Conseguir comida a domicilio en Nueva York es fácil. Para los repartidores, cobrar no lo es tanto
Los neoyorquinos hacen unos 100 millones de pedidos de comida al año a través de un proceso muy sencillo: presionan unos pocos botones en una aplicación y lo tienen en las manos en unos 30 minutos.
Para los repartidores, el proceso es de todo menos sencillo. Y no ha hecho más que complicarse desde que la ciudad introdujo una nueva norma salarial diseñada para garantizar que ganen al menos 18 dólares la hora. Algunas de las plataformas más grandes, que se opusieron al cambio, respondieron limitando sus horas de trabajo, haciendo más difícil que los clientes den propinas o cambiando cómo se calcula el pago de una semana a otra.
Eso dejó a trabajadores como Greiber Pineda tratando de aclararse con los herméticos cambios.
En un principio, Pineda ganaba tanto con Uber Eats con el nuevo sistema salarial que cuando una ventisca golpeó la ciudad de Nueva York en enero, tenía motivos para trabajar 11 horas y media seguidas, llevando 37 entregas en su ciclomotor “bajo lluvia, bajo nieve, bajo frío, haya lo que haya”, dijo. Unos días más tarde, la plataforma cambió su sistema de pagos y le envió 200 dólares en lugar de los 300 que esperaba.
“Pero entonces cuando cobramos quedamos como en el aire. Como, '¿qué pasó aquí'?'”, dijo en español Pineda, que vive en Brooklyn.
Frustrado, Pineda dedica ahora más tiempo a otros trabajos secundarios. En una mañana reciente entre semana, vendió café y arepas a otros repartidores de Venezuela y Colombia ante un Chick-fil-A al otro lado de la calle del Barclays Center de Brooklyn. Cerca, dos trabajadores guineanos cambiaban el aceite a un patinete mientras otros trabajadores originarios de América Latina, China y Turkmenistán hacían entregas para servicios como Uber Eats, Grubhub y DoorDash. La ciudad estima que, como Pineda, el 39% de los repartidores hablan español “menos que bien”.
Hace unos pocos meses, ninguno de esos trabajadores ganaba un salario por hora. Como la mayoría de los repartidores en Estados Unidos, se registraban en las aplicaciones cuando querían y ganaban dinero por cada entrega. Algunos trabajos eran rentables. Otros ni siquiera cubrían el coste del combustible, pero muchos decían “sí” todo lo posible para tener acceso prioritario a pedidos premium y otras ventajas en el sistema de recompensas de las plataformas.
Ese ya no es el caso en Nueva York, que el 4 de diciembre se convirtió en la primera ciudad grande en establecer un mínimo salarial para los repartidores de comida de plataformas digitales. Seattle siguió su ejemplo en enero con una ley similar que afecta a todos los trabajos mediados por aplicaciones.
Antes del cambio, la ciudad hizo un sondeo entre sus aproximadamente 122.000 repartidores y descubrió que ganaban una media de 14 dólares la hora. La mitad de eso procedía de las propinas y unos 2 dólares iban a equipamiento y mantenimiento, sobre todo para bicicletas eléctricas y ciclomotores.
Expuestos al tráfico letal y ataques violentos, hacían un trabajo peligroso pero no ganaban siquiera el salario mínimo en la ciudad, que subió este año de 15 a 16 dólares.
“Esta es una de las maneras, una de las pocas maneras que puede utilizar el inmigrante, por lo menos en esta ciudad que es cara”, dijo Pineda.
Aunque algunos trabajadores dicen que ganan menos con las nuevas normas, organizadores laborales y las compañías dicen que las ganancias medias se han incrementado. Pero las plataformas siguen recortando costes y tienen la ventaja de ver los datos de sus trabajadores mientras determinan cómo hacerlo.
“Las empresas de reparto siguen socavando o intentando socavar la victoria de salario mínimo siendo menos transparentes”, dijo Ligia Gullalpa, directora ejecutiva del Workers Justice Project.
Ninguna de las grandes plataformas que operan en la ciudad de Nueva York respondió a una petición de que proporcionaran estadísticas detalladas de pago. Defendieron la reducción de horas de los trabajadores como clave para reducir el tiempo de inactividad, en línea con los incentivos de la ley.
“Seattle y la ciudad de Nueva York no pensaron en los efectos negativos de sus acciones", indicó el vocero de Uber Eats Josh Gold en un email, en el que dijo creer que había mejores opciones para proteger la flexibilidad del trabajador, como una ley de California que clasificó a las personas que trabajan para estas plataformas como contratistas independientes.
El vocero de DoorDash Eli Scheinholtz calificó de “extremas” las leyes de las dos ciudades y añadió en un comunicado que “el resultado final ha sido el mismo: tarifas más altas para los consumidores, menos pedidos para los proveedores y menos trabajo para (los repartidores)”.
Cuando la ley entró en vigencia en Nueva York, esos dos servicios anunciaron que los clientes de la ciudad ya no podían añadir una propina durante el proceso de compra, y en su lugar la opción sólo estaría disponible después de que un repartidor hubiera sido asignado al pedido, en el caso de DoorDash, o tras la entrega, en Uber Eats. Las plataformas también añadieron tarifas adicionales a los clientes en Nueva York a partir de 2 dólares. Las tarifas a los restaurantes están limitadas al 23% del precio del pedido.
La norma en Nueva York permite que las empresas paguen unos 30 dólares la hora de media por el “tiempo activo” que pasan los trabajadores entregando pedidos, o 18 dólares la hora de media por todo el tiempo que están conectados, lo que incluye el “tiempo pasivo” esperando un encargo. Las plataformas no tienen que pagar a los trabajadores que no hacen ninguna entrega. Las firmas también pueden decidir de forma retroactiva cual de los dos cálculos utilizan, de modo que los trabajadores nunca saben exactamente cuánto van a cobrar hasta una semana más tarde.
Es probable que fuera ese cambio lo que dejó a Pineda con menos dinero tras la tormenta de enero, según avisos y resguardos de pagos compartidos con The Associated Press por él y otros repartidores.
El sistema de Seattle sólo contabiliza el tiempo activo, que se paga a un mínimo de 44 centavos por minuto además de 74 centavos por milla. En Nueva York no hay pago por distancia recorrida.
“Las personas dependen de uno, que uno les lleve su comida”, dijo Daniel Mendoza, que compraba café y desayuno a Pineda y también es de Venezuela. “Hacemos magia”.
Mendoza señaló en febrero que el nuevo sistema ha resultado más rentable para él.
Pero el 4 de marzo, Doordash hizo el mismo cambio que Uber Eats que había enojado tanto a Pineda. Es imposible saber si los ingresos de Mendoza subirán o bajarán, pero ahora serán menos predecibles.
En un comunicado, Doordash dijo que el método de pagos que había utilizado desde diciembre era insostenible y que los trabajadores como Mendoza “también pueden optar a ajustes adicionales de pago semanal”.
El vocero de GrubHub Najy Kamal dijo en un comunicado que en total, los repartidores ganan más tanto en Nueva York como en Seattle y que la compañía está comprometida con cumplir las nuevas normas sobre pagos.
Entre tanto, Pineda sigue ganando dinero a la antigua. Mientras servía a los repartidores ante el Chick-fil-A hace poco, un empleado de la cadena de comida rápida asomó la cabeza por la puerta y preguntó qué clase de arepas llevaba. Ternera, gritó de vuelta la novia de Pineda.
“Me llevo dos”, dijo mientras esperaba a que se las llevara, a cambio de dinero en metálico.