cuestión va más allá de ser sólo un caso de ojos que no ven, corazón que no siente.
Abdul Shakil, del grupo activista Basti Suraksha Manch, dice que “en nombre del embellecimiento se destruyen las vidas de los pobres urbanos”.
“El dinero usado para el G20 es dinero de los contribuyentes. Todo el mundo paga el impuesto. El mismo dinero está siendo utilizado para desalojarlos y desplazarlos”, declaró. “No tiene ningún sentido”.
La cumbre global de dos días se llevará a cabo en el edificio recién construido Bharat Mandapam —un amplio centro de exposiciones en el corazón de Nueva Delhi, cercano al histórico monumento Puerta de la India—, y se prevé que asistan los gobernantes de muchos países. El G20 incluye a las 19 naciones más ricas del mundo más la Unión Europea. En la actualidad India ejerce su presidencia, que rota cada año entre los miembros.
Un informe de julio emitido por el Concerned Citizens Collective, un grupo activista por los derechos humanos, halló que los preparativos para la cumbre del G20 derivaron en el desplazamiento de casi 300.000 personas, especialmente de los vecindarios que gobernantes y diplomáticos extranjeros visitarán durante varias reuniones.
Al menos 25 barriadas pobres y muchos albergues nocturnos para indigentes fueron demolidos completamente y convertidos en parques, señaló el informe, y agregó que el gobierno no proporcionó albergues alternos ni sitios para que puedan vivir las personas que recién se quedaron sin vivienda.
El mes pasado, la policía intervino para detener una reunión de destacados activistas, académicos y políticos críticos de Modi y del papel de su gobierno en ser sede de la cumbre del G20, quienes cuestionaban a qué intereses beneficiaría esta.
“Puedo ver a los indigentes en las calles... y ahora a las personas sin hogar tampoco se les permite vivir en las calles”, dijo Rekha Devi, una residente de Nueva Delhi que acudió a la reunión efectuada el 20 de agosto.
Devi, cuya vivienda fue demolida en una de las iniciativas de remodelación, dijo que las autoridades se negaron a tomar en cuenta los documentos que ella les presentó para demostrar que su familia había vivido en la misma casa durante casi 100 años.
“Todos se están comportando como si estuvieran ciegos”, denunció Devi. “En nombre del evento del G20, los agricultores, trabajadores y los pobres están sufriendo”.
Hogar de 1.400 millones de personas, la lucha de India por poner fin a la pobreza sigue siendo abrumadora, a pesar de que un informe gubernamental reciente señaló que cerca de 135 millones —casi el 10% de la población del país— salió de la así llamada pobreza multidimensional entre 2016 y 2021. El concepto toma en cuenta no sólo la pobreza monetaria sino también cómo la falta de educación, infraestructura y servicios afectan la calidad de vida de una persona.
Las autoridades indias han sido criticadas en el pasado por desalojar campamentos de indigentes y barriadas pobres antes de eventos de gran relevancia.
En 2020, el gobierno erigió apresuradamente un muro de ladrillos de medio kilómetro (1.640 pies) en el estado de Gujarat antes de una visita del entonces presidente estadounidense Donald Trump, y los críticos dijeron que fue construido para impedir que se viera un barrio marginal habitado por más de 2.000 personas. Demoliciones similares también se llevaron a cabo durante los Juegos de la Mancomunidad de 2010 efectuados en Nueva Delhi.
Algunos vendedores ambulantes dicen estar indefensos, en la disyuntiva entre la perspectiva de sacrificar sus medios de sustento en favor del orgullo de India y el seguir su deseo de ganarse la vida.
Shankar Lal, que vende curry de garbanzo con pan de levadura frito, dijo que hace tres meses las autoridades le pidieron que se fuera. En estos días, el único momento en que abre su puesto —ubicado en una transitada avenida de Nueva Delhi cercana a la sede de la cumbre del G20— es los domingos, cuando la policía le presta menos atención a los vendedores callejeros.
Es insuficiente para subsistir a duras penas.
“Estas son normas gubernamentales, y haremos lo que nos digan”, comentó Lal. “El gobierno no sabe si nos estamos muriendo de hambre o no”.