Chuck Leavell, el director musical de los Rolling Stones: “Mick Jagger debe ser de otro planeta”
El expianista de los Allman Brothers y miembro honorario de Rolling Stones habla con Kevin EG Perry sobre cómo inadvertidamente le dio a ‘Top Gear’ su tema principal, sobre la celebración de los 40 años con la banda de rock'n'roll más grande del mundo y sobre la ”gran pérdida” de Charlie Watts
Aunque no conozcas a Chuck Leavell por su nombre, es casi seguro que lo has oído tocar. Puede que conozcas su trabajo al piano en el emocionante instrumental de 1973 de la Allman Brothers Band “Jessica”, que alcanzó una omnipresencia tarareable en todo Reino Unido como la melodía principal de Top Gear. También está su trabajo como pianista de sesión para grupos como Train, quienes hicieron a Leavell el protagonista de su gran éxito de 2001 “Drops of Jupiter”. Por otra parte, si eres una de los incontables millones de personas que han visto a los Rolling Stones en directo desde que Leavell comenzó a hacer giras con ellos en 1982, habrás notado su presencia imperturbable, que es la base de la mejor banda de rock'n'roll del mundo desde las teclas. Este hombre de 70 años, con cara de querubín y barba blanca como la nieve, originario de Birmingham, Alabama, atribuye su medio siglo de éxito a su capacidad para dar un toque de autenticidad del rock sureño a cualquier canción que toque. “Mis manos”, dice un sonriente Leavell, levantándolas como si fuera a tocar un riff en un piano invisible, “tienen acento sureño”.
Habla por videollamada desde una habitación de hotel en Ámsterdam, un día después de que los Stones continuaran con las celebraciones de su 60º aniversario ante una multitud local de 53.000 personas. El espectáculo había sido aplazado desde junio después de que el vocalista Mick Jagger diera positivo en el test de covid-19, pero se recuperó completamente a tiempo para las multitudinarias apariciones de la banda en el Hyde Park de Londres. “Mick ha vuelto en perfecta forma. Es un loco corriendo por ahí. Debe ser de otro planeta, es todo lo que podemos imaginar”, dice Leavell con un asombro palpable. “La mayoría de nosotros pensamos que estuvo entre [el segundo concierto de Hyde Park] y Milán como los dos mejores conciertos de la gira hasta ahora, pero todos los conciertos han sido muy consistentes”.
Lo dice con una nota de orgullo en la voz. Cuando se trata de los Stones, la coherencia es el trabajo de Leavell. Desde la gira de Steel Wheels en 1989, Leavell ha estado tomando notas meticulosamente de cómo hacen exactamente los Stones lo que hacen cada noche en el escenario. “Hice tablas de acordes escritas a mano para cada canción”, explica. “Y tomaba nota del tempo. Si necesitábamos subir el tempo, o si nos parecía bien bajarlo un poco”.
En lo que quizá sea un ejemplo de la esencial presencia del yin y el yang en el corazón de los Stones, en los primeros días Leavell descubrió que Jagger tendía a querer que las melodías se tocaran más rápido, mientras que el guitarrista Keith Richards siempre intentaba bajar el ritmo. “Creo que, de alguna manera, a lo largo de todo este tiempo, hemos encontrado el equilibrio del tempo adecuado”, dice Leavell, cuyos enciclopédicos cuadernos se han convertido en la biblia de la banda. “Me han dado el apodo de director musical, del que me burlo”, dice. “Porque Mick y Keith son los directores musicales de los Rolling Stones”.
Durante las últimas cuatro décadas, Leavell ha tenido el punto de vista perfecto para observar la milagrosa, y a veces díscola, asociación Jagger-Richards. En ese tiempo, ambos se han peleado, han discutido y se han burlado públicamente de los genitales del otro, y sin embargo siguen juntos. ¿Cuál es su secreto? “En primer lugar, las canciones”, dice Leavell, con reverencia. “Algunas de las mejores canciones que se han escrito en el rock'n'roll. La gente me pregunta: ‘¿No te cansas nunca de tocar ‘Can't Always Get What You Want’? Pues no. Tocaré ‘Jumpin’ Jack Flash’ cualquier día de la semana, nena, y dos veces el domingo”.
Más allá de la música, dice Leavell, Jagger y Richards han llegado a su aniversario de diamante de la misma manera que cualquier pareja: aguantando. “Sí, han pasado por momentos turbulentos y han tenido sus diferencias”, dice Leavell, “pero es como un buen matrimonio, hombre. Llevo 49 años casado. ¿Hemos tenido baches en el camino? Claro que sí, pero cuanto más aguantamos, más se fortalece nuestra relación. Creo que es lo mismo con Mick y Keith”.
En una banda con fama de alborotadores, el medio siglo de matrimonio estable de Leavell y su carácter despreocupado lo distinguen, pero admite haber disfrutado de su cuota de noches salvajes. “Mira, todos los grupos en los que he estado y los artistas con los que he trabajado han experimentado en algún momento de sus carreras con esto, aquello y lo otro, y, ya sabes, ¡soy culpable!”, dice Leavell, levantando las manos. “He probado casi todo, pero lo suficiente para saber que, para mí, lo importante era poder tocar música”.
Los tiempos han cambiado desde las desenfrenadas giras de los Stones en los años setenta. Hoy en día, la banda es lo que Leavell llama una “gran organización”, con un equipo de giras conformado por cientos de personas, y las drogas entre bastidores tienen receta médica. “Tenemos un equipo de médicos que van y vienen, que entran y salen”, explica Leavell. “Tenemos un responsable de cumplimiento de medidas del covid-19. Tenemos enfermeros. Tenemos varias máquinas de pruebas rápidas de PCR, y todos nos sometemos a pruebas al menos tres veces por semana”.
Leavell siempre soñó con formar parte de una “gran organización” como los Stones. A los 13 años, cuando vivía en Tuscaloosa, Leavell fue con su hermana a ver a Ray Charles. Nunca volvió a ser el mismo. “Me impresionó mucho”, dice Leavell con nostalgia. “Fueron las Raelettes y todo el espectáculos. Billy Preston tocaba el órgano y Fathead Newman [al saxofón]. Salí de allí pensando: ‘Vaya, si alguna vez pudiera estar en una banda que conmoviera a la gente como eso me conmovió a mí, entonces eso es lo que me gustaría buscar’. Me cambió la vida”.
Para entonces, Leavell ya llevaba más de media vida aprendiendo a tocar el piano. Su madre, Frances, era una gran intérprete que lo mantenía ocupado sentándolo frente a un teclado. “Me decía: ‘Oye, Chuck, ¿cómo crees que sonaría si hubiera una gran tormenta fuera?’”, recuerda Leavell. “Así que retumbaba en el extremo inferior y hacía algunos rayos. Luego me preguntaba: ‘¿Cómo crees que sonaría si hicieras un home run?’. Me inculcó la idea de pensar en la música en términos de sentimientos y emociones, más que en acordes y melodías”.
A los 18 años, Leavell se mudó a Macon, Georgia, sede de Capricorn Records, donde su futura esposa Rose Lane White trabajaba como asistente. Leavell intentaba encontrar trabajo como pianista, y una de sus primeras presentaciones fue con el legendario pianista de blues de Nueva Orleans Dr. John, de nombre real Mac Rebenack, que no tenía reparos en poner a prueba a los aspirantes a músicos. Después de que Rebenack dijera a la banda que quizá no estaban a su altura, Leavell decidió hacerle una visita en el Holiday Inn para conocerle mejor. “Hablamos un rato y luego me dice: ‘Oye Chuckie, ahora vuelvo’”, recuerda Leavell. “Se va al baño. Yo sabía que él consumía metadona, pero no sabía que seguía en las calles. Pasó el tiempo y vi un cuaderno. La curiosidad se apoderó de mí y le di la vuelta a la portada y en la primera página estaban los nombres de todos los miembros de nuestra banda, y al lado todos estos símbolos vudú. Pensé: ‘Dios mío, ¿en qué me he metido?’. Resultó que los símbolos eran amuletos de la suerte. Reunidos años después, Rebenack le dio a Leavell un sobre lleno de amuletos de la suerte de verdad. “Y vaya”, dice Leavell con una amplia sonrisa, “¡he tenido buena suerte desde entonces!”.
Mientras tocaba con Dr. John, Leavell llamó la atención de Gregg Allman, quien lo invitó a tocar en su primer álbum en solitario, Laid Back. Eventualmente, Leavell comenzó a tocar con el resto de la Allman Brothers Band, quienes aún estaban conmocionados por la trágica muerte del guitarrista principal Duane Allman en un accidente de motocicleta en 1971. Para su sorpresa, la banda invitó a Leavell a unirse a tiempo completo.
Unirse a los Allman Brothers catapultó a Leavell a la cima de la estratósfera del rock. Los conciertos de la banda se convirtieron en leyenda, y Leavell estuvo presente en Watkins Glen, en el estado de Nueva York, en julio de 1973, cuando 600.000 personas acudieron a verlos en un cartel junto a Grateful Dead y The Band. La enorme asistencia al espectáculo batió el récord establecido por Woodstock. En agosto publicaron Brothers and Sisters, su primer álbum con Leavell y el de mayor éxito comercial. Contenía clásicos intemporales como “Ramblin’ Man” y “Jessica”, que contaba con la participación destacada de Leavell y ha sido sinónimo de Top Gear desde 1977. “¡Era tan conocido en Inglaterra!”, dice Leavell con alegría. “Tardé en saber que estaba en el programa. Uno de mis amigos británicos me dijo: ‘Oye, tío, ¿sabes que esa canción abre todos los episodios?’”.
Cuando los Allman Brothers se separaron en 1976, Leavell siguió tocando con el bajista Lamar Williams y el baterista Jaimoe durante unos años como Sea Level (un juego de palabras con la “C Leavell” que el pianista había estampado en sus maletas de gira). En 1981, sin embargo, Leavell pensó que sus días como músico de gira podrían haber quedado atrás. Rose Lane había heredado unas tierras en Georgia, y Leavell le dijo a su mujer que podría centrarse en construir una nueva carrera como agricultor de árboles. El destino tenía otras ideas. “Ella escuchó pacientemente”, recuerda Leavell, “y luego dijo: ‘Bueno, eso es interesante, pero los Rolling Stones te han llamado hoy’”.
En 36 horas, Leavell estaba en un avión hacia Massachusetts para hacer una audición. Aunque el antiguo tecladista de Faces, Ian McLagan, fue elegido para esa gira, Leavell impresionó a Jagger y Richards lo suficiente como para hacer una participación como invitado cuando la gira pasó por Atlanta, y luego se unió a tiempo completo en su gira europea de 1982. Ha estado ahí desde entonces, un componente esencial de una formación que permaneció notablemente inalterada hasta la muerte del veterano baterista Charlie Watts tras una operación de corazón en agosto del año pasado. “Todavía duele mucho, de verdad”, dice Leavell. “Fue un shock, porque todo el mundo pensaba que Charlie se recuperaría, incluidos los médicos. Nunca hubo una sensación de: ‘Oye, vamos a perder a Charlie’. Era simplemente: ‘Oye, tiene que hacerse esta cosa y en dos o tres meses estará bien’. Pero no fue así. Es una gran pérdida en todos los sentidos: personal y musicalmente. Pienso en él todos los días y le echo de menos”.
Alejado de la banda, Leavell siguió con su plan de cultivar árboles. En 1999, él y Rose Lane fueron nombrados los mejores arboricultores del año. “Tenemos que empezar a pensar de verdad en no reventar esto”, dice Leavell cuando se le pregunta qué le han enseñado sus esfuerzos de conservación sobre el futuro del planeta. “Para mí, hay una conexión personal. ¿De dónde viene ese piano? Lo que me ha dado tanta alegría y una gran carrera. Hay una conexión espiritual para mí, con la madera”.
Como bromea el corista de los Stones Bernard Fowler en The Tree Man, un documental de 2020 sobre Leavell, el pianista no es “solo bueno al piano, es bueno para el medio ambiente”. Se ha convertido, como dijo una vez Keith Richards, en el “propio caballero sureño” de los Stones. De vez en cuando le sigue gustando ocupar el centro del escenario. Su álbum de 2018 Chuck Gets Big, grabado en directo con la Radio Big Band de Frankfurt, le hizo revivir la música de toda su vida llena de historias, con temas de los Stones, los Allman Brothers y Sea Level. “Quería tener una representación de lo que soy y de lo que hago, y también quería asegurarme de que las canciones se adaptaran bien a los arreglos de la big band. Nos divertimos mucho con eso, fue todo un viaje”.
Sin embargo, Leavell parece ser más feliz cuando interpreta su papel con los mejores rockeros del mundo. Tras cuatro décadas y cientos de conciertos de los Stones, ¿puede mencionarse algún concierto como el más destacado? Leavell tiene preparada su respuesta: Praga, 18 de agosto de 1990. El primer gran evento cultural en Checoslovaquia tras la Revolución de Terciopelo y la caída del Muro de Berlín. “Acababa de llegar al poder Václav Havel, que era un disidente y un ser humano increíble con el que la banda se reunió”, recuerda Leavell. “Había un increíble sentimiento de libertad en todo el país, y en la ciudad, y tocamos ante 130.000 personas”. Al pianista se le iluminan los ojos al recordarlo. “Lo mejor fueron los carteles que decían: ‘Tanks are rolling out/Stones are rolling in’ [‘Los tanques ruedan alejándose/los Stones ruedan acercándose’]. Fantástico”.
Chuck Gets Big ya está disponible en BMG. Leavell está actualmente de gira con The Rolling Stones como parte de las celebraciones de su 60º aniversario.