Entrevista a Stephen Mangan: “Hubo momentos graciosos cuando me tocó ver morir a mis padres”
La estrella de ‘Green Wing’ habla con Alexandra Pollard sobre la nueva serie de ‘The Split’, cómo la televisión podría “transformarse en ‘gueto’” y por qué la muerte de su madre desvió su camino de estudiar leyes a la actuación
“No me importa en qué situación se encuentre uno o de qué tema se está hablando”, dice Stephen Mangan, “el humor siempre puede estar involucrado”. Él es la prueba viviente de eso, no solo porque ha interpretado a depravados, swingers y alimañas sexuales en algunas de las grandes comedias de este milenio, desde Green Wing hasta Alan Partridge, sino porque se las ha arreglado para encontrar la risa incluso en sus peores momentos.
“Cuando pasé por los momentos más traumáticos y difíciles de mi vida, cuando me tocó ver morir a mis padres” —continúa Mangan en voz baja— “hubo momentos en los que las cosas fueron graciosas”. Tenía 22 años cuando murió su madre. Se retorció en medio de la cena, le diagnosticaron cáncer de colon y murió seis meses después. Cuando Mangan tenía poco más de treinta años, un tumor cerebral mató a su padre con la misma rapidez. “Ahora podrías reflexionar y decir: ‘Ah, ¿te parece divertido que tu madre se esté muriendo? ¿Te parece divertido que tu padre se esté muriendo? No. Pero como ser humano, esa capacidad de encontrar el humor en los momentos más oscuros puede salvarte. En los momentos más sombríos y oscuros, la comedia puede ser una pequeña fuente de luz”.
Mientras habla, la gorra de béisbol gris de Mangan se va bajando sobre su rostro. Está aquí para promocionar la nueva serie del excelente drama de divorcios de la BBC The Split, la cual no es una comedia, a pesar de que no puede evitar aportar su ingenio natural. Sin embargo, quien me saluda primero es la versión adolescente de Mangan: su foto de perfil de Zoom es él a los 19 años, con esa familiar sonrisa traviesa y una mata de cabello oscuro y rizado. “Es decepcionante ver a mi verdadero yo”, dice al aparecer su yo de 53 años, un poco cansado. Me había preguntado cómo estaría, ya que en entrevistas el año pasado, Mangan habló de sentirse “decaído, desesperanzado y derrotado” y sentir una “tristeza profunda” provocada por el confinamiento y la muerte de dos amigos cercanos, los actores Paul Ritter y Helen McCrory. A raíz de esa pérdida, se encontró no solo afligido por ellos, sino también reviviendo el trauma de perder a sus padres. Ritter tenía un tumor cerebral. “Algo muy difícil al ver a Paul enfermarse”, le dijo a The Times , “fue que resultó muy parecido a cuando mi padre se enfermó”.
Hoy en día, hay un aire ligeramente apagado en él, y no suele levantar la mirada para verme a los ojos, pero es cálido y bromista de todos modos. “Creo que los británicos, en particular, entienden el humor negro y entienden que tiene su lugar”, concluye. “Ahora, por supuesto, lo que una persona encuentra apropiado y divertido puede horrorizar a otra, y eso está bien”.
Guy Secretan de Green Wing es un gran ejemplo de eso. El arrogante anestesista jugaba con cuerpos en las mesas de operaciones como si fueran marionetas, maldecía a los niños y manipulaba a las mujeres para que salieran con él. Él era, dependiendo de cómo enfocaras la perspectiva, o un don juan adorable o un misógino irredimible. “Probablemente no sería muy bien visto hoy en día”, dijo recientemente la creadora y productora del programa Victoria Pile, “en la era de #MeToo”. “Era un imbécil”, reconoce Mangan con una sonrisa. “Era un idiota arrogante y con derecho. Fue muy divertido hacerlo porque se comportó de una manera en la que yo nunca me comportaría con la gente, sobre todo con las mujeres. Es divertido que de repente se te permita ser esa persona cuando todos saben que, con suerte, no eres así”.
La comedia se ha convertido en el fuerte de Mangan. Hay algo en esa cara de avergonzado y la insinuación de una sonrisa que se presta para interpretar a chicos elegantes y arrogantes por los que no puedes evitar sentirte encantado. El primer papel que hizo que lo reconocieran en la calle (a gritos, de hecho) fue Dan Moody en I’m Alan Partridge, un personaje que leía el Daily Mail, conducía un Lexus y era aficionado de los tríos. En The Armando Iannucci Shows, el primer programa de sketches del creador de Thick of It, él era un ejecutivo de televisión incapaz de entender nada a menos que se transmitiera como un discurso televisivo. En Episodes, que lo vio reunirse con su coprotagonista de Green Wing, Tamsin Greig, interpretó a un escritor de comedias que intentaba rehacer su comedia de situación británica intelectual en Los Ángeles. Ganadora de Globos de Oro, premios Emmy y una base de fanáticos leales, la serie tomó el divertido humor británico y le dio un brillante giro de Hollywood, ya que Matt LeBlanc de Friends interpretó una versión poco halagadora de sí mismo.
La cuestión es que Mangan nunca tuvo la intención de ser un actor cómico. Después de que finalmente pasó del teatro a la televisión cuando tenía 30 años (algo de lo que hablaremos más adelante), “las primeras personas con las que me encontré fueron Armando Ianucci, Chris Morris y Victoria Pile”, explica, “y de repente me encontré siendo un actor de comedia. Eso fue lo mío de repente. Yo era un actor cómico haciendo comedia”. Fue, dice, “encasillado” durante un tiempo. “Kenneth Branagh dijo que deliberadamente evitó hacer comedia al principio de su carrera porque no hay estatus en ello. Los grandes actores son actores ‘serios’. A los actores de comedia no siempre se les otorga ese estatus, lo cual no está mal, pero uno siempre está en busca de trabajo interesante. Con The Split, ha sido un placer hacer algo diferente. Es un tipo de papel que en realidad no me habían ofrecido mucho, un papel dramático y emotivo”.
Sin duda es emotivo. Hay muchos llantos, gritos e insultos en lo que respecta a su personaje, Nathan, sin mencionar una fuerte dosis de adulterio. Nathan es abogado, esposo de la abogada de divorcios Hannah (Nicola Walker, tan brillante como siempre). Su matrimonio se desmorona de manera caótica cuando se descubre que él la engañó, a lo que ella responde embarcándose en su propio romance prolongado con su apuesto colega holandés Christie, con quien ya había tenido una breve aventura años antes. “Me molestaron mucho por engañar a Nicola Walker”, dice Mangan con una sonrisa. “La gente estaba muy molesta conmigo. Se enojaron bastante. Me encontré diciendo: ‘¡Bueno, ella se acostó con Christie la noche antes de nuestra boda! ¿Qué hay sobre eso? La gente fue mucho más comprensiva después de la segunda temporada”. La tercera da un giro bruscamente dramático, pero no se me permite hablar de eso aquí, ni se me permite discutirlo con Mangan. “No creo que nadie adivine lo que sucede”, dice, y lo dejamos ahí.
Tal como lo planeó la creadora del programa, Abi Morgan, esta tercera temporada será la última. “Es tan larga como debería ser esta historia”, dice Mangan. “No queremos 24 años de Nathan y Hannah tratando de decidir si quieren estar casados o no. Hay series como Homeland, donde la primera temporada fue extraordinaria, y luego, debido a que era tan popular, de repente tuvieron que pensar: ‘Bueno, ¿qué hacemos ahora?’”. Se detuvo antes de emitir un juicio sobre las siete arduas temporadas que siguieron, pero declaró: “Creo que tienes que saber cuándo detenerte”.
Mangan está asombrado de lo emocionalmente involucradas que están las personas en The Split, incluido él mismo. “Entrar en una vida que no es la tuya, a los seres humanos les encanta hacerlo”, afirma. “Estamos viviendo ese divorcio a través de ellos. Estamos pensando, ‘¿Qué hubiera hecho yo?’ Por eso la gente se engancha tanto y acaba llorando viendo un programa de televisión que… ¡no es real! Pero en realidad lo sentimos. Nos sentamos allí y realmente lo sentimos. Es algo halagador que la gente se involucre tanto en algo”.
Curiosamente, Mangan iba a perseguir una carrera como abogado cuando decidió desviarse del camino que sus padres le habían marcado. Eran inmigrantes irlandeses que abandonaron la escuela a los 14 años e “hicieron, como hacen muchas familias inmigrantes, una gran inversión en la educación”. Así que fue a un internado en Hertfordshire, una experiencia sin privacidad alguna que describe como “similar a estar en Big Brother”, y luego a Cambridge para estudiar derecho. “Cuanto más tiempo dedica uno a obtener estos títulos, más piensa uno: ‘¿Cuál fue el punto de hacer eso si vas a terminar usando zapatos de jazz y leotardos para ganarte la vida?’”, recuerda. “Creo que fundamentalmente fue la muerte de mi madre a la edad de 45 años, su madre murió a los 47, eso fue real… Las cosas tuvieron un enfoque de repente. ‘Tengo poco más de veinte años, es posible que me queden 20 años más, ¿por qué estoy pensando en convertirme en abogado cuando realmente no disfruto de las leyes? Debería convertirme en actor, y luego, en un par de décadas, interpretaré a un abogado en la televisión’”.
Fue a Rada, donde “pasó tres años gritando y llorando en cuartos”. Estaba, según reconoce ahora, “escondiéndome del mundo un poco después de la muerte de mi madre, y sin saber realmente qué hacer y cómo lidiar con eso. Es muy seguro y tranquilizador saber que tienes otro curso de tres años. Creo que estaba en duelo”. Cuando se fue, ya tenía 26 años. “Keira Knightley acumuló 40 años de carrera cuando apenas tenía 26 años de edad”, dice inexpresivo. “Entré tarde al juego. Y luego me fui y lo único que hice fue teatro durante cinco años”.
¿Por qué solo teatro? “Eso es lo que haces cuando estás creciendo. No estaba en una serie de seis capítulos en la escuela. Para mí, actuar es pararse en un escenario y decir cosas y que la audiencia responda. Parecía una forma tan romántica de ganarse la vida. Ir a tu camerino en la noche, ponerte tu disfraz y salir frente a una audiencia, hacer un espectáculo y luego marcharte. Esa es la vida que quería. Y no estaba realmente interesado en ser famoso”. Su agente incluso lo llamó para ir tener una audición para una película de Merchant Ivory. “Pensé: ‘No quiero hacer eso’”. En cambio, actuó en Broadway y en el West End, realizó una gira por todo el mundo en Much Ado About Nothing y protagonizó una producción nominada al Tony de la trilogía de Alan Ayckbourn, The Norman Conquests.
Eventualmente, se dio cuenta de que otras formas de arte eran igualmente valiosas. “Sí, los papeles que interpretas son importantes, pero en realidad son las personas con las que trabajas” —dice— “y hay mucha gente interesante y talentosa trabajando en televisión”. Más aún hoy, se podría argumentar. En la era del streaming, parece que la televisión está en su mejor momento, tanto en términos de elección como de representación.
Mangan está de acuerdo a medias. “Creo que va en ambas direcciones a la vez”, dice. “Nunca había habido tantas opciones y variedad de cosas, pero creo que eso también está provocando que se transforme en un tipo de ‘gueto’. Si solo te gustan los dramas policiales, puedes ver esos programas desde la mañana hasta la noche sin pausa. Todos vamos a encerrarnos en nuestros propios búnkeres, cámaras de eco. Y si no te gusta un programa, todo este ridículo tipo de… sí”. Continúa. “No, de repente me detuve”, dice. “Es muy aburrido. Pero ahora puedes escuchar las opiniones que quieres escuchar, que se repiten sin cesar, y eso no puede ser bueno. No puede ser bueno. Nada es más peligroso que creer que tu punto de vista es el punto de vista correcto, que la forma en que vives tu vida es la forma correcta de vivir. Encerrarnos en nosotros mismos y reducir las experiencias que tenemos no puede ser bueno”.
Sin embargo, en el mejor de los casos, la televisión, al igual que el teatro y el cine, puede ser una máquina para la empatía. Es por eso que la gente llora viendo The Split cuando saben que no es real. “Eso es todo lo que representa el arte en verdad”, explica Mangan, “tratar de imaginar ver el mundo desde la perspectiva de otra persona. Aunque sea imaginar que eres Thor con músculos bien formados, o Phoebe Waller-Bridge en Fleabag”. Él ríe. “Es increíblemente saludable”.
La tercera temporada de ‘The Split'’comienza el lunes 4 de abril en BBC One