Antes de ascenso de Lula, perdura la división en Brasil
Pocos días antes de la juramentación de Luiz Inácio Lula da Silva como presidente de Brasil, perduran las profundas divisiones políticas en el país
Sonarán las trompetas y los tambores en la ceremonia de juramentación del nuevo presidente Luiz Inácio Lula da Silva el 1 de enero. Entonces se escuchará otra canción en las calles, una cuya letra va en contra del presidente saliente Jair Bolsonaro.
“¡Es hora de que Jair, es hora de que Jair ... se vaya!” dice la canción. “¡Empaca tus maletas, vete a la calle y fuera!”
Cuando Lula ganó las elecciones el 30 de octubre, decenas de miles de personas cantaron la canción toda la noche, llevándola al tope de Spotify en Brasil y reflejando que muchos brasileños no están de ánimo conciliatorio.
Sanar las heridas en la dividida sociedad brasileña será algo difícil. Hasta ahora Lula ha designado como ministros a izquierdistas y militantes de su Partido de los Trabajadores, disgustando a los que confiaban en que el líder de 77 años de edad gobernaría con moderados, y a quienes se unieron a Lula luego de que Bolsonaro probó los límites de la cuarta democracia más grande del mundo.
“Gobernar a Brasil implica llegar a acuerdos con agricultores, evangélicos, antiguos aliados de Bolsonaro. Será frustrando para los aliados a medias de Lula, pero eso es lo que enfrentan”, dijo Carlos Melo, profesor der ciencias políticas de la Universidad Insper de Sao Paulo.
Por supuesto que los aliados de Bolsonaro tampoco son la imagen de generosidad y buen ánimo. Muchos rechazan los resultados de las elecciones y siguen acampados frente a cuarteles militares, exigiendo la cancelación de la inauguración de Lula.
Las elecciones de octubre fueron las más estrechas en más de tres décadas, y en ellas se enfrentaron dos archirrivales. En su discurso triunfal, Lula declaró que “no hay dos Brasil” mientras decenas de miles de simpatizantes se aglomeraban frente a su hotel en Sao Paulo para celebrar la victoria y la derrota de Bolsonaro.
Una señal esperanzadora surgió días después, cuando izquierdistas y moderados nuevamente vistieron los colores nacionales para apoyar a su equipo de fútbol en el mundial. La camiseta verde y amarilla ha sido usada como símbolo antiizquierdista y proliferaba en las marchas contra Lula y a favor de Bolsonaro.
Lula y sus aliados también vistieron los colores en un intento por reclamarlo; puso foto en redes sociales y dijo que el verde y amarillo “son los colores de 213 millones de personas que aman a este país”.
Elias Gaspar, un vendedor de camisetas, dijo que las verde-amarillas se vendieron rápidamente en momentos en que el equipo de fútbol jugaba en el mundial.
“Antes del mundial yo vendía, en promedio, unas seis azules y cuatro amarillas de cada 10”, dijo Gaspar, de 43 años, el 4 de diciembre. “Ahora son casi todas amarillas”.
El mundial unió al país por unos instantes, pero fue fugaz. Brasil fue eliminado antes de lo esperado en un duelo de penales con Croacia en los cuartos de final, y muchos brasileños pusieron sus camisetas en la gaveta. Los partidarios de Bolsonaro son los únicos que siguen vestidos con los colores nacionales.
Lula ha evitado agravar las tensiones, mayormente absteniéndose de atacar a Bolsonaro y sus partidarios en público, y en lugar de ello ha enfocado sus discursos en maneras en que piensa ayudar a los brasileños pobres cuando regrese a la presidencia, cargo que ocupó entre 2003 y 2010. Sin embargo, a veces se le escapan comentarios polarizantes. El 22 de diciembre cuando anunció nuevos ministros, declaró que el bolsonarismo sigue vivo y que hay muchas personas enfurecidas que se niegan a reconocer la derrota de Bolsonaro, y que por lo tanto tendrán que ser derrotadas en las calles.