¿Qué es la felicidad y qué se puede hacer para alcanzarla?
La búsqueda de la felicidad siempre ha sido una constante en la historia del ser humano y ha dado lugar a diversas corrientes de pensamiento que en ocasiones se contraponen
Casi todos nos hemos preguntado en algún momento de nuestra vida si somos felices o bien qué podemos hacer para alcanzar la felicidad. Después de todo, como dicen muchos filósofos, una de las principales razones por las que venimos a este mundo es justamente para eso, para ser felices.
Pero, ¿qué es la felicidad y realmente nacimos para ser felices?
La mayoría de los diccionarios definen este término como una emoción que se produce en un ser consciente cuando llega a un momento de gran satisfacción y bienestar o ha conseguido ciertos objetivos. En este sentido, se puede decir que cada persona tiene su propio significado de lo que representa la felicidad para ella.
Hay que destacar, por otra parte, que la búsqueda de la felicidad siempre ha sido una constante en la historia del ser humano y ha dado lugar a diferentes escuelas de pensamiento.
Para algunos filósofos griegos como Aristóteles, la felicidad implica lograr la autorrealización y alcanzar las metas que nos hemos propuesto. A esta corriente se le conoce como eudemonismo.
Otro grupo de filósofos griegos afirmaba que la felicidad consiste en poder valerse por sí mismos, ser autosuficientes y no tener que depender de nadie. A partir de este pensamiento, surgió la corriente de los estoicos que fueron más allá al considerar que solo se puede alcanzar la verdadera felicidad cuando se es ajeno a las comodidades materiales y se sigue una vida basada en la razón, la virtud y la imperturbabilidad.
Los hedonistas y la búsqueda del placer
Finalmente, está la corriente griega de los hedonistas, cuyo máximo representante es Epicuro. Para este filósofo, la felicidad es experimentar placer tanto a nivel físico como intelectual. Sin embargo, advertía que es necesario evitar los excesos porque estos al final provocan angustia. La clave, decía, era cultivar el espíritu sobre los placeres de la carne y encontrar un punto intermedio.
En tiempos más recientes, a mediados del siglo XIX, surgió otra corriente denominada “Nuevo Pensamiento” que considera que la felicidad es una actitud mental, una decisión. Desde su perspectiva, para alcanzar la felicidad debemos aceptar nuestra condición, nuestra historia y nuestro pasado.
Existen, por otra parte, filósofos como Friedrich Nietzsche, que consideran que el ser humano no ha sido concebido para ser feliz, sino para sufrir.
Hoy en día, uno de los principales estudiosos del tema de la felicidad es Daniel Kahneman, ganador del Premio Nobel de Economía en 2002.
Para explicar el concepto de felicidad en el mundo actual, Kahneman empieza por hacer una distinción entre este término y el de satisfacción
Según Kahneman, quien además de ser economista es psicólogo, “la felicidad es una experiencia que surge de manera espontánea y es efímera”. Por el contrario, “la satisfacción es un sentimiento que se mantiene a largo plazo y se desarrolla a través del tiempo, a partir de los logros que el ser humano alcanza y le facilitan conseguir el tipo de vida que desea”.
Paradójicamente, Kahneman descubrió en sus investigaciones que, a pesar de que muchas personas quieren ser felices, en realidad trabajan en dirección contraria a esa meta.
La importancia de los deseos
Ricardo Trujillo, de la Facultad de Psicología de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) considera que el tema es complejo porque el ser humano, a pesar de que quiere ser feliz, se ha impuesto grandes obstáculos para alcanzar la felicidad.
Con base en el pensamiento de Sigmund Freud, el académico explica que, para entender esta aparente contradicción, hay que considerar que las personas nacen con deseos, necesidades y satisfacciones.
Trujillo afirma que, si alguien desea sentir satisfacción, debe cubrir lo que se llama “pulsión” (impulso psíquico que tiene como fin suprimir o calmar un estado de tensión). Y como ejemplo pone la alimentación. “Tengo hambre, como”. Mi pulsión está satisfecha”. El problema es que la pulsión no puede estar satisfecha todo el tiempo.
Sin embargo, de acuerdo con Trujillo, “pensar que la satisfacción de las pulsiones representaría la felicidad es ilusorio porque en el momento en que empezamos a satisfacerlas nos empezamos a angustiar”.
El académico agrega que el peor de los terrores que podría tener una persona es no tener deseos. “A los seres humanos no puede faltarnos el deseo…Estructuralmente el ser humano no es feliz, necesita vivir con alguna carencia, gracias a la cual se le permite desear cosas. Pero no es una falta de objetos sino una carencia existenciaria”, explica.
“Podemos tener todas las cosas del mundo, pero siempre vamos a necesitar algo. Y qué bueno que sea así porque gracias a eso podemos desear. Parece que lo que nos hace humanos no es la felicidad sino justamente lo opuesto: la carencia existencial hace que nos mantengamos constantemente insatisfechos, siempre deseantes”, precisa.
Se puede concluir entonces que la felicidad es subjetiva, pues cada persona la experimenta de forma diferente y no es un estado duradero. Pero mientras tengamos metas y deseos podemos seguir motivados a ir en su busca.