‘The Banshees of Inisherin’ confirma que la racha de fracasos de Colin Farrell fue lo mejor que le pudo pasar
La estrella de ‘In Bruges’ parecía destinada a convertirse en el próximo Tom Cruise, pero se terminó desarrollando una carrera mucho más interesante. Mientras el actor irlandés recibe premios, y probablemente un Óscar, por ‘The Banshees of Inisherin’, Geoffrey Macnab aplaude una evolución profesional destacable
Si mencionabas a Colin Farrell hace 20 años, probablemente venían a la mente algunas cosas. Drogas. Alcohol. Vídeos sexuales. Farrell era uno de los chicos malos de Hollywood, un actor irlandés que siempre parecía meterse en problemas con la prensa y cuya promesa de talento inicial parecía estancarse en medio de una racha de películas fallidas. Vaya que eso cambió…
La semana pasada, Farrell recibió su segundo Globo de Oro como mejor actor por su destacada actuación como Padraic, el granjero tonto que se queda devastado cuando su vecino y mejor amigo (Brendan Gleeson) lo traiciona en la tragicomedia de Martin McDonagh, The Banshees of Inisherin. Farrell aporta patetismo, fatalismo y humor al papel. Su Padraic es un alma gentil, desconcertado por la hostilidad de su amigo y molesto porque ahora no tiene a nadie con quien beber una pinta por las noches.
Farrell también está siendo fuertemente propuesto para una nominación al Óscar. Casi todas las reseñas han mencionado su encanto en Banshees, esa cualidad de niño perdido que hace que le eches porras. Su trabajo también apunta a algo más amplio sobre la carrera de Farrell: el que alguna vez fue un fanfarrón y símbolo sexual logró reinventarse como actor de carácter.
Analicemos la versatilidad de Farrell. Fue instructivo el año pasado verlo como el obeso, lleno de cicatrices, completamente grotesco y terriblemente feo Oswald Cobblepot, también conocido como el Pingüino, el propietario del club nocturno más sórdido, ruidoso y basura de Ciudad Gótica en la película de superhéroes de Matt Reeves, The Batman. Si comparas a Oswald con el rey guerrero rubio, musculoso y bisexual de Farrell en la epopeya de espadas y sandalias de Oliver Stone, Alexander (2004), jurarías que los interpretaron hombres completamente diferentes.
La reputación de Farrell ha evolucionado tanto que hoy en día no se considera el casting perfecto para interpretar al apuesto alter ego millonario de Batman, Bruce Wayne, sino a su adversario más deforme. Farrell es fantástico en esa película. Lascivo y siniestro, exuda falsa bonhomía. En una película de tres horas muy desprovista de humor, ofrece algunas de las pocas risas. Una o dos veces, se ve tan apenado por sí mismo que provoca la lástima de la audiencia. Al mismo tiempo, aporta una sensación de amenaza física al papel que no tienen los otros pingüinos de la pantalla, por ejemplo, cuando Danny DeVito interpretó el papel en Batman Returns en 1992.
En una entrevista para promocionar The Batman el año pasado, Farrell insinuó que Reeves basó el personaje de Oz/Pingüino en el Fredo Corleone de John Cazale en The Godfather. Al igual que Fredo, el hermano Corleone que continuamente ignoran y pasa por alto, Oz en The Batman tiene (en palabras de Farrell) “una cierta cantidad de fragilidad”. Es una figura vulnerable y autocompasiva, siempre decidido a demostrar su valía y evitar las burlas en el proceso.
Hubo un tiempo mucho antes de sus días de Pingüino cuando Farrell fue el blanco de los chistes. Su papel en Alexander de Stone fue una de las principales causas de los chistes. Los críticos se burlaron de su acento irlandés, su cabello dorado (un teñido épicamente malo, según The New York Times) e incluso sus rodillas. Fue criticado como “aburrido”, “fatalmente mal elegido para el papel” y “demasiado pequeño y ordinario”.
El actor tuvo sentimientos encontrados sobre el papel. Una vez describió hacer Alexander en Marruecos y el norte de África como uno de los “aspectos destacados” de su carrera, pero al final lo calificó como uno de los “momentos más bajos”. Antes del estreno de la película, el actor irlandés había sido una de las estrellas de más rápido ascenso en Hollywood. Participó en películas de Spielberg (Minority Report), fue coprotagonista de Al Pacino (en The Recruit) y ganó aplausos por sus actuaciones en Tigerland (2000) y Phone Booth (2002), ambas dirigidas por el fallecido Joel Schumacher.
Oliver Stone se sintió culpable por el efecto que Alexander tuvo en Farrell. “Me siento dolido por Colin”, me compartió el director cuando reestrenaron una nueva versión de la película en DVD. “Pensé que lo habían atacado injustamente e intenté protegerlo. Me encantó lo que hizo y creo que tenía el estilo y la gloria. Tenía ese sentido de extrañeza y musculatura irlandesa que los macedonios aportaron al imperio griego. Creo que Colin recibió una paliza y creo que eso lo lastimó”.
Después de la epopeya de espadas y sandalias de Stone, Farrell fue considerado un bien dañado. Cualquier posibilidad que alguna vez tuvo de convertirse en una gran estrella en un nivel similar al de, digamos, Tom Cruise o Brad Pitt, pareció desvanecerse. Aparecía con frecuencia en los tabloides por su consumo de alcohol y sus escapadas sexuales, y parecía un ejemplo perfecto de un actor cuya celebridad en rápido crecimiento se había vuelto tóxica de repente.
Farrell, sin embargo, ya se estaba reinventando. Sus elecciones de papeles siempre habían sido audaces. Su instinto ha sido seguir a los escritores y directores más aventureros, sin importar la escala de la película o la cantidad de dinero que pudiera ganar por protagonizarla. Ha participado en películas de acción y éxitos de taquilla, pero también ha trabajado continuamente con directores de autor en sus proyectos más personales e idiosincrásicos. Su lista de colaboradores es envidiable: Terrence Malick (The New World), Neil Jordan (Ondine), Robert Towne (Ask the Dust), Terry Gilliam (The Imaginarium of Dr. Parnassus), Liv Ullmann (Miss Julie), Yorgos Lanthimos (The Lobster, The Killing of a Sacred Deer), Sofía Coppola (The Beguiled), Steve McQueen (Widows) y Tim Burton (Dumbo).
Una de las películas fundamentales en el resurgimiento de Farrell fue In Bruges (2008) de Martin McDonagh. Es una historia de gángsteres oscuramente divertida y muy original que se desarrolla en el escenario más improbable que puedas imaginar: una tranquila ciudad belga, que acoge al sicario de Farrell, Ray, después de que lo envían allí a “esperar instrucciones” después de un trabajo. Como en muchas de las mejores interpretaciones del actor, combina encanto, amenaza y mucha labia. También tiene un don para la sutileza. “Ni siquiera sabía dónde c**ño estaba Brujas”, Ray dice en la voz en off de la secuencia de apertura, antes de quedarse en silencio durante varios momentos. “Está en Bélgica”, agrega con indiferencia.
Farrell fue elegido junto a Brendan Gleeson, uno de los actores de carácter más formidables del cine irlandés, y se mantuvo firme. Los dos hombres son como un doble acto de comedia. Ken, el personaje de Gleeson, disfruta estar en una hermosa ciudad medieval antigua como Brujas y “tranquilamente” ver los lugares de interés. El personaje de Farrell se comporta como si fuera el último lugar en la tierra en el que quisiera acabar. Sus principales intereses son la bebida y el sexo. Su negocio es el asesinato a sueldo. “Entonces, ¿a qué te dedicas, Raymond?”, pregunta Chloe interpretada por Clémence Poésy cuándo tienen una cita juntos. “Le disparo a la gente por dinero”, responde sin pestañear, como si fuera la respuesta más natural del mundo. El Ray de Farrell puede ser intimidante a su manera, al estilo de Roy Keane. Es un psicópata, pero muy simpático. Puede matar a sacerdotes y niños y aun así conservar la simpatía de la audiencia.
Habiendo abordado tan a menudo los tipos de machos alfa, Farrell claramente disfruta retratando tipos muy diferentes de hombres, sobre todo en sus extrañas y surrealistas películas con el visionario director griego Yorgos Lanthimos. “Yorgos está bastante interesado en pensar en actores para papeles inesperados”, recuerda el socio productor de Lanthimos, Ed Guiney. “Fue en gran medida su idea buscar a Colin para The Lobster”. Él y Lanthimos terminaron profundamente impresionados por el actor. “Lo que realmente distingue a Colin es su inteligencia. Es un hombre increíblemente brillante, muy reflexivo y una persona extremadamente discreta, lo que a veces desmiente la reputación que tenía cuando era más joven. También hay algo acerca de cómo responde Colin al diálogo de Yorgos y el guionista Efthymis Filippou. Es capaz de trabajarlo de una manera interesante. Lo que hacen es realmente idiosincrático. Escriben en griego y luego lo traducen al inglés… un proceso bastante teatral y elegante, y Colin puede vivir en ese mundo muy bien”.
En The Killing of a Sacred Deer, Farrell interpreta a un cirujano de clase media de voz tranquila cuyo mundo se derrumba a su alrededor. En The Lobster, interpreta a David, una figura regordeta, reprimida y socialmente torpe que llegó a un hotel remoto con la esperanza de encontrar pareja. Si no lo consigue dentro del tiempo requerido, se convertirá en un animal. Él al menos puede elegir cuál. (Elige una langosta porque viven mucho tiempo).
“Es la actuación más aburrida que jamás se filmará”, así resumió Farrell su trabajo para The New York Times. Sin embargo, aburrido era justo lo que requería su papel. Puede que haya sido lo menos animado que se haya visto en la pantalla, pero aun así fue nominado a los premios.
A sus cuarenta y tantos, Farrell completó su metamorfosis. El alguna vez aspirante a superestrella con la apariencia que casi le ganó un lugar en la banda de chicos Boyzone se convirtió en un actor de carácter hecho y derecho. Ahora trabaja con tanta frecuencia en películas independientes como en películas de estudio. Después de haber interpretado al Pingüino en The Batman, el actor está listo para repetir el papel tanto en las secuelas como en su propia serie de televisión derivada.
Quedan rastros todavía del viejo juerguista. Los comentaristas no pudieron evitar notar la forma en que colmó encantadoramente a la estrella de Blonde Ana de Armas con elogios antes de su discurso de aceptación de los Globos, y le dijo que fue “extraordinaria” como Marilyn Monroe. También mostró su lado galante, al acompañar a la estrella de The White Lotus Jennifer Coolidge al escenario cuando subió a recibir su premio a la mejor actriz de reparto.
“Te amo por tu brillantez en la pantalla y tu amabilidad fuera de ella”, el director de Banshees, McDonagh, le dijo a Farrell cuando recibió uno de sus propios premios esa misma noche. La amabilidad no era un rasgo que nadie asociara con Farrell en sus días escandalosos. Hay una ironía obvia en el rumbo que tomó su carrera. Al reinventarse a sí mismo como actor de carácter y aceptar papeles cada vez menos convencionales, terminó siendo una estrella aún más grande que cuando comenzó.
‘The Banshees of Inisherin’ ya está disponible en Disney+
Traducción de Michelle Padilla