En el Japón laicista, ¿qué atrae a tantos a los templos? El coleccionismo de sellos y la tradición
Casi todas las semanas Momo Nomura se da tiempo para visitar santuarios sintoístas. Realiza los rituales prescritos —lavarse las manos, tocar una campana, hacer reverencias y aplaudir—, pero su objetivo principal es conseguir un “goshuin”, un sello con caligrafía elegante que los santuarios ofrecen mediante el pago de una cuota para certificar la visita.
Le encantan los sellos, que empezó a coleccionar durante la pandemia de COVID-19. Uno con hortensias azules la impulsó a comenzar.
“Gracias a los goshuin los santuarios se han vuelto más cercanos a mí, pero no considero que esto sea una actividad religiosa”, dijo Nomura después de recibir su sello y tomarse selfies en Sakura Jingu, un santuario del oeste de Tokio establecido en 1882 como una secta minoritaria sintoísta centrada en los valores tradicionales.
Nomura, quien publica sobre su pasatiempo en las redes sociales bajo el seudónimo de Goshuin Girl, dice que le gustan los diseños de los sellos, y que las visitas a los santuarios le permiten un momento para la reflexión y un cambio de ritmo en su ajetreada vida como diseñadora gráfica y empresaria. Las diferencias entre las sectas religiosas no son un problema para ella, afirma.
“Para mí es algo parecido al mindfulness (atención plena)”, dijo Nomura. “No me considero religiosa”.
Aproximadamente el 70% de la gente en Japón tiene sentimientos no religiosos similares, según encuestas. Sus respuestas reflejan una larga historia de pragmatismo acerca de las religiones tradicionales, que a menudo sirven más como conexiones con la familia y la comunidad que como guías teológicas, a diferencia de Occidente.
Nomura, quien se graduó de una universidad cristiana en Tokio, dice que sus padres tampoco son religiosos. A pesar de ello, recuerda vagamente haber ido a santuarios con su familia cuando era niña para las ceremonias Shichi-Go-San, donde los padres rezan por la salud y la prosperidad de sus hijos. También visitó un santuario dedicado al dios de la educación antes de sus exámenes universitarios.
En un fin de semana reciente en Onoterusaki Jinja, un santuario del siglo IX en Tokio que forma parte de una historia sintoísta más amplia, la gente iba y venía, algunos orando o sólo sentados en bancas. Masami Takeda trajo a su nieto de 6 años y recibieron un sello con hojas de otoño. “Nunca pienso en visitar sitios religiosos”, dice Takeda. “Pero ahora rezo por la salud de mi nieto”.
La relación única de Japón con la fe se manifiesta plenamente durante la última semana del año: la gente celebra la Navidad con un intercambio de regalos, toca las campanas de los templos budistas en la Nochevieja, y horas más tarde va a los santuarios sintoístas para celebrar el Año Nuevo. Durante otras estaciones, los japoneses acuden en masa a danzas budistas de Bon Odori y a festivales relacionados con el sintoísmo que incluyen “mikoshi”, o santuarios portátiles.
“En Japón, la fe no se considera un elemento importante de la religión, a diferencia del cristianismo o el islam, en los que es necesaria la comprensión de la Biblia o el Corán, y la teología sirve como guía para la vida diaria”, dice Ryosuke Okamoto, profesor de religión en la Universidad de Hokkaido.
Históricamente, el budismo llegó a Japón en el siglo VI y echó raíces. Desde aproximadamente 1640, como parte de una iniciativa para prohibir el cristianismo, los templos mantuvieron registros familiares de las personas del vecindario y crearon una tradición de culto a los antepasados que aún se observa en la actualidad. La mayoría de los japoneses regresan a sus lugares de nacimiento durante la semana festiva O-Bon, en agosto, para pasar tiempo con sus familiares y visitar las tumbas de sus antepasados. La mayoría de los funerales en Japón se celebran al estilo budista.
La religión indígena japonesa, el sintoísmo, tiene sus raíces en gran medida en el animismo, que cree que hay miles de “kami” o espíritus que habitan en la naturaleza. Está estrechamente vinculada a la familia imperial del país: alrededor de 1870, Japón convirtió al sintoísmo en la religión del Estado y utilizó el culto imperial para avivar el ultranacionalismo y el respaldo a la Segunda Guerra Mundial, que se libró en nombre del emperador. La constitución japonesa de posguerra, redactada por Estados Unidos, garantiza la libertad de culto y la separación entre religión y Estado, aunque el gobierno conservador de hoy todavía otorga gran importancia a la veneración imperial.
“Los jóvenes tienden a tener una visión incluso más pragmática y menos interés en los principios vinculados a la religión”, dijo Okamoto.
Según las estadísticas para 2022 de la Agencia de Asuntos Culturales, el número de japoneses vinculados con el sintoísmo, el budismo, el cristianismo u otras religiones ascendió a 180 millones, lo que supera a la población de Japón, de 126 millones. Esto deja entrever que la mayoría de la gente sigue tanto el sintoísmo como el budismo. Los cristianos representan aproximadamente el 1% de ese total.
Muchos japoneses son especialmente cautelosos con las nuevas religiones, un impacto del mortal ataque con gas sarín de 1995 liderado por el culto Aum Shinrikyo, el cual conmocionó a la nación y arruinó la imagen de las nuevas sectas religiosas.
Las acusaciones de prácticas comerciales fraudulentas por parte de la Iglesia de la Unificación y sus vínculos políticos de décadas con el partido gobernante japonés surgieron en las investigaciones del asesinato del ex primer ministro Shinzo Abe el año pasado, lo que aumentó el cansancio del público con la religión no tradicional. El presunto asesino le dijo a la policía que mató a Abe debido a los vínculos del político con la Iglesia de la Unificación, que el sospechoso odiaba porque las grandes donaciones que su madre hizo al grupo llevaron a su familia a la bancarrota.
Según una encuesta entre japoneses realizada por la Fundación Niwano para la Paz en 2019, la mayoría de quienes respondieron dijeron que no habían participado en ninguna actividad religiosa en los últimos años, y más del 70% respondieron que no tenían ninguna religión. No obstante, la encuesta muestra que los sentimientos positivos hacia los santuarios y los templos aumentaron en los últimos 20 años, presumiblemente debido a un creciente interés en los recorridos espirituales y las colecciones de sellos.
La popularidad de los sellos goshuin y las visitas a lugares espirituales como los santuarios y los templos no es una muestra de fe, dicen los expertos, sino que más bien deja entrever que la gente siente afinidad por las tradiciones sin la necesidad de involucrarse profundamente. Algunos comparan el coleccionismo de los sellos como una versión bendecida del de las tarjetas de béisbol.
Karin Kodashima, sacerdotisa del santuario Onoterusaki, dice que los sellos son cada vez más populares, lo que permite a los visitantes “establecer una conexión con los dioses”. Los sellos también pueden ser una introducción al sintoísmo, explica durante su descanso de la preparación para el próximo festival de otoño, en el que habrá rituales, conferencias y música de la corte.
Para muchas personas, los santuarios ofrecen una oportunidad de reflexión, incluso si no se trata de una experiencia religiosa. Kodashima dice: “Creo que los santuarios seguirán formando parte de la vida diaria de las personas y servirán como un lugar de tranquilidad y paz”.
Algunos templos budistas, incluidos Tsukiji Hongwanji y Komyoji, en Tokio, buscan atraer a los más jóvenes y han abierto cafés, clases de yoga y de meditación, así como sesiones de charlas y conciertos.
Yuken Kihara, monje de Komyoji, sirve sus postres caseros, té y café todos los miércoles en la cafetería Kamiyacho Open Terrace en el balcón del templo, disponible para cualquiera que haya hecho una reservación.
“Espero brindar un espacio para que la gente venga y se relaje”, dijo Kihara. “Los japoneses son vistos como laicistas, pero creo que ese es un valor que no se puede responder simplemente con un sí o no”.
A medida que la población de Japón envejece cada vez más, los valores familiares se vuelven más diversos y las generaciones más jóvenes se mudan a las ciudades, los santuarios y templos pequeños en el Japón rural luchan por sobrevivir, y muchos de ellos están a punto de cerrar.
En un intento por conectar a los santuarios y templos en dificultades con visitantes potenciales interesados en la historia, la arquitectura o los sellos, un joven empresario creó un sitio de información en línea. Hay unos 160.000 templos y santuarios en Japón, según estadísticas gubernamentales.
“Hotokami”, una palabra que combina Hotoke (Buda) y Kami (Dios), fue lanzada por Ryo Yoshida en 2016 después de organizar recorridos a sitios históricos durante tres años.
El servicio en línea cuenta ahora con 1,2 millones de usuarios mensuales, y ha colaborado con operadores de trenes, incluidos los de Yokohama y Osaka, así como con santuarios de la zona, con el fin de organizar viajes para coleccionar sellos.
Yoshida dice que él personalmente siente una conexión tanto con el budismo como con el sintoísmo. Cada mañana, durante 10 minutos, escucha un programa en YouTube de un monje que reside en un templo de Kamakura. En cuanto a la religión de su familia, hace notar que hay un templo budista junto a la casa de su abuelo en la prefectura de Shiga.
Yoshida dice: “Me gusta tanto la apreciación sintoísta de la naturaleza y los antepasados, como los valores budistas sobre cómo vivir una vida mejor”. Pero añade: “Si me preguntas si tengo fe, no estoy seguro”.
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