Cambio climático: el mundo tiene solo diez años para evitar una catástrofe
El año pasado, las emisiones que provocan el calentamiento global subieron un 4.8 por ciento en comparación con 2020 debido a la reactivación económica
El tiempo se agota para evitar la catástrofe que se avecina por el cambio climático. Un nuevo estudio publicado por la revista digital Nature Reviews Earth & Environment indica que las emisiones de dióxido de carbón aumentaron casi 5 por ciento en 2021. Esto significa que hay un 67 por ciento de probabilidad de que en la próxima década el planeta alcance 1,5 grados centígrados de calentamiento global por encima de los niveles preindustriales, lo que nos llevaría a una devastación total.
Las consecuencias del aumento en la temperatura global ya las vemos desde ahora por doquier: huracanes cada vez más frecuentes y poderosos, glaciares que se derriten y causan severas inundaciones, incendios forestales fuera de control y sequías que duran años y ponen en peligro la supervivencia de muchos pueblos.
Aunque los científicos han advertido desde hace años la gravedad de la amenaza que representa el cambio climático, ésta pasó a un segundo plano por el surgimiento del covid-19. En 2020 las emisiones de carbón disminuyeron un 20 por ciento e hicieron albergar la esperanza de que el mundo podría empezar a hacer la transición hacia las energías renovables. Pero en 2021 la situación volvió a cambiar. Al reactivarse las actividades económicas, las emisiones que provocan el cambio climático ascendieron 4.8 por ciento, en comparación con 2020.
Según el reporte de Nature Reviews Earth & Enviroment, las emisiones de 2021 consumieron el 8,7 por ciento del presupuesto de carbono restante para limitar el calentamiento antropogénico a 1,5 grados centígrados. Y, si continúa la trayectoria actual, ese presupuesto podría agotarse en 9,5 años con un 67% de probabilidad.
El presupuesto de carbono es la cantidad de dióxido de carbono que se puede emitir antes de que se alcancen los 1,5 grados centígrados (2,7 grados Fahrenheit) de calentamiento global por encima de las temperaturas preindustriales.
Desde hace años, el IPCC (Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático) estableció la meta de limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados porque varias investigaciones confirman que una cifra superior a ese umbral podría desencadenar fenómenos más devastadores de los que ya tenemos, entre ellos el derretimiento masivo de glaciares que podría inundar ciudades enteras y agudizar el calentamiento del planeta.
Emisiones de gas invernadero
Para evitar llegar a ese punto tan peligroso, el IPCC ha calculado que las emisiones de gas invernadero se deben reducir un 45 por ciento antes de 2030 y que deben llegar a cero para el 2050. Los autores del estudio de Nature advierten con preocupación que la Tierra podría alcanzar los 1,5 grados centígrados para o antes de 2031.
La amenaza que se cierne sobre el planeta parece no preocupar a la mayoría de los gobiernos. Aunque casi todos los países han firmado acuerdos globales para combatir el cambio climático, entre ellos el Acuerdo de París en 2015 y el de Glasgow en 2021, en la práctica muy pocos han cumplido con las políticas destinadas a luchar contra ese fenómeno.
Las principales economías del mundo, que son a la vez las mayores causantes del cambio climático, incrementaron de manera significativa sus emisiones el año pasado. En Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido las emisiones tóxicas subieron entre el 6 y el 7 por ciento. En otros países de gran tamaño como la India, Rusia y China estas emisiones también aumentaron de forma considerable.
China, en particular, es responsable de la mayor parte de ese aumento por su rápido crecimiento económico y porque tiene una población de 1.400 millones de personas. La IEA (Agencia Internacional de Energía) indica que tan solo la demanda de electricidad en ese país asiático creció un 10 por ciento en 2021. Esa cifra es equivalente a toda la demanda de África.
Guerra en Ucrania
A este escenario se agrega ahora el de la guerra en Ucrania. Las severas sanciones económicas impuestas por Occidente a Vladimir Putin por invadir a su país vecino han sacudido los mercados mundiales de energía. Muchas naciones que dependen del petróleo, el carbón y el gas rusos están ahora en graves problemas para reemplazarlos y sienten una gran presión porque los precios de la gasolina se han disparado hasta las nubes.
En Estados Unidos, por ejemplo, el presidente Joe Biden enfrenta una fuerte embestida por parte de los republicanos debido a que su decisión de suspender las importaciones del petróleo ruso ha elevado la gasolina a niveles no vistos en años. Para bajar los precios, los republicanos le exigen a Biden que levante la orden de bloquear el oleoducto de Keystone XL para aumentar la producción doméstica de combustible. El mandatario había decidido cerrar ese oleoducto en aras de reducir la dependencia del país de las energías no renovables.
En un tuit publicado a principios de marzo, el republicano Dan Crenshaw, le exigió a Biden que reabra el proyecto de Keystone, que puede producir hasta 830 mil barriles de crudo al día. “Deja de importar de Rusia, empieza a producir más aquí”, sentenció.
El secretario general de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), Antonio Guterres, ha advertido que, si los gobiernos ceden a estas presiones, encaminarán al mundo a la destrucción.
Durante un evento organizado por el semanario The Economist, Guterres puntualizó que “los países podrían verse tan consumidos por la búsqueda inmediata del suministro de combustibles fósiles que se corre el riesgo de que descuiden o limiten las políticas para reducir el uso de estas fuentes de energía”. Y concluyó con una advertencia ominosa: “La adicción a los combustibles fósiles es una destrucción mutua asegurada”.