Astrónomo de Harvard que dice que los aliens ya nos visitaron
Avi Loeb, de 60 años, está convencido de que la humanidad encontrará extraterrestres y que él alcanzará a ser testigo; y afirma que el progreso científico se ve frenado por la creencia de que somos los “niños más inteligentes de la cuadra cósmica”, escribe Bevan Hurley
Uno de los recuerdos más vívidos de la infancia de Avi Loeb es sentarse a la mesa con su familia para cenar, en su granja familiar en Israel, y hacer preguntas “difíciles” sobre los misterios del universo.
Según recuerda, los adultos fingían saber la respuesta o desestimaban la pregunta cuando no la sabían.
Ahora con 60 años, el presidente que más años ha estado en el cargo en el Departamento de Astronomía de Harvard le dice a The Independent que una profunda podredumbre intelectual se ha instalado en la academia, lo cual ha provocado que muchos de sus contemporáneos se comporten como los sabelotodos incuestionables que trataron de silenciarlo cuando él era un niño.
“Pensé que al convertirme en científico, estaría rodeado de personas con ideas afines que quieren encontrar las respuestas a las preguntas con base en la recopilación de evidencia e intentando interpretarla, ya sabes, como un detective. Y, desafortunadamente, esa no es la realidad en este momento”.
El profesor Loeb es un escritor prolífico y durante mucho tiempo ha defendido fuertes creencias sobre ideas especulativas en la física teórica, sobre temas como los agujeros negros y la posibilidad de que la vida pueda desplazarse de un planeta a otro.
Pero no fue hasta que centró su atención en investigar la existencia de vida extraterrestre que se volvió verdaderamente controvertido. Para él siempre pareció obvio que los extraterrestres no solo existían, sino que ya habían visitado la Tierra. Pensar lo contrario sería el colmo de la arrogancia humana.
Él explica: “Sabemos que la Tierra no es única, es muy común, y aproximadamente la mitad de las estrellas similares al Sol tienen un planeta del tamaño de la Tierra, aproximadamente a la misma distancia. Y la mayoría de las estrellas se formaron miles de millones de años antes que el Sol. Así que lo único que digo es que usemos el sentido común. ¿De acuerdo? Las condiciones aquí en la Tierra se replicaron, ya sabes, decenas de miles de millones de veces solo en la Vía Láctea, y el trillón de galaxias como esta en el universo [sic], ¿cómo puedes reclamar ese privilegio si tu vecindario se recrea en tantos otros lugares?”.
Fue la publicación de su muy vendido libro de 2021 Extraterrestrial: The First Sign of Intelligent Life Beyond Earth lo que lo puso en desacuerdo con el consenso científico.
La afirmación central de Extraterrestrial... es que una roca espacial en forma de panqueque, del tamaño de un campo de fútbol y apodada Oumuamua (“explorador” en hawaiano, y que solo fue visible para los científicos durante 11 días en 2017), era una tecnología interestelar construida por aliens.
Los orígenes de Oumuamua siguen siendo un tema muy debatido entre los científicos: algunos concluyeron que podría haber estado formada de hidrógeno sólido, otros creyeron que era un cometa que fue expulsado de su sistema solar nativo, una nube de partículas de polvo sueltas o un iceberg hecho de nitrógeno.
Los estudios del profesor Loeb concluyeron que no se trataba de un asteroide ni de un cometa: se movía demasiado rápido a lo largo de una órbita extraña, daba tumbos en lugar de girar y no dejó rastros de gas ni escombros a su paso.
Las dimensiones extremas de Oumuamua (400 metros de largo y quizás unas 10 veces más largo que ancho), el brillo desconcertante, los movimientos similares a los de navegación y la espectacular aceleración de 196.000 millas por hora (87 kilómetros por segundo) cuando salió del sistema solar convencieron al profesor Loeb de que fue el primer avistamiento confirmado por la humanidad de vida extraterrestre inteligente.
Durante mucho tiempo, él había creído que era solo cuestión de tiempo antes de que nos encontráramos con aliens, entonces, ¿por qué no darle a este objeto indefinible el beneficio de la duda?
El profesor Loeb es mordaz con el consenso de la comunidad científica en general de que es posible que nunca sepamos qué era.
Describe los intentos de sus compañeros astrónomos de explicar Oumuamua como un hombre de las cavernas que encuentra un teléfono inteligente. Si un neandertal hubiera descubierto un iPhone13, probablemente habría creído que se trataba de una roca extraña.
“Pero, por supuesto, hay una manera de averiguarlo, el habitante de la cueva podría presionar algunos botones y descubrir que este objeto grababa tu voz, y que no era una roca, sino algo más”.
“Pero debes tener la mente abierta para eso, debes estar dispuesto a recopilar evidencia que pueda sorprenderte. No me importa ser atacado personalmente solo porque la gente no está dispuesta a considerar eso”.
Extraterrestrial... se convirtió en una sensación mediática, y el profesor Loeb dice que más de 30 cineastas se pusieron en contacto con él porque buscaban convertir el libro en una película. Actualmente está trabajando en un documental con los productores de la película de 2016 Arrival.
El profesor Loeb estima que ha concedido más de 2.000 entrevistas en el último año.
Él ve la comunicación con el público lego como algo más importante que discutir ideas en el mundo científico cerrado, y dice que ha tenido que desarrollar una “piel de titanio” para protegerse de las críticas.
A menudo cuenta la historia de Galileo Galilei, quien después de descubrir que la Tierra gira alrededor del Sol hace cuatro siglos, pasó los últimos 10 años de su vida bajo arresto domiciliario.
“Hoy, lo habrían cancelado en las redes sociales”, le dice el profesor Loeb a The Independent, y agrega que él no tiene ninguna cuenta de redes sociales.
El enorme interés en el libro y la interminable fascinación por los fenómenos aéreos no identificados lo llevaron a renunciar después de tres mandatos como jefe de astronomía en Harvard, y a lanzar un nuevo esfuerzo para buscar vida extraterrestre, el Proyecto Galileo.
El profesor Loeb dice que el objetivo del proyecto es construir una serie de telescopios que utilizarán cámaras de luz infrarroja y visible, así como sensores de radio y audio, para rastrear el cielo nocturno en busca de objetos que no sean naturales o hechos por el hombre, y utilizará la inteligencia artificial para analizarlos.
Su primer telescopio se está construyendo en el techo del Observatorio de la Universidad de Harvard, y el profesor Loeb espera que eventualmente se conecte con muchos otros en todo el mundo.
A diferencia de la información que tiene el gobierno de EE.UU. sobre los UAP (fenómenos aéreos no identificados), todos los datos recopilados del proyecto se compartirán con el público.
El año pasado, la comunidad de inteligencia de EE.UU. publicó un informe largamente esperado sobre lo que sabe de una serie de misteriosos objetos voladores que se han visto moviéndose a través del espacio aéreo militar restringido durante las últimas décadas.
Los resultados fueron decepcionantes: el gobierno admitió que sabía muy poco y no había confirmado ninguno de los avistamientos inexplicables como extraterrestres.
Instalará una nueva oficina, el Grupo de Sincronización de Gestión e Identificación de Objetos Aerotransportados, para documentar y analizar los informes de encuentros con objetos no identificados (los UAP o fenómenos aéreos no identificados) predominantemente entre los pilotos militares.
El profesor Loeb no ha visto la información clasificada que está en poder de las autoridades de EE.UU., y tampoco quiere hacerlo, ya que esto podría disminuir su capacidad de compartir lo que descubra libremente.
“Sabes, si encontramos que todos estos objetos no identificados tienen explicaciones mundanas, por ejemplo, son pájaros, drones, globos meteorológicos, aviones o satélites, estaría bien”.
“Creo que eso también es un servicio importante para la comunidad, porque estamos aclarando que no hay nada inusual después de revisarlo cuidadosamente”.
El secreto en torno a lo que sabe el gobierno de EE.UU. significa que la información no puede analizarse adecuadamente ni estar sujeta a una revisión por pares.
“Entonces existe la sospecha de que tal vez el gobierno sepa mucho más de lo que acepta. Y no tengo ninguna idea al respecto. Pero luego el público especula y la comunidad científica ridiculiza el tema. Esa no es una situación saludable”.
El profesor Loeb tiene una financiación confirmada de US$2 millones para el proyecto de parte de un grupo filantrópico de simpatizantes, y dice que necesita US$100 millones para realizar su sueño por completo.
La cifra es solo el dos por ciento del presupuesto de US$5 mil millones del Gran Colisionador de Hadrones, y una pequeña fracción del proyecto Space X de Elon Musk, que está valorado en alrededor de US$100 mil millones.
Él le dice a The Independent que las restricciones financieras que frenan la investigación extraterrestre tienen incluso menos sentido que la falta de progreso en el cambio climático.
“Con respecto al cambio climático, entendemos que las industrias de combustibles fósiles enredadas con la política nos impidan avanzar en la dirección correcta con la velocidad que se requiere”.
“Pero en el contexto de los extraterrestres, no es porque no haya un beneficio comercial, y no hay ninguna razón política hasta donde puedo ver para suprimir nuestro conocimiento”.
“Creo que es principalmente porque los humanos naturalmente prefieren halagar su ego. Preferimos creer que somos el centro del mundo, que somos los más inteligentes, no hay nada más”.
“Esto es realmente una locura, ¿sabes?”.
Avi Loeb creció recolectando huevos, manejando tractores y leyendo filosofía en las colinas alrededor de la granja de su familia en Beit Hanah, en el centro de Israel.
Nació 14 años después de la formación del estado judío, fue reclutado por las Fuerzas de Defensa de Israel y se unió a su programa académico avanzado, donde obtuvo un doctorado en física de plasma de la Universidad Hebrea de Jerusalén a los 24 años.
Admite que pudo haber regresado a la granja familiar si no hubiera sido por una oferta que recibió en 1983 para unirse a la Iniciativa de Defensa Estratégica de Ronald Reagan, más comúnmente conocida como el programa Star Wars, un sistema de defensa antimisiles diseñado para proteger a los Estados Unidos de un ataque nuclear balístico.
Luego ingresó a la Universidad de Princeton, donde comenzó a trabajar en astrofísica teórica, y se mudó a Harvard en 1993, donde ha sido titular durante los últimos 25 años.
Vive en Lexington, Massachusetts, con su esposa Ofrit Liviatan y sus hijas Lotem y Klil.
En Harvard, dice que encontró en el cuerpo estudiantil un indicio del elitismo que ha visto en la academia.
“Les digo a los estudiantes de mi clase en Harvard que la mitad de ustedes [sic] están por debajo de la media de la clase. Ya sabes, así es como se define la mediana, que la mitad de la clase en cualquier clase está por debajo de la mediana”.
“Y, por supuesto, les cuesta mucho aceptar eso. Los humanos tenemos esta tendencia a pensar que somos especiales, únicos, privilegiados, etcétera. Mucho de lo que hacemos en la vida está impulsado por nuestro ego, ya sabes, tratamos de demostrar que somos mejores que la otra persona, que somos superiores”.
Al profesor Loeb no se le escapa que, si bien quiere comunicarse con seres interplanetarios, en la Tierra, parece que a la humanidad le resulta más difícil comunicarse entre sí.
“La historia humana muy a menudo está impulsada por un grupo de personas que se sienten superiores a otro grupo de personas. Si descubrimos que no somos los niños más inteligentes de la cuadra cósmica, eso nos dará una perspectiva diferente. Todas las diferencias entre los humanos se volverán irrelevantes”.
El profesor Loeb cree que encontrará pruebas de vida extraterrestre antes de morir.
“La razón por la que busco inteligencia en el espacio es porque es difícil de encontrar en la Tierra”.