Ferrocarriles ucranianos siguen operando pese a la guerra
Entre las amargas lecciones que los ucranianos han tenido que aprender en los casi nueve meses transcurridos desde la invasión rusa, está la de que lo que hoy está aquí puede desaparecer mañana y que en la guerra nada puede darse por sentado
Las órdenes vinieron de lo más alto: del presidente de Ucrania y de uno de sus ministros: Volver a poner en marcha los trenes hacia la última ciudad recién liberada por nuestras tropas.
“Así que, literalmente: primero los tanques, luego los trenes”, declaró el director de la red ferroviaria ucraniana, Oleksandr Kamyshin, recordando las instrucciones presidenciales que recibió cuando la ciudad de Jersón, en el sur del país, estaba siendo recuperada la semana pasada, poniendo fin a ocho meses de ocupación rusa.
Entre las amargas lecciones que los ucranianos han tenido que aprender en los casi nueve meses transcurridos desde que Rusia invadió su país está la de que lo que hoy está aquí puede desaparecer mañana y que en la guerra nada puede darse por sentado.
Excepto, quizás, la compañía nacional de ferrocarriles, la Ukrzaliznytsia.
La empresa se enorgullece de que el 85% de los trenes operaron según lo previsto el mes pasado. Los trenes nocturnos que traquetean por todo el país todavía reciben a sus clientes con té caliente y sábanas limpias en los vagones con dormitorios. Además de pasajeros, los trenes transportan carga, ayuda y equipos que Ucrania necesita para luchar. También son la forma más fácil para que los líderes mundiales se reúnan con el presidente Volodymyr Zelenskyy en Kiev, la capital a la que no se puede llegar por aire desde que estalló la guerra.
En una entrevista exclusiva con The Associated Press, el director de la Ukrzaliznytsia, dice que su trabajo sigue a pesar de los miles de ataques con misiles, bombas y artillería que han derrumbado puentes y volado vías. Kamyshin dice que desde que Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero, la guerra ha matado a casi 300 trabajadores ferroviarios y ha herido a casi 600.
“Somos una máquina”, afirmó Kamyshin. “Seguimos operando”.
Kamyshin habló con la AP en la majestuosa estación de trenes de Kiev, mientras aullaban las sirenas antiaéreas, como a menudo lo hacen en el resto de la capital. Sin embargo, él no les prestó atención. Acababa de regresar de Jersón y, en unas pocas horas, debía regresar allí otra vez. Bebiendo té de un frasco, no se mostraba fatigado. Él es un hombre imponente y en buena forma. Vestía una camiseta negra y un uniforme de faena, ambos planchados pulcramente.
“Me interesa la eficiencia”, declaró el director ejecutivo, de 38 años de edad, quien trabajó con empresas privadas antes de tomar las riendas de la empresa estatal en 2021, el mayor empleador de Ucrania, con 231.000 trabajadores y 27.000 kilómetros (más de 16.700 millas) de vía.
Explicó que una de sus reglas es: “La guerra no es una excusa”.
Otra de sus normas es que no enviará a ningún trabajador ferroviario a correr peligros que él mismo no esté dispuesto a enfrentar.
Su viaje hacia Jersón mientras las primeras tropas ucranianas ingresaban a la sureña ciudad ucraniana implicó riesgos considerables, como al transitar por caminos de tierra que los desminadores aún no habían despejado. Publicó en Twitter videos y fotos de la odisea, mostrando equipo rodante destrozado y descarrilado, vías rotas y un desayuno improvisado de huevos fritos al aire libre sobre una estufa de acampar. “Con las botas en el suelo: ese es nuestro camino”, escribió.
“Cuando mi gente nos ve a mí y a mi equipo en Jersón, saben que ya está bien ir allí”, declaró a la AP. “Sería extraño para mí enviarlos allí sin estar listo para ir con ellos”.
En Jersón, descubrió que los residentes ya habían izado la bandera ucraniana en el techo de la estación de tren. Fotografió vagones cuyos costados fueron vandalizados por las fuerzas rusas antes de retirarse: el logo de la compañía ferroviaria y el escudo de armas de Ucrania, un tridente, fueron manchados con pintura.
Sobre todo, él vio necesidades apremiantes: la ciudad no tenía electricidad ni agua y había pocos suministros. Era una prioridad urgente limpiar y reparar las vías para que los trenes pudieran traer ayuda y personas, y para que la carga pudiera entrar y salir libremente de nuevo. En otras ciudades liberadas, cuando las vías están demasiado dañadas para repararlas rápidamente, la red ha proporcionado autobuses para transportar pasajeros en los últimos tramos del camino.
“Todo el país debería depender de los ferrocarriles”, opinó Kamyshin. Los pasajeros “siempre podrán ser transportados y (en) la estación siempre recibirán té caliente, primeros auxilios y todo lo demás”.
La red es atacada con tanta frecuencia, con infraestructura dañada diariamente y miles de veces, que la compañía ferroviaria ya dejó de hablar públicamente sobre los ataques, agregó Kamyshin.
“No queremos ser el tipo más aburrido de la fiesta, informando constantemente que nos han cañoneado”, afirmó. “Simplemente, vamos y lo arreglamos”.
La llegada del invierno y las demandas adicionales que el frío y la oscuridad impondrán a la red eléctrica de Ucrania azotada por la guerra —Rusia ataca repetidamente las plantas y las instalaciones de energía— son otro desafío para la red, que emplea locomotoras diésel y eléctricas, pero Kamyshin dijo que también se están preparando para eso. Recientemente, publicó imágenes de una locomotora de vapor, afirmando que se estaba sopesando emplearla como una posible alternativa en caso de que todo lo demás falle.
“Siempre tenemos un Plan B”, aseguró. “Las estaciones siempre cuentan con electricidad, siempre están encendidas, siempre cálidas, y así será incluso en invierno. Ese es mi trabajo. Ese es nuestro objetivo. Por eso luchamos”.