Luisa González, heredera del proyecto de Correa, se exhibe familiar y devota en balotaje de Ecuador
Luisa González dejó a un costado su lado político y se inclinó por mostrar una versión más familiar, religiosa y cotidiana. La candidata presidencial de izquierda de Ecuador ha transformado su imagen pública en lo que expertos ven como un intento de revertir las encuestas que la ponen en desventaja de cara al balotaje del domingo.
El rostro elegido por el expresidente Rafael Correa para que corra como aspirante a la presidencia por su partido, la Revolución Ciudadana, se puso lentes en el último debate, presentó cifras fiscales, planteó sus propuestas económicas y de seguridad con más claridad y trató de alguna forma de distanciarse de la figura del exmandatario para configurarse como una mujer política con capacidad de gobernar un país sumido en la violencia del que migran cada vez más ecuatorianos.
“Quien tomará las decisiones es Luisa González y la decisión final será mía”, dijo la candidata en una entrevista hablando de ella misma en tercera persona.
González fue oficializada en junio como la carta de la Revolución Ciudadana para las elecciones en un intento de garantizar la continuidad del proyecto político de Correa —que dejó el gobierno en 2017— y recuperar el poder en Ecuador.
Hasta antes de la campaña, la aspirante presidencial era una desconocida para los votantes y una figura de segunda línea política que había ocupado cargos durante el mandato de Correa (2007-2017). Hasta mayo, ocupaba un escaño de asambleísta y ahora se enfrenta en segunda vuelta al empresario de tendencia liberal Daniel Noboa.
Se apoyó en la herencia del líder de izquierdas para afianzarse el voto de sus seguidores —“ya lo hicimos y lo volveremos a hacer”, proclamaba en sus intervenciones públicas sobre políticas educativas, de salud o de empleo— y aseguró que contaría con él como asesor si llegaba a ocupar el palacio presidencial de Carondelet.
El mismo Correa sigue de cerca la campaña de forma muy activa en redes sociales, pese a que dejó Ecuador en 2017, al fin de su gobierno, para instalar su residencia en Bélgica y pese a que no puede volver al país a riesgo de enfrentar a la justicia que le condenó a ocho años de cárcel por corrupción.
Su cercanía al ex mandatario, lealtad según González, fue interpretada por los ecuatorianos como sumisión.
Ahora, con Noboa por delante en la intención de voto, Luisa González ha sacado su perfil más cotidiano para conquistar a los aún indecisos e, incluso, tratar de evitar que su rival —el hijo de uno de los hombres más ricos del país— aúne el apoyo de esa masa de ecuatorianos que se oponen a que la presidencia vuelva a estar en manos de lo que llaman el correísmo, el movimiento político que gira en torno a la figura de Correa y que ya presentó en las últimas presidenciales a otro candidato desconocido.
Aquel aspirante, Andrés Arauz, que perdió las elecciones frente al presidente Guillermo Lasso va hoy como compañero de fórmula con González para la vicepresidencia.
El balotaje del domingo es una nueva prueba de fuego para esa tendencia política, que gobernó el país por 10 años y que recuperó plazas importantes —como la Alcaldía de Guayaquil— en los últimos comicios municipales y provinciales de febrero.
Para ello, González apela al imaginario del ciudadano de a pie. A ser madre, a ser una devota religiosa y a tener tatuajes sin que por ello pesen los prejuicios.
En diálogo con AP contó que tiene varios tatuajes, el más grande, una rosa que cubre casi toda su espalda y cuyo tallo es el salmo 41 que, en esencia, señala que Dios la sostiene de la mano. Los ha mostrado también en la red social X, antes llamada Twitter, donde ha pedido que no se discrimine a quienes se tatúan la piel, ante las críticas recibidas por asociación a la estética de los integrantes bandas criminales.
En un país que se confiesa mayoritariamente católico, González se ha presentado en redes sociales como “una hija del Señor”. Su fe y su confianza en que “Dios es quien me cuida” le disuadió de usar chaleco antibalas en la campaña de la primera vuelta, aún tras la muerte a balazos del candidato presidencial Fernando Villavicencio a la salita de un mitin en Quito.
También ha usado las redes sociales como espejo de su vocación familiar —“Hemos pasado por tanto… Hijo, eres el amor más grande”, publicaba junto a una foto de ella a los 17 años con el mayor de sus dos hijos en brazo— y de algunas aficiones: le gusta correr maratones y cocinar.
“Indudablemente tuvo una transformación de imagen”, reconoce la consultora política y docente de la Universidad San Francisco, Gabriela Falconí sobre la estrategia para captar nuevos votantes.
González pasó a segunda vuelta con el 33,61% de los votos, pero para ganar el balotaje requiere obtener mayoría simple.
Pero para la analista, “su discurso sigue siendo falso y populista” porque cuando hace ofrecimientos no dice cómo lo hará, ni de dónde sacará los recursos económicos que requiere para cumplirlos. Tampoco cree que ese distanciamiento con Correa sea real. "Es solo para la campaña, porque todos sabemos de su compromiso con el ex presidente y además que su elección como candidata se dio especialmente por su lealtad irrestricta a ese caudillo”, opina Falconí.
Entre las promesas más repetidas por González para su gobierno está traer soluciones a los graves problemas de inseguridad y desempleo de Ecuador. La aspirante ha señalado que tiene soluciones para cada uno. "Tengo conocimiento, preparación, desde el minuto uno estoy lista para empezar a trabajar”, ha defendido.
La violencia la combatirá con “mano dura”. Hay que depurar la fuerza pública, aseguró, pero también invertir en inteligencia y tecnología, redoblar el control en las fronteras, invertir en equipamiento para la fuerza pública y que las fuerzas armadas ayuden al control urbano, entre otras tareas.
Para la generación de empleo, ha propuesto crear una serie de incentivos tributarios a las empresas que abran plazas de trabajo y crear 50.000 empleos en su primer año de gestión a través de una sinergia entre el Estado, los empresarios y los trabajadores, encaminada a dinamizar al sector laboral.
Solo tendrá 18 meses de gestión, en caso de ganar las elecciones, para cumplir con sus compromisos con los ecuatorianos, ya que el plazo de gestión que falta para completar el mandato de Lasso. El presidente acortó su propio mandato al disolver la Asamblea Nacional en mayo en medio de una fuerte crisis política que amenazaba con su destitución por juicio político.
Si Luisa González llega a la presidencia se convertirá en la segunda mujer en ocupar ese cargo. La primera fue Rosalía Arteaga, que ostentó efímeramente —entre el 6 y 11 de febrero de 1997— la banda presidencial en una convulsa época en que los ecuatorianos cambiaban frecuentemente de mandatarios.