Tijuana, una ciudad supeditada al río Colorado, afronta una crisis hídrica

Siendo una de las últimas ciudades río abajo que recibe agua del cada vez más reducido río Colorado, Tijuana enfrenta una crisis de agua impulsada por problemas más cercanos: el frenético crecimiento de la ciudad, su infraestructura vetusta e ineficiente y sucesivos gobiernos que han hecho poco por preparar a la ciudad para la creciente escasez de agua en la región que traerá consigo el cambio climático

Suman Naishadham
Martes, 04 de julio de 2023 11:58 EDT

Luis Ramírez se sube a su camión cisterna azul para llenar un depósito que, al final del día, se vaciará en cubos, bidones y cisternas de un centenar de hogares.

Apenas eran las 11 de la mañana y Ramírez tenía por delante muchas paradas más que hacer en las colinas y los límites de Tijuana, una creciente ciudad fronteriza industrial en el noroeste de México donde los camiones como los de Ramírez, o “pipas”, proporcionan la única agua potable para muchas personas.

“Cada vez es más lejos a dónde vamos a tener que ir”, afirma, culpando a la sequía y al crecimiento demográfico de los problemas de agua de la ciudad, antes de tomar el asiento del conductor, acompañado de Daniel Álvarez, su ayudante de 16 años.

Tijuana —siendo una de las últimas ciudades río abajo que recibe agua del cada vez menos caudaloso río Colorado, que nace en Estados Unidos— enfrenta una crisis de agua impulsada también por una infraestructura obsoleta e ineficiente y gobiernos sucesivos que han hecho poco para preparar a la ciudad para la disminución del agua en la región.

Vecindarios tijuanenses enteros en los confines montañosos y, a veces, cubiertos de hierba siguen desconectados de las tuberías principales de agua potable de la ciudad. Acceder al agua allí es una lucha diaria, y costosa, ya que el agua transportada por camión suele costar mucho más de lo que pagan las personas que sí están conectadas a la red de la ciudad.

El taxista Aurelio Hernández vive en una de aproximadamente 150 casas en un remoto desarrollo de viviendas, cerca de vastos parques industriales que fabrican piezas de aviación en el sur de la ciudad. Los caminos de tierra que conducen al pueblo son mucho muy empinados.

“Es el problema más grande que tenemos”, explica Hernández, quien vive en Rancho el Chicote desde hace 20 años, al comentar sobre la falta de agua de la llave. Hernández, su esposa y sus dos hijas consumen unos 6.000 litros (1.585 galones) de agua transportada por camión al mes, comenta, lo que cuesta unos 2.000 pesos (116 dólares). La familia estadounidense promedio consume más de cinco veces más agua al mes, según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés), pero paga menos, a pesar de que los ingresos son mucho más bajos en México.

“Cada año es lo mismo...llegan unos políticos y te prometen algo y no cambia nada”, agrega Hernández.

Incluso en vecindarios de clase media, como en el que vive el ama de casa Martha Muñoz en el sur de Tijuana, otra zona que está creciendo rápidamente, los vecinos tienen que comunicarse por WhatsApp para enterarse de posibles cortes del servicio y coordinar solicitudes a las autoridades de la ciudad cuando se interrumpe.

“El gobierno del estado está haciendo inversiones importantes para solucionar este problema, pero lleva tiempo”, afirma Muñoz. “Entretanto, sufrimos cada vez que hay una fuga... porque nos dejan cinco días sin agua”.

Eso es lo que sucedió en abril, cuando más de 600 barrios de toda la ciudad, más de la mitad, se quedaron sin agua mientras la Comisión Estatal de Servicios Públicos de Tijuana (CESPT) reparaba fugas en una tubería primaria.

Para algunos, ese corte del suministro duró días más que el cálculo oficial de 36 horas. Las autoridades admitieron que, dado el tamaño del área afectada, no pudieron enviar suficientes camiones cisterna a muchos barrios.

“Dejan a la gente sin agua por demasiado tiempo”, señala José Manuel Pérez Reyes, quien distribuye agua en camiones. Agrega que el gobierno a veces les dice a los residentes que los cierres son para arreglar las tuberías cuando la verdad es simplemente que no hay suficiente agua.

Según la CESPT, incluso para sus 700.000 clientes que están conectados al sistema de agua de la ciudad, los grifos se secan a menudo, obligándolos también a pagar por el suministro privado de agua en camiones.

Carlos de la Parra, consultor de agua y exprofesor de estudios urbanos y ambientales en el Colegio de la Frontera Norte, ha estudiado los problemas del agua en el noroeste de México durante décadas. “Es como jugar del whack-a-mole en términos de tratar de ver dónde van a aparecer las cosas a continuación”, afirma de la Parra en alusión al juego donde el usuario usa un mazo grande y suave y negro para golpear unos topos de plástico que se asoman al azar de cinco agujeros en un tablero.

Las empresas de servicios públicos de agua tienen dificultades para seguir el ritmo del crecimiento de Tijuana, recalca de la Parra, junto con un abandono de la infraestructura de 8 a 10 años.

Y encima de todo hay sequías. A nivel nacional, más del 44% de los municipios de México padecían sequía en mayo, según la Comisión Nacional del Agua de México. Los desafíos de Tijuana son agudos, pues es una de las urbes de crecimiento más rápido del país y en uno de los estados mexicanos con mayor escasez de agua.

A pesar de las luchas diarias por el agua en la ciudad, el encargado de operar el servicio de agua en Tijuana, Víctor Amador, negó que los grifos se sequen excepto cuando hay trabajos en las tuberías.

“Por el momento, no tenemos problemas. Por el momento, tenemos agua suficiente”, asegura Amador.

Sin embargo, ese no fue el caso en enero, cuando Tijuana cerró una tubería principal de agua para realizar trabajos y tuvo que solicitar alrededor de 650 millones de litros de agua (540 acres-pie) de emergencia a la vecina ciudad estadounidense de San Diego.

El agua —disponible en momentos de urgencia, pero contabilizada con cargo a la cuota que corresponde a México del agua del río Colorado— viajó entonces a través de los gigantescos acueductos del sur de California y cruzó la frontera entre Estados Unidos y México. Dichas transferencias de agua de emergencia se han efectuado desde hace más de 50 años, informa la Autoridad de Agua del Condado de San Diego, y se han necesitado cada año desde 2018, excepto uno.

Más del 90% del agua de Tijuana proviene del río Colorado, que debe ser desviada hacia el oeste a través del estado de Baja California y sobre un paso de montaña de 1.219 metros (4.000 pies) mediante un solo acueducto que a menudo está en reparación. En los últimos dos años, la participación de México en el agua del río Colorado se redujo en un 7%, y aunque esos recortes aún no han afectado a Tijuana, los hidrólogos y los expertos en políticas enfatizan que esa ciudad y el estado de Baja California necesitan asegurar otras fuentes de agua, y pronto.

A pesar de años de promesas de funcionarios federales, estatales y municipales de que diversificarán el suministro de agua de Tijuana mediante recursos como la desalinización del agua del océano y el tratamiento de aguas residuales, la ciudad tiene poco concreto que mostrar. Amador dijo que el gobierno está trabajando para desarrollar ambos mecanismos.

“Nosotros estamos en esta sequía como si no sucediera nada”, alerta Manuel Becerra, un consultor de agua con base en Tijuana y ex superintendente de servicios públicos de la ciudad.

Parte del desafío para la infraestructura obsoleta de Tijuana es el diseño de la ciudad: el agua se bombea hacia arriba y hacia abajo por colinas empinadas y cañones para llegar a desarrollos urbanos que se han extendido en todas direcciones a medida que la ciudad ha crecido: 19% desde 2010. Luego está el 7% de agua que se calcula que Tijuana pierde por fugas, según la CESPT.

“La topografía de la zona requiere que haya bombeos y rebombeos de agua”, relata Becerra. “A veces, aunque haya agua, falla el bombeo, falla la energía o se rompe el tubo. Entonces, pues el servicio se interrumpe”.

En su quinta parada después de volver a recargar su camión cisterna, el conductor, Ramírez, desciende por un camino empinado de grava para ingresar a un vecindario con unas 100 casas que no están conectadas a la red de agua de la ciudad. Se detiene frente a una casa gris de bloques de hormigón de dos pisos donde viven el albañil jubilado José Trinidad y su esposa. Luego de recibir el agua en un tanque, la trasladan en baldes para bañarse, limpiar y cocinar.

Trinidad explica que cada mes gasta unos 1.600 pesos (alrededor de 91 dólares) en agua. Es su gasto mensual más fuerte, después de la comida.

“Gastamos mucho. Es duro, pero tenemos que aguantar”, relata Trinidad. “No hay de otra”.

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El camarógrafo de The Associated Press Jordi Lebrija contribuyó para este reportaje.

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The Associated Press recibe apoyo de la Walton Family Foundation para la cobertura noticiosa sobre políticas para el cuidado del agua y el medio ambiente. La AP es la única responsable de todo el contenido.

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