Lewis Hamilton no fue el único perdedor del ridículo final de la temporada de F1
La polémica empañó el final del Gran Premio de Abu Dabi en el que Max Verstappen ganó su primer campeonato mundial de Fórmula 1
Millones de personas en todo el mundo se sentaron el domingo para ver el final de la carrera más reñido de la Fórmula 1 en los 71 años de historia de este deporte, después de una temporada sensacional en la que dos asombrosos atletas rindieron al máximo de sus capacidades cada fin de semana.
Para una gran parte de ese público, esta habrá sido la primera carrera que ven en su vida, o al menos una de las primeras, cautivados por la intensidad de la batalla entre dos hombres tan estruendosamente talentosos como Max Verstappen y Lewis Hamilton.
Sus amigos con más experiencia les habrán explicado con minucioso detalle las diferencias de personalidad entre ambos contendientes. Habrán buscado en Google las reglas de la clasificación para tratar de entender cómo se decide el orden de carrera y qué significa empezar con los mismos neumáticos utilizados en la Q2. Finalmente, se habrán sentado con entusiasmo frente a la pantalla, esperando para descubrir qué piloto se coronaría al final, pero sobre todo, esperando convertirse en fans de por vida de un deporte que está desesperado por aprovechar la ferocidad de la carrera por el título y convertirla en un crecimiento sostenible a largo plazo.
Es una lástima, entonces, que lo que vieron haya sido un final confuso y al borde de la farsa en el Gran Premio, lo cual dio lugar a que se hablara de apelaciones, abogados y tribunales. Esto habría sido confuso para cualquier aficionado al deporte que no esté familiarizado con la politización del automovilismo y con sus normas.
Hamilton había conducido una carrera impecable desde el principio, cuando reaccionó más rápido que Verstappen al apagarse las luces que marcan el arranque, y luego tuvo tiempos bastante buenos en su primer stint con los neumáticos medios, lo mismo que con los duros en el segundo. Todo esto resultó en una sólida ventaja que el holandés no pudo reducir, incluso después de su segunda parada.
Los comisarios y la FIA podrían haber pensado que su participación en una campaña caótica, llena de desacuerdos y disputas, había terminado, y que podían ver las últimas vueltas en paz.
Pero tan pronto como Nicholas Latifi perdió el control y se salió del circuito en la parte final de la pista mientras competía con Mick Schumacher, lo cual causó daños terminales en su auto Williams, el director de carrera de la FIA, Michael Masi, supo que la presión había regresado. A falta de seis vueltas para el final, el auto de seguridad era claramente necesario, pero el manejo de su entrada y eventual regreso a los boxes no lo era.
Masi tuvo que decidir dos detalles cruciales. En primer lugar, si había que reiniciar la carrera y cuándo. En segundo lugar, si se permitía a los coches doblados volver a adelantar a los líderes y unirse a la parte trasera del pelotón.
En cuanto a la reanudación de la carrera, Masi decidió que era seguro aprobar una última vuelta de carrera, una vez que el Williams accidentado fue retirado por la grúa y los comisarios voluntarios pudieron salir de la pista. De ahí no surgió la polémica, y es sin duda la opción preferible en comparación con terminar la carrera detrás del auto de seguridad sin más adelantamientos.
Ahora que se iba a dar una vuelta más de carrera, Masi tenía que decidir si permitía que los autos doblados adelantaran al auto de seguridad y se unieran a la parte trasera de la carrera. Esa decisión queda a la discreción del Director de Carrera, y a veces ocurre y a veces no. En un primer momento, Masi decidió que los autos doblados no podían adelantar al auto de seguridad. Eso significaba que Max Verstappen tendría que adelantar a varios pilotos por delante de él, todos con un juego fresco de neumáticos blandos. Incluso con la ayuda de las banderas azules, esto hubiera sido prácticamente imposible.
Entonces, el director del equipo Red Bull, Christian Horner, habló por radio. “¿Por qué no vamos a quitar a estos autos doblados de la pista?”, preguntó. “Solo dame... Porque, Christian... Dame un segundo, ¿ok?”, fue la respuesta de Masi.
La respuesta fue raquítica e insegura, pronunciada con los labios fruncidos en lugar de con la garganta llena. Segundos más tarde, se anunció que algunos autos doblados, los que separaban a Hamilton de Verstappen, podrían adelantar al auto de seguridad. Los que estaban detrás de Verstappen no tendrían la misma oportunidad.
Permitir que algunos, pero no todos, los autos doblados adelanten al auto de seguridad no tiene precedentes en la Fórmula 1. El homólogo de Horner en Mercedes, Toto Wolff, estaba furioso. “¡Michael! No puedes hacer esto”, gritó por radio desde el garaje del equipo al control de carrera. Pero la decisión estaba tomada, Hamilton era un blanco fácil con neumáticos mucho más viejos en la reanudación, y Verstappen hizo un cómodo adelantamiento en la curva cinco para tomar la delantera, la victoria y el campeonato.
Wolff no había terminado. “Michael, eso no estuvo bien”, exclamó mientras Verstappen cruzaba la línea. “Tienes que cambiar el resultado a la vuelta anterior”.
“A eso le llamamos automovilismo, Toto”, fue la respuesta de Masi.
En una temporada tan intensa y extenuante como esta, no solo Verstappen y Hamilton se han visto sometidos a una inmensa presión por parte del público. Sus jefes de equipo, los ingenieros de carrera y los mecánicos viven lo mismo que ellos, y sus aciertos y errores tienen un enorme impacto en quién termina primero cuando llega la bandera a cuadros al final de la carrera.
Sin embargo, se puede argumentar que Masi ha tenido el trabajo más difícil de todos en 2021. Verstappen y Hamilton son dos pilotos agresivos que llevan su propia habilidad, y la paciencia del otro, al límite no solo de la capacidad de sus propios vehículos, sino también de las reglas del deporte. A lo largo de la campaña ha habido puntos álgidos, choques y colisiones en los que Masi y los comisarios se han visto obligados a dictaminar, lo que les ha valido la ira no solo de los propios equipos sino de los aficionados de todo el mundo. Arbitrar una lucha tan feroz como esta, con decisiones tomadas en fracciones de segundo, es una tarea ingrata.
Las circunstancias del accidente de Latifi y el necesario auto de seguridad no fueron culpa de Masi. No tenía otra opción. Pero el manejo sí fue su responsabilidad. La indecisión, el cambio de indicación sobre los autos doblados, y la enorme ventaja que le dio a Verstappen son responsabilidad de Masi y de la FIA a fin de cuentas.
Si se hubiera indicado a los autos doblados que mantuvieran la posición, Verstappen habría estado demasiado atrás para competir y Hamilton habría tenido garantizada la victoria. La alternativa, por la que optó Masi, hizo que Verstappen tuviera la victoria asegurada y, por tanto, el campeonato.
La elección era entre seguir el precedente al pie de la letra, o hacer algo nunca visto por el bien de una última vuelta de carrera y el entretenimiento que traería consigo. Para bien o para mal, Masi, y a su vez la Fórmula 1, optaron por el entretenimiento.
Las celebraciones, las recriminaciones y el desconcierto están a la orden del día. Verstappen, tal y como está, es campeón del mundo, y la temporada más impresionante de la historia del deporte ha terminado en una farsa.
La decisión que había que tomar era sombría en cualquier caso, ya que esencialmente garantizaba un resultado sobre el otro. Pero el hecho de que la opción favorecida no tuviera precedentes deja un sabor especialmente amargo. Tampoco ayudan ni un poco el debate y la negociación por la radio del equipo que se da entre el director de carrera y los directores de equipo, y la F1 podría considerar si el drama de escuchar tales conversaciones vale la pena por la furia que ha causado en Yas Marina este fin de semana y en Yeda en la carrera anterior.
La realidad, aunque pase inadvertida, es que fue Michael Masi, y no Max Verstappen ni Lewis Hamilton, quien en última instancia tuvo en sus manos el momento decisivo, el de determinar quién sería el campeón de la temporada.
Hamilton perdió en esta ocasión, en el día más doloroso de su carrera. Sin embargo, los mayores perdedores son los posibles aficionados a la Fórmula 1, que se habrán retirado incrédulos ante lo que han visto, y el propio deporte, que ha visto cómo una de sus mayores oportunidades se convertía en un caos y en una discusión en los tribunales.